Sociedad

Todo cambia, salvo nuestro sistema judicial

Necesitamos una reforma que refuerce la independencia judicial respecto a la administración prestacional, una reforma que mire al futuro

Gonzalo Sancho Cerdá, magistrado
Gonzalo Sancho Cerdá, magistradoLa RazónLa Razón

Es necesario que la Justicia sea objeto de una reforma de calado, que permita adaptarse a las circunstancias cambiantes, a los incrementos o disminuciones de trabajo en según qué momentos y qué materias, una organización que se adapte a la realidad territorial y las posibilidades de movilidad de las personas, no siempre el principio de cercanía es el mejor. Necesitamos una organización que optimice los recursos materiales y personales, que sea eficaz y eficiente, que se asemeje a los sistemas judiciales de nuestro entorno.

Una reforma que refuerce la independencia judicial respecto a la administración prestacional, una reforma que mire al futuro.

Los ciudadanos necesitan un Poder Judicial fuerte, eficaz e independiente. Sí, para los que saben de esto, me refiero a los tribunales de instancia y otras muchas cosas más, pero no les quiero aburrir aquí con cuestiones técnicas, solo poner de relieve que el ciudadano que paga sus impuestos, exige de sus representantes públicos que hagan reformas para hacer eficientes los recursos.

Los tiempos Nuevo lo imponen. Imagínese que su empresa tiene una organización territorial propia del siglo XIX, que en cada departamento hay tres grupos de empleados sin un jefe común. Imagínese que quien parece ser el director del departamento desconoce cuándo se toman vacaciones los empleados y no decide sobre si las toman o no.

Ese mismo director no decide su agenda, o mejor, otros están empeñados en dirigirla. Imagínese que cuando hay un incremento de trabajo en un departamento no se puede distribuir a otro departamento, aunque se dedique exactamente a lo mismo. Imagínese que cualquier cambio de recursos personales o materiales implica una burocracia exasperante. En su empresa los clientes se someten a un sorteo antes de hacer el pedido y de ello depende que se cumpla en tres, seis o nueve meses y, además, de la población en que reside el cliente depende que su servicio este o no especializado.

Imagínese que cada departamento territorial tiene un sistema informativo distinto y no siempre compatible. Imagínese que quien toma las decisiones no dispone de un presupuesto para hacerlas efectivas.

Y así podríamos continuar… Todo eso y algunas cosas más se dan en la organización de los juzgados y tribunales españoles. La realidad social cambia, el tráfico económico cambia, el modo de litigar cambia, las relaciones de consumo cambian.

Todo cambia, salvo nuestro sistema judicial. En nuestro sistema judicial hay parches, retoques, remiendos, pero no hay cambios.

Seguimos en un sistema que se funda en principio de territorialidad y organización de trabajo propios del siglo XIX. Sí, ya no hay máquinas de escribir y las notificaciones se hacen de forma telemática (por cierto, no todas) y otros avances tecnológicos, pero el sistema es el mismo.

Los esfuerzos personales mantienen a flote el sistema, pero no se trata de subsistir, no se trata de remendar, no se echa vino nuevo en odres viejos. Me dirán que no es momento, yo pienso que el momento ya pasó y que cada día que pasa es peor.