
Geología
Descubren una reacción en cadena entre las dos fallas más peligrosas de América
El hallazgo sugiere que tratar a las fallas principales como sistemas independientes, deben actualizarse ante la posibilidad de una catástrofe en cascada.

La costa oeste de Norteamérica es un rompecabezas geológico en constante movimiento. Ahora, un nuevo estudio, publicado en Geosciences, sugiere que dos de sus piezas más peligrosas podrían estar conectadas de una manera que redefine nuestra comprensión de la amenaza sísmica: un megaterremoto en la zona de Cascadia podría actuar como el detonante de un gran terremoto en la falla de San Andrés, en California.
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El escenario es el siguiente: el suelo en Seattle, Portland y Vancouver comienza a agitarse con una violencia inaudita durante varios minutos. Es un terremoto de magnitud 9 o superior en la zona de subducción de Cascadia (una megafalla de 1.100 km de largo). Mientras las costas del noroeste del Pacífico son devastadas por el sismo y un posterior tsunami masivo, la atención del mundo se centra allí.
Pero la pesadilla podría no terminar ahí, según el estudio. Horas, o incluso minutos después, el suelo comenzaría a temblar en California. La falla de San Andrés, la famosa y temida grieta que recorre el estado, se habría roto, desatando su propia catástrofe.
“Es difícil exagerar cómo sería un terremoto de magnitud 9 en el noroeste del Pacífico – explica Chris Goldfinger, paleosismólogo de la Universidad Estatal de Oregón y líder del estudio, en un comunicado -. Por lo tanto, la posibilidad de que se produzca además un terremoto como el de San Andrés es inimaginable".
El descubrimiento que vincula estas dos gigantescas fallas nació de una feliz casualidad. En 1999, durante una expedición para estudiar los terremotos antiguos de Cascadia, un estudiante de posgrado introdujo una coordenada incorrecta. El barco de investigación terminó 90 kilómetros al sur de su destino planeado, frente a la costa de Fort Bragg, California, en el territorio de la falla de San Andrés. Una vez allí, aprovechando la oportunidad, extrajeron un núcleo de las profundidades.
El núcleo de sedimentos extraído del cañón submarino Noyo reveló un patrón extraño e inesperado. Los científicos analizaron lo que se conoce como "turbiditas": capas de sedimentos depositadas por avalanchas submarinas de lodo y arena, desencadenadas por terremotos. Lo normal es encontrar una capa por cada sismo importante.
Sin embargo, en estos núcleos y, para su sorpresa, también en los de Cascadia, encontraron que muchas de estas capas aparecían en pares distintivos. Había eventos dobles: una capa de grano fino y, justo encima, otra unidad de grano muy grueso.
La datación por radiocarbono fue la clave. Reveló que muchos de estos pares de depósitos, al norte y al sur del cabo Mendocino (la frontera geológica entre ambos sistemas de fallas), se habían formado casi al mismo tiempo a lo largo de los últimos 3.000 años. La sincronización era demasiado precisa para ser una coincidencia.
Tras descartar otras explicaciones, el equipo de Goldfinger propuso una hipótesis que encajaba con el rompecabezas. Primer acto: un megaterremoto en Cascadia sacude la región, desencadenando una primera corriente de turbidez que deposita una capa de sedimentos (la capa inferior de grano más fino) en ambos fondos marinos.
Segundo acto: minutos u horas después, el enorme estrés liberado por el sismo de Cascadia viaja por la corteza terrestre y desestabiliza la falla de San Andrés, haciendo que se rompa. Este segundo terremoto, a su vez, genera una nueva y más potente avalancha submarina que deposita una segunda capa de sedimentos (la capa superior de grano grueso) justo encima de la primera.
El tiempo que separa estos dos eventos es crucial y aún se desconoce con exactitud. En algunos núcleos, la transición entre las dos capas es tan brusca que sugiere que el segundo terremoto pudo ocurrir en cuestión de minutos u horas después del primero.
De confirmarse, esto pintaría un escenario de pesadilla para la gestión de emergencias: dos de los terremotos más potentes imaginables en Norteamérica, sacudiendo casi toda la costa del Pacífico en rápida sucesión, sin tiempo para recuperarse entre uno y otro.
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