Exploración espacial

Misión Atremis II a la Luna: ¿Por qué deberíamos volver?

Más allá de las razones científicas y tecnológicas, hay otras que tienen que ver con el futuro de la humanidad. Y con la lucha contra la demagogia.

La huella de pisada del astronauta Buzz Aldrin sobre la superficie lunar.
La huella de pisada del astronauta Buzz Aldrin sobre la superficie lunar.larazon

Como padres y madres, hacemos a menudo promesas que sabemos, seremos incapaces de cumplir: “Nunca te pasará nada malo”, “No voy a dejar que sufras”... Y lo sabemos de forma inequívoca. Pero aun así lo hacemos. Cuando mi hija pequeña tenía 5 años le prometí que de mayor podría viajar a Marte. Obviamente, es un objetivo muy lejano y probablemente irrealizable. Y, pese a ello, lo prometí. Pero con los viajes a la Luna es distinto. Por varios motivos.

Lejos de la demagogia simplista de “para qué ir a la Luna con los problemas que hay en la Tierra”, hay una realidad muy fácil de desarmar. Lógicamente, volver a suelo selenita es caro. Muy caro. Y ese dinero se podría usar con otros objetivos. Pero…

El argumento del dinero se desmonta fácilmente. El presupuesto Anual de la NASA para el año fiscal 2024, fue de casi 25 mil millones de dólares. Por su parte, el delprograma Artemis es de 8 mil millones de dólares. Este presupuesto cubre todo el programa: el cohete SLS, la cápsula Orion, el desarrollo de los trajes espaciales, la estación Gateway, y los contratos con empresas privadas como SpaceX para el módulo de alunizaje Starship HLS.

Ahora, si lo comparamos con el presupuesto Anual de Defensa de Estados Unidos, unos 886 mil millones de dólares, Artemis “apenas” representa el 1% y el presupuesto total de la NASA no llega al 3% de lo que se gasta en Defensa. El Departamento de Educación de Estados Unidos, por su parte, tiene un presupuesto de 268 mil millones, mientras que el gasto nacional en salud, de EE.UU. superó los 5 billones.

Para visualizarlo mejor, si el presupuesto federal total es un pastel de 100 dólares, Defensa se lleva unos 15 dólares de ese pastel, Educación poco menos de 5 y toda la NASA (ciencia terrestre, telescopios, estación espacial, exploración planetaria, aeronáutica, etc.), se queda con unos 40 céntimos, de los cuales, apenas 13 van para el programa Artemis II.

De este modo, asumir que el dinero estaría mejor destinado en la Tierra no es cierto: en todo caso sería interesante hacer una distribución del que se destina a otros sectores, como el de Defensa: Estados Unidos gasta en esta área más que los siguientes nueve países juntos, incluyendo Rusia y China.

Regresar a la Luna sería importante por razones científicas. Nuestro satélite es una cápsula del tiempo geológica. Sin atmósfera significativa, sin erosión por agua o viento, su superficie ha preservado durante miles de millones de años la historia del sistema solar interior. Instalar telescopios en la cara oculta de la Luna sería un sueño para los astrónomos. Estaría protegida de forma natural de las interferencias de radio y la contaminación lumínica de la Tierra, permitiendo observar el universo primitivo con una claridad sin precedentes.

También habría motivaciones tecnológicas y económicas. Debemos aprender a vivir allí antes de explorar otros planetas. Esto significa practicar cómo extraer agua del hielo en los cráteres polares, cómo usar el regolito (el suelo lunar) para construir estructuras o imprimir hábitats en 3D, y cómo cultivar alimentos en un entorno radicalmente hostil. Fallar en la Luna, a solo tres días de distancia, es infinitamente más seguro y barato que fallar en Marte.

Aunque suene a ciencia ficción, la Luna es rica en Helio-3, un isótopo no radiactivo que podría ser el combustible ideal para la futura fusión nuclear segura. Dominar este recurso podría resolver los problemas energéticos de la humanidad durante siglos.

El precio, nunca mejor dicho, es astronómico, pero la exploración espacial no es un gasto, es una inversión y en este sentido hay que recordar la máxima de Juan Enriquez, del MIT: “Un país no invierte en ciencia porque es rico, es rico porque ha invertido en ciencia”. Las tecnologías desarrolladas para el Apolo (circuitos integrados, imágenes médicas, herramientas inalámbricas) revolucionaron nuestras vidas y generaron una riqueza económica que superó con creces la inversión inicial. Un programa lunar moderno impulsaría la inteligencia artificial, la robótica, la medicina a distancia y la energía sostenible. Y la educación.

Entre el anuncio de Kennedy del programa lunar y la llegada a la Luna en 1969, el número de estudiantes y graduados en carreras vinculadas a STEM (ciencia, tecnología, matemáticas e ingeniería) se duplicó en lo que se conoce como el Efecto Apolo, un evento que inspiró a varias generaciones a dedicarse a la ciencia. Y a creer en ella. Algo que no vendría nada mal en estos tiempos.

La Tierra es la cuna de la humanidad, pero uno no puede vivir en la cuna para siempre. La Luna es la puerta de salida al jardín de infancia del sistema solar. Es hora de abrirla. La discusión real no es si podemos permitirnos no explorar el cosmos, sino si como sociedad creemos que dedicar, aunque sea un céntimo menos de cada dólar de defensa para la ciencia y también para la NASA, cambiaría todo el sistema. O cambiaría todo el sistema…

El verdadero valor de pisar la Luna en 1969, no fue solo traer rocas, sino sembrar la semilla de la curiosidad en millones de cerebros. Esa inversión en capital humano, en esas mentes que luego impulsaron la revolución digital y tecnológica, tiene un valor incalculable que perdura hasta hoy. Regresar a la Luna no es solo repetir una hazaña; es encender la chispa de la próxima generación de exploradores, inventores y soñadores. Yver si con ello puedo finalmente cumplir una promesa imposible y llevar a mi hija a Marte.