Gastronomía
Reserva comprometida, compensación obligada
La reserva de una mesa es un acuerdo y si este se incumple es natural que una de las partes pueda aplicar una penalización
La reserva no encuentra ni el momento ni el camino del diálogo que merece. El teléfono continúa apagado. «Será posible», se oye desde la barra. A modo de película surrealista, el penúltimo capítulo lo vivimos el pasado sábado. En un nuevo y sorprendente giro de los acontecimientos, escuchamos al camarero llamar nuevamente, «Oiga van a venir, tienen una mesa para 20 personas desde las 14.00 horas». Quizás lo peor de esta situación es el atronador silencio. No hay nadie al otro lado qué de excusas, ni porqués del desastroso plante.
El jefe de sala aparenta una indefensión adquirida con la experiencia, en la que la rutina es el mejor bálsamo, a sabiendas de que la reserva ha sido pervertida. O sea, que no hay nada, salvo la reacción rabiosa. Asoman ya los primeros efectos al ver la recauchutada página del libro de reservas. Gana el cansancio y la desesperanza, infectando, quizás incurablemente, las bases de la convivencia de lo que queda de sobremesa. La falta de compromiso tiende a exhibirse, confiesa el camarero en un tono misterioso y hermético.
Todo iba a resultar bien, el plan era perfecto. Las cifras de la ocupación de la sala, «lo siento estamos completos», pasan del entusiasmo al rechazo. La fallida comparecencia se produce sin ninguna explicación. Sin duda, el coqueteo con la incomparecencia como uso y costumbre esta generalizado.
Se retratan coartadas de forma natural a través de una conversación telefónica en formato de «ping pong» desalentador, mientras escuchamos en la mesa de al lado, anular en tiempo real otra reserva que ya tenían programada en otro restaurante. Para los clientes que reservan en varios sitios de manera paralela el compromiso, sin depósito previo, apenas es hojarasca en el libro del restaurante, la fecha cerrada y el número de comensales representan apuntes en sucio, todo es un laberinto de vana contabilidad, mientras las reservas son hilvanadas de forma conductiva sin responsabilidad alguna y luego tararí que te vi. No hay grandes motivos para la esperanza, pues.
Aunque no debemos descartar un gesto de última hora que fomente el «gastro señorío» o la segunda oportunidad fruto de la vergüenza torera, prefieren no albergar esperanzas. Pasadas las dos horas, en pleno cierre, el criticado grupo de reservistas, pillado por un cruce de datos telefónicos, aparecen por la barra con el fin de pagar los daños colaterales de la sobremesa que no han consumado.
Nos trasladan que el tema se ha generalizado y resulta demasiado difícil hallar semejanzas, o precedentes de lo que han vivido durante estas fiestas de Navidad. Cuando el intercambio de renuncias, en tiempo y forma, del digo por el diego como excusa se convierten en un hábito, en un patrón de conducta de ciertos comensales, en una manera de proceder habitual, estamos perdidos.
La terrible cadencia de incomparecencias e incumplimiento de las reservas, se convierten en un sabotaje a la supervivencia de ciertos establecimientos. Resulta cuanto menos cuestionable la posibilidad de proponer una reserva obligada asentada económicamente. Por esto se hace necesario formalizar un pago previo de entre el 30% y 50 % del precio medio que permite salvaguardar el futuro del negocio.
Un motivo más, y nada pequeño que concluye con una fácil propuesta de solución al problema para evitar las pérdidas por cancelaciones. La única forma de persuadir estos comportamientos nos guste o no, es establecer de forma genérica un cobro al confirmarse la reserva anticipada de mesa. El coste se descontará luego del precio final. Sin olvidar que se debe contemplar la anulación y reembolso por causa de fuerza mayor real y sin ambigüedades. Una realidad difícil de rebatir por nadie.
No se inventa nada, ciertamente. El método es antiguo y tiene una probada efectividad ya en determinados restaurantes. Esta estrategia debe ser efectiva no solo para establecimientos que tienen una ocupación garantizada y alta fidelidad de los clientes a la hora de hacer la reserva, pues los clientes finalmente lo aceptarán como una garantía.
Vivimos en un mar de emails de confirmación, notificaciones y recordatorios como los SMS que incluyen la opción de cancelación de reservas por si presenta un contratiempo, pero esta no es la causa del cliente ausente. Las reservas difuntas convierten en reos del purgatorio empresarial a muchos establecimientos. Horas después, el restaurante sufre las consecuencias de este «inofensivo» olvido. Así que empecemos desde el principio. El cumplimiento sí que importa y sus consecuencias también. La reserva de una mesa es un acuerdo y si este se rompe, es natural que una de las partes pueda aplicar una penalización. Reserva comprometida, compensación obligada.
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