Antropología

Reconstruyen la cara del “primer catalán” de 12 millones de años

Gracias a unos modelos computacionales se ha reconstruido el cráneo de un Pierolapithecus catalaunicus, el primer representante de nuestra familia

De izquierda a derecha, el cráneo de Pierolapithecus poco después de su descubrimiento, después de la preparación inicial y después de la reconstrucción virtual.
De izquierda a derecha, el cráneo de Pierolapithecus poco después de su descubrimiento, después de la preparación inicial y después de la reconstrucción virtual.David Alba (izquierda), Salvador Moyà-Solà (medio), Kelsey Pugh (derecha)Eurekalerthttps://www.eurekalert.org/multimedia/1002054

Un grupo de investigadores del Museo Americano de Historia Natural, Brooklyn College e Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont han logrado reconstruir el cráneo de uno de nuestros antepasados más remotos. Su nombre es Pierolapithecus catalaunicus y, como su nombre indica, vivía en lo que ahora son tierras catalanas hace 12 millones de años. Para hacernos una idea: nuestra especie apareció hace 300.000 años y el primer homínido con rasgos plenamente humanos, el Homo erectus, surgió hace solo 1,8. Es más, nuestros antepasados se separaron de los antepasados de los chimpancés hace únicamente 4,5 millones de años. El Pierolapithecus era mucho anterior y, a tenor de los últimos estudios, podría ser uno de los primeros representantes de la familia Hominidae, la cual incluye a los grandes simios y a nosotros mismos, los humanos.

En realidad, los restos de este Pierolapithecus catalaunicus fueron encontrados en 2004, pero hasta ahora no se había podido estudiar en detalle los rasgos del cráneo. El motivo es que sus huesos faciales (el esplacnocráneo) están quebrados y superpuestos entre sí en un amasijo difícil de recomponer. Ahora, gracias a técnicas de imagen y de computación, este grupo de investigadores ha logrado definir el contorno de esos fragmentos y montarlos digitalmente, ofreciéndonos, por primera vez en millones de años, la cara del Pierolapithecus catalaunicus al que podríamos llamar, poéticamente, el primer catalán. No obstante, el hito va mucho más allá, porque la importancia del fósil recae en que, junto con el cráneo se encontró también parte de su esqueleto corporal. Normalmente se encuentran huesos aislados, por lo que poder vincular un cráneo a su correspondiente cuerpo supone una oportunidad de oro para la paleoantropología.

Un TAC muy postmortem

El primer reto era perfilar cada fragmento de hueso que componía ese amasijo al que llamamos cráneo. Por desgracia, la mineralización había fijado algunos en posiciones complicadas, tapándose entre sí y complicando la tarea. Por suerte, la tecnología resolvió hace tiempo un problema similar, porque en los hospitales los radiólogos están más que acostumbrados a “fotografiar” objetos que no se ven a simple vista. No es lo mismo atravesar con radiación tejidos blandos para observar los huesos que hay en su interior que atravesar piedra para diferenciarla de más piedra. Por suerte, hace tiempo que este tipo de técnicas se han adaptado a las necesidades de la paleoantropología e, incluso, de la arqueología. En concreto, más que una radiografía se hizo una gran cantidad de ellas desde distintos ángulos, un proceso que técnicamente conocemos como “tomografía computarizada” o “TC”, aunque popularmente no suena más por su antiguo nombre “TAC”, antes de que perdiera esa “A” de “axial”.

De ese modo, los expertos pudieron contornear cada fragmento y digitalizar las piezas del puzle. No obstante, reconstruir la cara no sería tan sencillo como unir las piezas de un puzle. Imaginemos, más bien, un rompecabezas donde faltan algunas piezas y, las que hay, se han deformado un poco por el paso del tiempo. Unirlas por medios humanos habría sido un verdadero suplicio, por lo que los investigadores recurrieron a la inigualable velocidad de cómputo del silicio. Para guiar la reordenación de todos esos pedazos de cráneo, el ordenador tomó como referencia el esplacnocráneo de otras especies de simios, tanto modernos como extintos.

A medio camino entre nosotros y ellos

El resultado ha sido un éxito. Aunque no podemos estar seguros de cómo era realmente el cráneo de un Pierolapithecus catalaunicus, podemos estar bastante seguros de que se parecía a la reconstrucción informática de este trabajo. Gracias a ello, los investigadores han podido compararlo con otras especies. Así es como han llegado a la conclusión de que la cara de esta especie tenía un tamaño y una forma cercanas a las de especies realmente antiguas de la familia Hominidae. Eso lo convierte en uno de los primeros representantes de nuestra familia y, posiblemente, lo ubica tan cerca y tan lejos de nosotros como de los grandes simios modernos.

Este estudio ha supuesto una inyección de información muy relevante sobre la historia evolutiva de nuestra especie, pero no termina aquí, porque esta ciencia, como tantas otras, consiste en puzles dentro de puzles. Hemos resuelto el de los huesos faciales del Pierolapithecus catalaunicus, pero, si subimos de escala, veremos que era solo una pieza de un rompecabezas mayor, el de nuestro árbol genealógico, ese que responde, al menos en parte, a las eternas preguntas de quiénes somos y de dónde venimos.

QUE NO TE LA CUELEN:

- Solemos infraestimar la cantidad de especies que han existido, sobre todo si tenemos en cuenta que a ellas se pueden sumar subespecies y una gran variabilidad interindividual.

REFERENCIAS (MLA):

- "The reconstructed cranium of Pierolapithecus and the evolution of the great ape face" Proceedings of the National Academy of Sciences. 10.1073/pnas.2218778120