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¿Qué hacía Sylvia Plath en Benidorm?

Isabel Coixet escoge el encasillado enclave turístico para su nueva película
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Para Sylvia Plath, Benidorm era “una extraña mezcolanza de pobreza, limpia y llena de colorido, y hoteles color pastel, todo aparentemente como si lo acabasen de construir... Novísimo, con los más modernos estilos amalgamados a la sencilla arquitectura del lugar”. Lejos de la idea carnavalesca de ciudad caótica y desnivelada atestada de borrachos británicos y jubilados ociosos, de ese concepto encasillado de monstruosidad urbanística en el que ha estado siempre instalada la ciudad alicantina, la poeta estadounidense encontró certezas y descanso, pero también inspiración. Una sensación ligeramente parecida a la experimentada por Isabel Coixet durante el proceso de creación de su última película. “Cuando leí los diarios de Sylvia Plath descubrí lo de su estancia en Benidorm, al principio pensaba que era un error de imprenta”, reconoce la cineasta.
La película nace de un descarte, de un giro improvisado de timón: “Como yo quería hacer un documental sobre la destrucción del litoral mediterráneo, desde la Manga del Mar Menor hasta Cadaqués, esa era un poco mi idea principal. Entonces llegué a Benidorm con mi equipo con la intención de rodar unos planos y estructurar una especie de teaser. Quería vender este proyecto documental como serie. Contábamos con urbanistas, arquitectos, biólogos pero descubrí que iba a ser muy difícil hacer el documental, que se estaba empezando a parecer a un estilo National Geographic, que íbamos a necesitar muchos años y un gran equipo que yo no sabía cómo iba a conseguir”, explica.

Un amor a destiempo

En “Nieva en Benidorm” confluyen de manera armónica todos los elementos sintomáticos de la filmografía de Coixet. Desde conversaciones sobre la búsqueda, disecciones intimistas de la soledad o particulares maneras de observar la belleza que esconden las esquinas de la rutina hasta la intervención de personajes por cuya excesiva normalidad reconoce sentir auténtica pasión la catalana. En este caso, Timothy Spall (”The party”, “Mr. Turner” o “El discurso del rey”) es el encargado de representar a través del personaje de Peter al clásico hombre bueno, melancólico, obsesionado con la meteorología e involuntariamente solitario que recala en Benidorm después de perder su trabajo en un banco de Manchester para visitar a un hermano al que lleva años sin ver y que resulta estar desaparecido.
“Timothy se emplea como un auténtico orfebre a la hora de interpretar a un personaje mítico como Mr. Turner o a uno completamente normal. Eso es algo muy difícil de encontrar. Estamos acostumbrados a ver a otro tipo de personas en la gran pantalla, ¿qué es lo atractivo en el cine? Los malos, los esquizofrénicos… Y a mi me gusta la gente que no sobresale por nada, porque me parece que hay algo en esa grisura que forma parte de la vida del 90% de la población”, señala la directora. Observado a través de las gafas de Coixet, este destino turístico se transforma en un lugar atrayente y díscolo en el que puede nacer casi cualquier cosa, hasta el amor.
La autora de “Mi vida sin mi” resalta los puntos atrayentes del lugar: “descubrí una ciudad fascinante. Iba con todos los prejuicios del mundo y me di cuenta de que todos los mundos posibles cristalizan en Benidorm. Descubres a toda esa gente mayor que se siente fuera del gueto en el que se les va metiendo en el resto del país, el turismo barato de los ingleses a los que les da igual estar en Benidorm o en cualquier otra parte mientras la cerveza sea barata, los imitadores de Elvis, los estudiosos de Sylvia Plath…todas esas cosas que son terreno abonado para un cineasta de la tierra de la paradoja”. Uno de los puntos fuertes estética y simbólicamente hablando de la idiosincrasia arquitectónica del entorno resida tal vez en “La muralla roja”, ese edificio privilegiado por el cromatismo de sus muros y los juegos que la luz crea en su superficie construido por Ricardo Bofill en la década de los setenta donde vive Alex (Sarita Choudhury), la artista de burlesque británica de volcánica belleza cubana que obnubila a Peter.
“Peter se ha encerrado mucho en sí mismo y no concibe la posibilidad de vivir una historia de amor con alguien más joven. Creo que somos complicados y que sigue considerándose insólito, inusual y poco deseable que una persona con una determinada edad se enamore. Pero nunca, por cliché que pueda parecer, es demasiado tarde para el amor”, apunta el actor británico al otro lado de la pantalla. “A la gente le molesta todavía presenciar un amor romántico entre dos personas mayores. Se presupone que a esas alturas la gente tiene que madurar, la gente comenta aquello de “por favor, comportaos” (risas). Eso es una vergüenza. Y pensar ya en una relación física entre ellas casi te pone enfermo. Pero yo creo que cada vez hay más gente mayor y también joven sin prejuicios ni barreras”, añade.
A este marinero tardío con inconmensurable talento para la interpretación de personajes atormentados para quien Benidorm era como “una mezcla entre Las Vegas, Teherán y Blackpool”, el conocimiento sobre los fenómenos de serie le venía de serie: “Nunca me ha gustado la palabra “hobbie”, pero si tuviera que hablar de uno personal, diría mi barco. Con él he recorrido las islas británicas, he viajado desde las Islas del Canal hasta Vizcaya, pasado por Benidorm, recorrido España… Ahora está a Roma atracado. Gracias a esta afición he conseguido descubrir determinadas cosas relacionadas con el tiempo y sus consecuencias”. Nunca es tarde, como apunta Spall, ni siquiera para que el cielo de Benidorm se cubra de copos de nieve.

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