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Aretha Franklin: abusos, depresión y mentiras, el martirio real que vivió la reina del soul

La biografía «no autorizada» de David Ritz profundiza en el maltrato físico que sufrió, sus embarazos de adolescente y las inseguridades que provocaron el legendario mal carácter de la reina del soul

Aretha Franklin
Aretha FranklinHANDOUTREUTERS

Su reputación es legendaria: la de una diva arrogante y fría, la reina despiadada del soul que gobernaba las listas y el género con mano de hierro. Aretha Franklin era, también, la mujer inescrutable, hermética, que ocultaba un gran dolor de origen desconocido que asomaba solo cuando interpretaba en el escenario. Una biografía no autorizada revela las heridas de la mujer más fuerte del mundo. «Aretha Franklin. Apología y martirologio de la reina del soul» (Libros del Kultrum) ya lo anuncia desde el principio. La vida de la hija del predicador estuvo marcada por varias heridas que sus allegados solo pueden intuir y que le revelaron a David Ritz, autor de la biografía «oficial» («Respect», no editada en España) de la cantante y de la «no autorizada», esta que acaba de ver la luz y que es fruto de los silencios que Ritz obtuvo cuando trató de profundizar con la reina del soul en los asuntos espinosos. Las preguntas sensibles sobre el abandono del hogar de su madre, su doble maternidad de adolescente, las palizas de su primer marido, Ted White, los golpes de su padre a Clara Ward, su amiga y estrella del góspel, nunca obtuvieron respuesta.

Ritz se propuso obtenerlas y trabajó durante años con el entorno de la cantante para saber, por ejemplo, de Barbara, la madre de Aretha, que abandonó a la familia cuando ella tenía solo diez años. Se marchó y falleció de un infarto pocos años después sin volver a ver a sus hijos más, pero los cuatro fantaseaban con que viajaban a Búfalo a verla. Inventarse una fantasía fue el mecanismo de defensa que utilizó Aretha contra la realidad el resto de su vida. El padre, C. L. Franklin, era un pastor que se convirtió en uno de los líderes de la comunidad negra de Detroit. Y, pese a su servicio, no era un hombre de una sola mujer, sino siervo de todas las parroquianas de su iglesia, si hacía falta. Era un afroamericano orgulloso de serlo y de su comunidad. Un hombre espiritual, un líder, un gran orador. Y comenzó a salir con Clara Ward, cantante de góspel pero también mujer frágil, tanto de salud como psicológicamente. «No me sorprendió que salieran juntos –dice B. B. King en el libro–. Lo que me dejó anonadado fue que, en el camerino, ella dijo algo que le molestó y él la golpeó tan fuerte en la cara que se cayó de rodillas al suelo». En la iglesia de su padre fue donde Aretha cantó por primera vez, siendo una niña, coincidiendo con la muerte de su madre. Transformó el dolor en arte y allí aprendió que llorar, gemir o desgarrarse no es indigno y nadie debe avergonzarse por ello.

Ray Charles y Billy Preston usaban la misma expresión para describir la escena góspel en los años 50: “el circo del sexo”. Ritz cita a Ray Charles: “En aquel entonces me gustaban las orgías, pero los del góspel tenían otra mentalidad. Acababan todos mezclados. No me parecía mal, pero me chocaba ver a aquella gente tan religiosa yendo tan a saco”. En ese ambiente, no es de extrañar que Aretha, que iniciaba su carrera en una caravana de artistas góspel, en gira por el país, resultase embarazada con trece años. “A nadie le gusta reconocer que a las ocho de la tarde estás alabando al Señor y una hora después estás dale que te pego”, dice Etta James, que compartió experiencia con ella y que asegura que ser hija de un predicador no era obstáculo a la promiscuidad, sino acicate para quitarse la imagen de mojigatería. Con 15 años, Aretha quedó embarazada por segunda vez.

Manager proxeneta

En la segunda mitad de los años 50, cuando Aretha ya ha cumplido los 18 años, los afroamericanos empiezan a buscar el progreso social y los derechos civiles. Confían en líderes de su comunidad, entre los que se cuenta C. L. Franklin, que envía a su hijo varón Cecil a la Universidad. Hasta ese momento, él era el que hacía de representante de una joven cantante que ha ido ascendiendo peldaños en la escena góspel. El reverendo, que sabe que está preparada, será quien se encargue de su carrera. Aretha canta como los ángeles y su padre mueve sus influencias para grabar un álbum con Columbia. Un año después, Aretha conoce a Ted White, un personaje de la calle, con una mano en el “show business” y otra en los asuntos más turbios de la noche, ámbitos a menudo mezclados en la época. El propio Berry Gordy, fundador de Motown, fue proxeneta antes que disquero. “Muchas de las cantantes que nos encantaban como Billie Holliday o Sara Vaughan tenían novios proxenetas. Era normal entonces”, cuenta Etta James. El carisma de estos personajes radicaba en que pagaban y protegían a sus chicas y se desenvolvían en el negocio, que era pura picaresca. Pero también las vendían y les pegaban. “Todas entendíamos aquello hasta que las palizas pasaban el nivel de tolerancia”, dice Etta James. Con 18 años y en plena rebeldía, Aretha quiere triunfar en el pop y cree que su padre no podrá nunca promocionarla fuera del góspel. Así que se entrega a White, elegante y confiado. Era un chulo de manual, un “pimp”. Educó a la joven cantante como Ike hizo con Tina Turner, la sofisticó. Y de igual manera Ike Turner, hizo de la vida de su mujer un infierno. Ambos estallaron cuando se dieron cuenta de que ya no podrían controlarlas más, que eran estrellas tan grandes que escapaban a sus cadenas.

Durante el espectáculo "VH1 Divas 2001: The One and Only Aretha Franklin"
Durante el espectáculo "VH1 Divas 2001: The One and Only Aretha Franklin"larazon

El objetivo de Aretha era el pop, pero tomó un desvío hacia el blues y el jazz primero. En Epic grabó algnos temas, muy sólidos, pero sin hits. Y cuando se liberó del contrato con Columbia, y llegó a Atlantic, el mundo tembló con el extraordinario disco “I Never Loved a Man the Way I Love You”, en el que Arteha no solo brilla como cantante sino que es autora de cuatro de las mejores canciones al contrario de otras mujeres del soul que solo brillaron como intérpretes. Y por supuesto, con el bombazo que fue “Respect”, una versión de Otis Redding llevada a un plano superior, hacia el himno, el fenómeno social. Y también testimonio íntimo, como asegura su hermano Cecil, que cree que la canción se refería a las constantes peleas con Ted White, quien se había aprovechado de la inseguridad de Aretha para dominarla. “En esa época seguía pegándole en público”, reconoce su hermano Cecil en la biografía. Como su padre había hecho con Clara Ward.

Productora no reconocida

El disco completo es una obra maestra del que a Aretha, además, le corresponde buena parte del mérito de la producción, de ese y de casi todos sus álbumes, que jamás fue acreditada pero reconocida en el libro por Jerry Wexler, su productor durante la primera mitad de su carrera. Tomó muchas de las decisiones más importantes. Sabía cuándo la sección rítmica iba tarde o cuándo se desafinaba la tercera trompeta. Eric Clapton pidió grabar las guitarras de “Lady Soul” sin su presencia de lo intimidado que se sentía por ella y su oído. Aretha tenía claro cómo quería sonar y sin embargo siempre le decían que ya era autora e intérprete, que no era importante que constase como productora. Pero lo era, y más que los firmantes. En su época, mandaban los productores y los artistas casi resultaban intercambiables, algo que no cambió hasta que llegó Marvin Gaye con “What’s Gong On” en 1971.

Aretha logró su corona, el sueño de hadas de una niña que siempre había querido triunfar en la música. Pero su sueño incluía sin remedio la desdicha familiar que le acompañaba desde que su madre les abandonó. En 1967, el año de su éxito sideral, atravesaba por un infierno doméstico. Aguantó la relación hasta un punto de no retorno. El proceso de divorcio, lejos de sanarla, la amargó. Bebía mucho y se mostraba hosca. Siguió dejando testimonio de su realidad en “Lady Soul”, que se abre con la inolvidable “Chain of Fools”, que no escribió ella pero es como si fuera suya. Habla de los años que estuvo con White pensando que sería el hombre de su vida para acabar dándose cuenta de que ella era solo el eslabón de una cadena de éxito de la que se lucraba él, y ella estaba presa. Por entonces, Aretha calmaba el dolor bebiendo para evitar la crisis nerviosa. Wexler la recuerda así: “Tiene unos ojos increíbles, unos ojos luminosos que ocultan un dolor indescriptible. Sufría depresiones muy fuertes. Ignoro qué se las producía, pero el dolor era tan presente como su aura musical”.

El milagro de “Amazing Grace”

Desaparecía repentinamente, sin dar explicaciones. “Tenía miedo de no estar a la altura. “Pensaba que no era ni guapa, ni buena cantante, ni buena madre. Tenía una inseguridad tremenda que calmaba bebiendo o yéndose por ahí una temporada y que luego volvía dando la imagen de diva indestructible”, explica su hermana Carolyn. Y entonces publicó «Amazing Grace» un disco totémico, el mayor trabajo de góspel de la historia, un verdadero templo en sí mismo, pero a la vez un bálsamo para ella. En la última temporada, Aretha había sufrido mucho las idas y venidas de Ted White, no cortar con la relación de una vez por todas. Y lo hizo cuando trabajó en el disco que también era una vuelta a la iglesia, a la infancia, al espíritu que había perdido. El disco y la gira son dos monumentos, como puede comprobar cualquiera que vea, por fin editada en 2018, el filme que grabó de ello Sydney Pollack.

Pero su personalidad empeoró. Ruth Bowen, su representante, dice: “Quizá Aretha se mantuvo siempre siempre arriba gracias a su carácter competitivo. Tal y como lo veo yo, no reflejaba una voluntad de ganar sino una inseguridad y un miedo muy arraigados. Daba igual de qué cantante se tratase: Mavis Staples, Gladys Knight, Diana Ross o Whitney Houston, para ella solo trataban de arrebatarle el trono”. Fue desagradable con todas ellas. A Staples la invitó a grabar en un disco y luego bajó tanto su voz que era inaudible. A Houston ni se dignó a mirarle a la cara, se enfadó con Atlantic cuando ficharon a Roberta Flack, le robó un disco a su hermana Carolyn. “El problema no se limitaba a las mujeres que cantaban, sino a las mujeres en general. Aparte de las de su entorno más próximo, era incapaz de mantener una relación normal con otra”.

Fantasía cegadora

Aretha quería vivir una vida perfecta por el gran duelo de su madre y siempre trató de construirla. El fracaso amoroso la condujo a la negación en temas personales. Llegó a alimentar una fantasía, la existencia de un tal Sr. Misterioso, un supuesto amante con el que empezó una relación en los años 60 y que se prolongó durante dos décadas, mientras ella estaba comprometida con sus sucesivas parejas. Nadie lo conocía, nunca dio detalles de su vida, solo que era perfecto. Su familia al completo pensaba que era una fantasía, un amor de telenovela en el que Aretha necesitaba creer. Vivía en una constante negación en temas personales. Incluso lo llevó al extremo de negar el cáncer de sus hermanos, a no quererlo reconocer, como si eso lo eliminase. De la misma manera, idealizaba el pasado para no enfrenarse al presente. Construyó la imagen de vida perfecta, de familia feliz. También se imaginó que cuidaba a su padre a tiempo completo cuando quedó en coma por un disparo. Aretha por supuesto que se ocupó financieramente de su padre, pero prosiguió su carrera. Luego dijo que se había entregado a sus cuidados, cosa que no era verdad, pero era el papel de hija sufrida y entregada que quería dejar ver.

Mantuvo un activismo militante. Se ofreció a pagar la fianza de la activista Angela Davis, dio decenas de conciertos benéficos en nombre de la causa negra, actuó en galas del partido Demócrata. Mantuvo su estatus de diva, con duetos y discos que funcionaron comercialmente. Y aunque nunca pudo librarse por completo de las depresiones, y pese a las mentiras de su vida, siempre creyó en la verdad de su música. Quizá la única de su vida. Y fue la mujer más fuerte, la más luminosa, a pesar de su insondable lado oscuro.