Amamantando la vida
¿Qué hacer si no come y solo quiere teta?
Puede ser una buena oportunidad para ofrecer al bebé la alimentación que toma el resto de la familia
Antes de preocuparnos en exceso, si tu bebé se niega a comer otros alimentos aparte de tu leche, prueba a darle los mismos alimentos que coméis los adultos, en forma de papilla o bien pisados o a trocitos pequeños.
Los hábitos alimentarios sanos comienzan en los primeros años de vida; y no hay mejor inicio, ni alimento más equilibrado nutricionalmente que la leche materna, alimento específico para la especie humana que por sí solo aporta todos los nutrientes para un crecimiento sano y adecuado, favoreciendo el neurodesarrollo del bebé, reduciendo a su vez el riesgo de padecer enfermedades no solo en la infancia sino también en etapas posteriores de la vida. Por ello, todos los bebés deberían alimentarse con leche materna de forma exclusiva los primeros seis meses de vida. Y esta debería continuar hasta al menos los dos años de edad. No obstante, la leche materna (o en su defecto la leche artificial) debe complementarse con diferentes alimentos inocuos y nutritivos, a partir de los 6 meses, no porque a los seis meses la leche materna pierda valor nutricional, sino debido a que, el bebé necesita un aporte extra de determinados nutrientes, como hierro y zinc.
A pesar de que es cierto que la leche materna contiene menos hierro que la de vaca, su biodisponibilidad es muy buena, ya que, se absorbe el 80% del hierro a diferencia del 30% en la leche de vaca y del 10% en las leches de fórmula. La leche materna contiene además lactoferrina, una proteína que favorece la absorción del hierro y tiene actividad inmunomoduladora y antiinflamatoria, actuando también como agente antibacteriano, ofreciendo inmunidad al lactante mientras su propio sistema inmune se hace competente. Asimismo, la naturaleza previsora, transfiere una reserva de hierro al lactante, justo en el momento del nacimiento a través del cordón umbilical pasando sangre de la madre al bebé llena de nutrientes y hierro, para que este pueda mantenerse sin carencias y sano durante los primeros seis meses, momento en el cual iniciara la alimentación complementaría, por ello, es tan importante introducir cuanto antes alimentos que sean ricos en este mineral.
Sobre este punto resaltar que la alimentación del lactante de los seis meses al año de edad debe “complementar” no “sustituir”, principalmente, la leche materna, puesto que esta, debe de ser el principal alimento del bebé menor de un año. Situación que a partir del año de edad se invierte, siendo la leche materna un alimento más en la dieta del niño/a.
Con ello no quiero decir que como nutriente la leche materna no sea importante, al contrario, esta aporta un 40% de los nutrientes esenciales, a la vez que sigue proporcionando grandes beneficios inmunológicos, contribuyendo a una menor incidencia de infecciones comparando con los niños/as que no son amamantado, ventajas en la salud que se mantienen años después del destete. A la vez, está demostrado que la leche materna favorece el neurodesarrollo, no existiendo ningún perjuicio, muy al contrario, seguirá aportando muchos beneficios tenga la edad que tenga el lactante. Beneficios que se extienden a la madre, ya que, a más meses de lactancia también la madre tiene un menor riesgo de padecer cáncer de mama, ovarios y otras patologías como la artritis reumatoide, hipertensión, diabetes, obesidad o síndrome metabólico entre otros.
Con todo lo dicho, me gustaría animar a las madres a continuar amamantando, pero deseo transmitir que, a partir del año de edad, aun siendo la leche materna un nutriente valiosísimo no debe ser la base de la dieta del bebé, porque, con ello corremos el riesgo de que el lactante padezca malnutrición y que la madre se sienta esclava de un lactante excesivamente demandante.
Y es en este punto donde me encuentro con madres desesperadas porque su bebé que comía muy bien, ahora rechaza comer, volviendo a tomar casi exclusivamente pecho. Como puntos clave, resaltaría, que puede ser una buena oportunidad para ofrecer al niño/a la alimentación que toma el resto de la familia, por supuesto adecuada a las características de cada bebé y nutricionalmente equilibrada.
Aunque me gustaría señalar que es normal pasar por determinadas etapas en las cuales el niño/a come menos, especialmente alrededor del año de vida, momento en el cual su ritmo de crecimiento se vuelve más lento, y con ello puede que el interés por la comida también, “Si no tengo que crecer tanto, no necesito comer tanta cantidad”. Además, muchos bebés pueden estar cansados de las típicas y aburridas papillas de verduras con pollo o pescado. En este punto destacar que no es tan importante la cantidad como lo es la variedad.
La alimentación debe ser equilibrada, es decir incluir todos los grupos de alimentos, carbohidratos, frutas, vegetales, proteínas, lácteos y grasas, es decir, fomentar desde etapas tempranas el mantenimiento de una alimentación variada. Cuanto más prontamente empiece el bebé mayor de seis meses a experimentar esta variedad nutricional, mejor será su desarrollo conductual hacia los alimentos. De los seis a los doce meses de vida es un momento importante para establecer unos buenos hábitos de alimentación, etapa en la cual está desarrollando el gusto o rechazo hacia determinados alimentos, creando sus preferencias alimenticias.
Algo muy sabido para la industria alimenticia infantil y que en base a ello utiliza técnicas de comercialización y publicidad con el objetivo de estimular en los padres el consumo de productos en su gran mayoría poco o nada saludables y que van a tener un impacto directo en la instauración de hábitos de alimentación y consecuencias en la salud. Aquí es donde los padres no deben de dejarse influenciar por la publicidad e incorporar estos alimentos poco saludables a la dieta de sus hijos/as, e instaurar unos buenos hábitos de alimentación, enseñando desde edades tempranas a comer bien Para ello es fundamental que los hábitos y conductas nutricionales de la familia sean saludables, ser un buen ejemplo comiendo de forma equilibrada, porque los niños/as imitan a sus padres. Es primordial sentarse a la mesa juntos y que los alimentos que le ofrezcas, sean los mismos o lo más parecidos posibles a los que coméis vosotros, porque si le ofrecéis pure de verduras con pollo y vosotros coméis pizza, ten seguro que se interesara por tu comida y no por la suya.
Tampoco debéis frustraros ni obligarle a comer si rechaza un alimento que le es nuevo, mejor limitarse a ofrecérselo en otra ocasión. Aceptar texturas y sabores nuevos en ocasiones requiere probarlo más de una vez. Tampoco forzarlo si el alimento ya era aceptado con anterioridad, si ahora se niega a tomarlo, dejarle que exprese sus preferencias. La idea como padres es que sois quienes debéis escoger que debe comer, pero considerando que es vuestro hijo/a quien debe acotar la cantidad. Los bebés igual que pasan crisis de lactancia también pasas crisis de alimentación, y son momentos “transitorios” en los que no quiere tomar otra cosa que teta.
Tened en cuenta que de los seis a los doce meses suelen mostrar mucho mayor interés por la comida, etapa que debéis de aprovechar, porque a partir del año de edad es mucho más independiente y encuentra en su entorno cosas más interesantes que hacer que sentarse a comer, desea explorar un entorno que le es más atractivo, por lo tanto, mientras tenga un buen nivel de energía y esté creciendo con normalidad, lo más probable es que la pérdida de apetito sea un proceso natural y pasajero que no debe de alarmaros, si la alimentación que recibe el bebé es nutricionalmente equilibrada, es importante que consideréis que a partir de los 6 meses los bebés pueden comer prácticamente de “todo”, es decir los mismos alimentos que el resto de la familia, bien en forma de puré, triturados o a trocitos, eso sí, sin sal, ni azúcar ni miel, ni panela, ni tampoco edulcorantes artificiales.
Porque parece poco lógico acostumbrar al bebé a un tipo de comida para posteriormente, a partir del año de edad, cambiar a la comida familiar que puede que no sea nutricionalmente adecuada, es mejor adaptar desde el inicio de la alimentación complementaria la comida familiar al bebé.
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