Cultura
Pozos de nieve, el negocio del hielo en las montañas de la Comunidad Valenciana
Las cavas fueron utilizadas durante siglos para conservar la nieve. La Sierra de Mariola (Alicante) conserva algunas de las más hermosas de toda la península
Hoy en día abrimos la nevera, metemos agua, zumo, refrescos, comida, leche... Volvemos en unas horas, incluso unos días, y allí sigue todo. Fresco, en perfecto estado de conservación. Son algunas de esas maravillas que nos trajo la electricidad y que ni siquiera vemos, porque no hemos conocido el mundo sin ellas.
Pero existió. Hubo un tiempo -no tan lejano- en el que no había electricidad, o esta no llegaba a todas las casas. Entre los siglos XVI y XIX las llamadas cavas o neveros en la montaña, agujeros en la tierra aislados del exterior, eran el sistema para conservar la nieve, y con ella, todos aquellos productos perecederos que había que conservar.
Según el artículo de la revista Mètode de la Univeristat de Valencia, Cavas, pozos de nieve y ventisqueros, los textos históricos ya nos hablan de que en Grecia y durante el Imperio romano se utilizaba la nieve en abundancia con fines terapéuticos. Y parece ser que la llegada de estas construcciones -como tantas otras cosas- a la península Ibérica, fue gracias al Islam.
Con el tiempo, aparte de para conservar alimentos, y los fines medicinales, el hielo empezó a usarse también para fabricar alimentos, como helados, horchatas y refrescos.
De esta manera, el comercio del hielo se fue convirtiendo en una importante fuente de ingresos y, como consecuencia, sujeto a tributación. Se construyeron grandes neveras de propiedad municipal para el suministro de las ciudades más pobladas: Xàtiva, Gandia, Alzira, Castellón o Valencia, por ejemplo, arrendaban sus cavas a los que ofrecían mejores condiciones.
Se trataba de todo un sector económico con gran creación de empleo -dentro del contexto de la época- ya que implicaba su construcción, mantenimiento, distribución y comercialización.
El cambio climático producido entre los siglos XVII y XVIII, periodo conocido como la Pequeña Edad del Hielo, más frío y lluvioso, fue decisivo para la creación de una importante red de pozos de nieve y ventisqueros. La literatura geográfica y la histórica coinciden y la construcción de pozos a alturas inferiores a 800 metros, un 28,7% de todos los existentes, corrobora este cambio climático.
De hecho, sorprende en muchos casos los puntos en los que hoy en día encontramos neveros en la Comunidad Valenciana, a unas cotas a las que nosotros, nunca hemos visto nevar. ¿Podría entenderse hoy que en la ciudad de Valencia entrasen diariamente cinco toneladas de nieve convertida en hielo, durante todo el año, procedentes de los ventisqueros de la Bellida, en Sacañet? ¿O que los profundos pozos de Mariola, Aitana, el Benicadell o el Port de la Carrasqueta fuesen colmatados de nieve para el suministro de hielo a ciudades como Alzira, Xàtiva, Alcoi o Gandia? Cuanto menos resulta sorprendente, en especial cuando observamos estas construcciones, su magnitud y su abundancia en nuestras montañas, a veces, muy cerca del mar.
La importancia económica llegó a ser tal que se constituyó el Gremio de Neveras, con legislación y ordenamiento propio. Con la aparición de las fábricas de hielo artificial, a finales del siglo XIX gracias a la electricidad, el comercio de la nieve natural entró en una crisis de la que ya jamás volvió a recuperarse. Hasta 1930 se tiene constancia de un consumo local en Els Ports y en la Tinença de Benifassà, que desapareció completamente apenas unos pocos años después.
Cavas en la Sierra de Mariola
En la Sierra Mariola se conservan varias de estas cavas o pozos de nieve. De todas ellas, destaca la Cava Gran de Agres, que es el pozo de nieve mejor conservado de la provincia de Alicante y uno de los emblemas de la Serra Mariola.
Este nevero es el emblema del Parque Natural de la Sierra Mariola, mal llamado Cava Arquejada. Se sitúa en pleno parque natural dentro del término municipal de Agres y data del siglo XV. Es uno de los más grandes y es el que tiene mejor estado de conservación. Además, es el primer museo al aire libre en la Provincia y su entrada es libre. Tiene unas dimensiones de 14′90 m. de diámetro, 12 m. de profundidad, 1.960 m3 de capacidad y se mantuvo su uso hasta 1906.
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