Luna
La Luna está cambiando de forma inesperada, y hay un culpable claro: la Tierra
Un sorprendente hallazgo revela la presencia de óxido en los polos de la Luna, un fenómeno que los científicos atribuyen al oxígeno que se escapa de la atmósfera de nuestro propio planeta y viaja hasta el satélite
La Luna podría ser la clave para desentrañar el pasado de nuestro propio planeta. El reciente hallazgo de hematita, una forma de óxido de hierro, en sus polos sugiere que nuestro satélite funciona como un valioso registro histórico que permitiría a los científicos estudiar la evolución de la atmósfera terrestre a lo largo de milenios. Este descubrimiento, que a primera vista parece una simple curiosidad geológica, abre una puerta inesperada al conocimiento de nuestro mundo. Este fenómeno demuestra que las interacciones espaciales pueden revelar secretos sobre nuestro mundo, de forma similar a como los extraños bloques invertidos en el fondo del océano obligan a los científicos a repensar la geología terrestre.
De hecho, la presencia de óxido en un entorno sin oxígeno ha sido un verdadero rompecabezas para la comunidad científica. La corrosión es, por definición, un proceso que requiere de este elemento, del que la Luna carece por completo. La respuesta a este enigma cósmico, sin embargo, no se encontraba en el espacio profundo, sino mucho más cerca: la culpa es de la Tierra. Este tipo de hallazgos se suman a otros enigmas que desafían a los astrónomos, como el reciente descubrimiento de misteriosos puntos rojos en el espacio que podrían ser galaxias tempranas.
En este sentido, la principal hipótesis apunta a que el oxígeno de nuestra atmósfera superior se escapa y emprende un viaje de más de 380.000 kilómetros hasta alcanzar la superficie lunar. Lo hace a través de un corredor invisible creado por la «magnetocola», una prolongación del campo magnético terrestre que se extiende como una estela protectora, una idea que comparten desde ScienceAlert en sus análisis.
Un escudo magnético que protege y transporta
Asimismo, este fenómeno se intensifica de manera notable en una fase lunar muy concreta. Es durante la luna llena, durante un periodo de unos cinco días cada mes, cuando nuestro satélite atraviesa esta magnetocola. Al hacerlo, queda temporalmente resguardado del bombardeo constante de partículas que emite el Sol.
Además, el papel de esta estela magnética es doble. Por un lado, canaliza el oxígeno terrestre directamente hacia los polos lunares, explicando por qué la hematita se concentra en esas zonas. Por otro, actúa como un formidable escudo que bloquea el 99 % del viento solar, una corriente de hidrógeno que en condiciones normales impediría cualquier forma de oxidación en la superficie.
Esta teoría, lejos de ser una mera conjetura, ha sido refrendada mediante experimentos en laboratorio. Las pruebas han confirmado que los iones de oxígeno son capaces de transformar los minerales lunares ricos en hierro en hematita y que, una vez iniciado, el proceso de oxidación es irreversible, incluso ante la acción del hidrógeno del viento solar. El hallazgo de agua cerca de estos depósitos de óxido refuerza aún más el modelo, al ser un posible subproducto de la reacción.