
Psicología
Esto es lo que tus emojis revelan sobre tu inteligencia según la Universidad de Indiana
Según la investigación, las personas con mayor inteligencia y un apego seguro utilizan emojis con mayor frecuencia, pero el estudio presenta serios problemas

No son pocos quienes, de vez en cuando, confiesan no creer en la psicología. No importa cuánto la haya ennoblecido la buena ciencia o que otras disciplinas con mejor fama muestren las mismas virtudes y defectos. Todo el gran trabajo de algunos psicólogos cae por tierra cuando, sus mismos colegas, pregonan haber realizado “investigaciones” como la que nos ocupa hoy. Y es que, el Instituto de Kinsey y la Universidad de Indiana han estado estudiando lo que los emojis que usas pueden decirnos sobre tu personalidad. Aunque, para ser justo, el enfoque exacto es algo menos banal: las posibles correlaciones entre determinados perfiles demográficos y la cantidad de emojis utilizados en sus conversaciones informales.
En ciencia no todo debe ser aplicable, pero cabe exigir que la información que revele sea rigurosa, que nos aporte un mínimo de seguridad. En este caso, la conclusión que enuncian al final del artículo es sencilla: Los resultados revelaron que las personas con mayor inteligenciaemocional y un apego seguro pueden utilizar emojis con mayor frecuencia. ¿Te sientes identificado? Podríamos quedarnos tan satisfechos con este remate si no fuera que no hay por dónde cogerlo.
No solo una cuestión de términos
En primer lugar: el concepto inteligencia emocional proviene de un mal uso del término “inteligencia” popularizado, en parte, por los trabajos sobre inteligencias múltiples de Martin Gardner de los que él mismo acabó renegando. Sería más adecuado hablar de “habilidades emocionales”. En segundo lugar, que, aunque la teoría del apego es valiosa, clasificar monolíticamente a las personas a través de los tipos de apego es un mal uso de la propia teoría, porque no todas nuestras interacciones siguen un mismo tipo de apego en todo momento. Aunque la primera corrección semántica puede ser pasada por alto, la segunda nos enfrenta a una frase carente de sentido. ¿Quiénes son exactamente esas personas con apego ansioso de las que hablan? La respuesta es, por lo que indican en el propio artículo: quienes así lo consideren.
Y es que los problemas de aquella conclusión que nombramos en el segundo párrafo no terminan con lo semántico. En el propio artículo reconocen que su metodología ha sido más bien pobre. No lo dicen con esas palabras, por supuesto, pero en su lugar enumeran la larga lista de sesgos que pueden afectar a los resultados y que, resumiendo, hacen que no representen a la población real y que, en realidad, sean más bien el reflejo de varones blancos heterosexuales con formación superior y angloparlantes. Y, como el tipo de apego de cada sujeto fue registrado por los propios sujetos (autorreporte), a través de unos cuestionarios con preguntas para que reflexionaran sobre sus comportamientos y sentimientos en relaciones interpersonales, tanto románticas como no románticas. En cuanto a la “inteligencia emocional”, reconocen que no han utilizado la escala ideal para medirla. Nada de esto sería terrible por sí solo, pero sumando todas las limitaciones, la fiabilidad del estudio cae bastante en picado.
El voto de confianza
Sin embargo, la cuestión es más compleja. Imaginemos que la muestra hubiera sido incluso mayor y no de 320 sujetos demográficamente sesgados reclutados por internet en tres días durante un periodo vacacional. Imaginemos que se hubieran utilizado las herramientas psicométricas adecuadas e imaginemos que los resultados hubieran salido incluso más significativos que los de este estudio, pues ellos mismos reconocen que el uso de emojis está mediado por un gran número de factores que hacen relativamente poco relevante basarse solo en la “inteligencia emocional”. Pues bien, incluso así tendríamos otro problema, y es que en el mejor de los casos el resultado apelaría a una suerte de población ideal, sin “desviaciones” de la media.
Dicho de forma sencilla: no se tienen en cuenta las muchas neurodivergencias que salpimientan a la verdadera población. ¿Puede ser el uso de emojis realmente indicativo de una baja inteligencia emocional en, por ejemplo, una persona con depresión? ¿Cómo se relacionan las personas con trastorno del espectro autista con este tipo de comunicación simbólica? ¿Cómo es posible que no debamos aplicar un factor corrector en función de la edad o la penetración tecnológica que haya en el lugar donde habita el sujeto de estudio? La respuesta es: posiblemente no. Lo cual, nos hace volver a la duda inicial: ¿Por qué hacer este tipo de investigaciones? El problema no es necesariamente el contenido, sino la calidad metodológica, que no solo es cuestionable, sino que los propios investigadores son conscientes de ello.
El sistema académico está pervertido y, en él, la publicación compulsiva de investigaciones a medio cocer responde a la necesidad de conservar un trabajo donde no se pide calidad, sino cifras. Y, mientras tanto, los periódicos se hacen eco de notas de prensa optimistas y la confianza del público en la ciencia cae, si cabe, un poco más.
QUE NO TE LA CUELEN:
- La psicología es ciencia y a sus espaldas reúne una infinidad de estudios rigurosos, estadísticamente honestos y metodológicamente bien diseñados. Sin embargo, la ciencia la hacen personas y, a veces, su trabajo deja mucho que desear, ya sea por limitaciones personales o externas.
REFERENCIAS (MLA):
- Dubé, Simon, et al. "Beyond Words: Relationships between Emoji Use, Attachment Style, and Emotional Intelligence." PLOS ONE, vol. 19, no. 12, 4 Dec. 2024, e0308880. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0308880.
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