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Un Sherlock Holmes demasiado humano, querido Watson

Los herederos de Arthur Conan Doyle han denunciado a la plataforma por este filme, protagonizado por Hanery Cavill (Superman) y la actriz Millie Bobby Brown ("Stranger Things"), que cuenta la historia de la hermana pequeña del detective

«Enola Holmes» se estrenará en septiembre. En la imagen, Henry Cavill, Sam Claffin y Millie Bobbie Brown
«Enola Holmes» se estrenará en septiembre. En la imagen, Henry Cavill, Sam Claffin y Millie Bobbie BrownRCRC

Para muchos, un Sherlock Holmes con sentimientos es como un Hannibal Lecter vegetariano o un John McEnroe con bate de béisbol y no con raqueta. Hay cosas inconcebibles. La mente analítica del huésped de Baker Street necesita cocaína, no corazón. Eso lo sabe cualquier menda del instituto. Los de Netflix, que van a la audiencia, se han desmarcado con un filme sobre el detective y le han dado, aparte de agudeza mental y el cuerpazo de Superman (está interpretado por Henry Cavill), afectos. Y eso, aparte de innombrable, no va con la pipa. La cinta, «Enola Holmes», que aterrizará en la plataforma por septiembre o así, narra las aventuras de la hermana pequeña del resuelto investigador, que encarnará Millie Bobby Brown, actriz con nombre de rapero de la costa Oeste, protagonista de «Stranger Things», instagramer de éxito y no sé cuántas cosas de las redes sociales, la moda y mucho más que resulta imposible glosar en tan reducido espacio (y solo tiene 16 tacos, cuando alcance los treinta...).

Primer guerra mundial

El personaje de Enola se lo sacó de la manga una tal Nancy Springer, muy conocida por todos, ¿verdad?, tomando como excusa el universo del escritor para rubricar una serie de libros que gozaron de cierto éxito y en los que se asomaba hasta el amigo Watson. Pero eso de la compasión y el sentir es algo que Arthur Conan Doyle le imprimió a su figura a partir de la Primera Guerra Mundial, en las historias que publicó a partir de 1923. En la contienda, él perdió a su hijo mayor y a un hermano, y aquello tuvo su reflexión, sobre todo para un novelista que creía en el espiritismo y en comunicarse con el más allá, lo que mermó, todo sea dicho, la autoridad de un individuo que había aireado a los cuatro vientos las virtudes de la inteligencia racional y lógica. La consecuencia inmediata es que humanizó a un tipo que concibió con el alma de bronce y el cerebro de un ordenador cuántico, como si fuera una precuela de Terminator, pero con agilidad en los dedos para el violín, eso sí. Estos relatos, y aquí reside la cuestión fundamental, no están todavía libres de derechos y como el filme de Netflix refleja esta vertiente de Sherlock Holmes, los herederos del escritor han levantado el banderín de «stop», que es lo mismo que adelantar la mano para, mediante la oportuna demanda, poner el cazo.

El estreno ya no la va a detener nadie, y menos a esta altura de la película, nunca mejor dicho, pero la cosa tiene su ironía y ver cómo la ley, ella tan terrenal, tan asentada en los suelo de la realidad, con sus pragmáticos jueces y con su habitual inflexibilidad, es capaz de meterse por medio para impedir que se dote de sensibilidad a un fulano de la ficción,también tiene su aquel. En esto se ve que hasta los reinos de la imaginación están sujetos a las normas de lo humano, ya seas Mickey Mouse o Sherlock Holmes.