Santander

Así fue la forzada gesta de Damián Castaño y el regreso de Miura 20 años después

El salmantino corta una oreja y da una vuelta al ruedo

Damián Castaño
Damián CastañoLancesdefuturoArjona

Veintiún años hacía que los toros de Miura no atravesaban la península desde Lora del Río hasta llegar a Santander. Hacía cuatro días que Damián Castaño fue herido en la plaza francesa de Mont de Marsan y aún así decidió hacer el paseíllo en esta plaza y con esta gesta. Las cosas planetarias de la tauromaquia. El reencuentro de Miura no tuvo precio. Bueno, precio sí. Sin embargo, estuvo alejado de la leyenda negra y el peligro y salió al ruedo de la plaza de Cuatro Caminos un toro sin fuerza, que no apoyaba bien las manos y fue devuelto. Apenas un susurro de la brisa miureña. Apretó el segundo en el caballo, que corrió turno, y Escribano le sopló un par de banderillas bueno: el tercero al violín y al quiebro. Después el Miura fue noble y flojo y pasó por allí sin grandes aspiraciones. Menos mal que Manuel anduvo fino con él, con oficio, resolutivo y muy medido en los tiempos.

A portagayola se fue Escribano con el cuarto, que ya no era del hierro titular, sino sobrero de El Pilar. Y el gesto casi le sale caro, porque el toro se dio la vuelta presto y sin hacer concesiones. Arriesgó con los palos el sevillano y después el animal tuvo nobleza, pero mejor embroque que final por protestón debido a la falta de fuerza. Brindó Manuel a Juan del Val, que estaba en una barrera de la plaza, y la faena quedó en más intentos que una labor macerada. No había otra. Eso sí, tremendo de larga.

Manuel Escribano
Manuel EscribanoLancesdefuturoArjona

David Galván

David Galván se las vio con un segundo que se dejó hacer con nobleza y repetición y el gaditano lo vio claro desde el principio e hizo una faena a modo. Es verdad que en esa ligazón el toro no transmitía en exceso y quizá por eso tras la estocada salió a saludar.

Juan Carlos Rey se desmonteró después de un tercio de banderillas de vértigo. Volvíamos al terreno de los miura. Y el quinto de Galván tuvo media arrancada, no más. El torero la supo gestionar para aprovecharla y pasar el trago con una dignidad y solvencia tremendas. Pareció menos de lo que era la joya, pero ponerse al natural con esa incertidumbre de toro no era tarea sencilla. Ni agradable ni fácil. Desastre con la espada.

Una reaparición herido

Solo Damián Castaño sabía realmente cómo estaba de esa cornada sufrida hacía tan poco, pero estar en Santander para matar la de Miura tenía mucho mérito. Le vimos mermado de facultades, pero el doble mortal llegó con ese tercer toro raudo en la muleta para darse la vuelta en busca de presa. A la velocidad de vértigo tornaba la cara el toro. Pasamos miedo. Damián estaba cogido en cada muletazo y en uno de ellos le prendió. Por suerte encunado entre los pitones. Difícil situación y ¿necesaria?

Entró a la enfermería, pero para el sexto estaba de vuelta. El toro tuvo cosas buenas. Se desplazaba por el derecho como para montar faena y tenía su punto de guasa por el zurdo, por donde le amenazó más de una vez. Así lo vio Damián, que aprovechó el pitón bueno y se expuso también al malo. En la punta de la espada tenía la puerta grande.

Ficha del festejo

SANTANDER.4ª de feria. Toros de Miura, bien presentados. El 1º, bis, tan noble como soso; 2º, noble y repetidor; 3º, peligroso; 4º, sobrero de El Pilar, noble y protestón; 5º, complicado; 6º, bueno el derecho. Dos tercios.

Manuel Escribano, de verde y oro, pinchazo, estocada (saludos); pinchazo, estocada (saludos).

David Galván, de malva y oro, estocada (saludos), estocada defectuosa (silencio).

Damián Castaño, de de blanco y plata, pinchazo, estocada (oreja); pinchazo, estocada (vuelta)