Plácido Domingo: “Lloré cuando volví a cantar después de cinco meses”
El tenor cumple ochenta años con la idea de pasar página de las acusaciones de abusos y con proyectos para actuar en España
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Plácido Domingo quiere pasar página. En agosto de 2019, las acusaciones de abusos, en su mayoría anónimas, a punto estuvieron de hacer tambalear toda su carrera. En algún momento se le dio por amortizado. El ídolo había caído. Unas puertas se cerraron, incluidas las de los teatros españoles, y otras empezaron a abrirse, como las de la Scala. Hoy, ni la Ópera de Washington, donde ejercía de director general, ni la Ópera de los Ángeles han llegado a conclusiones que lo incriminen, aunque bien sabe que después del ruido mediático tendrá que hacer esfuerzos si quiere reestablecer su reputación. El jueves cumple ochenta años. Es hora de hacer balance. No desea dar más explicaciones de las que ya ha dado sino embarcarse en nuevos proyectos porque sin cantar se oxida.
–Después de un año complicado para la cultura, ¿cómo le ha afectado profesionalmente la pandemia? ¿Dónde deja el coronavirus al sector de la música en vivo?
–Desafortunadamente, la pandemia ha llevado a la cancelación de producciones y conciertos. Me considero afortunado porque desde este verano he vuelto a cantar óperas y conciertos, con un número limitado de espectadores, en los escenarios de Caserta, Verona, Viena, Florencia, Moscú, Monte Carlo, Milán y San Petersburgo. La música es un sector que ha sido duramente golpeado por las restricciones del coronavirus, pero confío en que tan pronto como tengamos las garantías para reanudar, con seguridad, los teatros volverán a florecer, porque la gente quiere disfrutar de la música en vivo y recuperar todas las cosas bellas de la vida que hemos echado de menos en este período.
–Usted y su mujer sufrieron el coronavirus, ¿qué tal se encuentran ? ¿Cambia la percepción de la pandemia cuando el enemigo está tan cerca?
–En marzo, la televisión estaba transmitiendo noticias muy tristes que nos parecían tan distantes como terribles. Fue un shock cuando nos enteramos de que éramos positivos. Tardamos tiempo en salir de esto, pero gracias a Dios fuimos rápida y eficazmente tratados y estamos totalmente recuperados.
–¿La voz delata las preocupaciones y las vivencias del artista? ¿Cómo encuentra la suya?
–Sí, por supuesto, la voz se ve afectada por la salud, pero también por el estrés y las penas. Me dicen que mi voz está bien desde que empecé a cantar de nuevo en agosto y yo también me encuentro bien.
–Después de una carrera tan prolífica como la suya, ¿en qué piensa uno cuando todo se detiene? Habrá sufrido algunas crisis en este tiempo…
–En todos mis años de carrera, nunca pasé seis meses alejado de los escenarios, pero debido a la pandemia, todos hemos sido forzados a esta larga pausa de confinamiento. Durante mi convalecencia el pensamiento de tener compromisos inminentes esperándome en Caserta y Verona me dio una gran fuerza para volver a ponerme en forma y presentarme ante el público que me esperaba y me apoyó con una increíble solidaridad durante esos meses tan duros.
–A punto de cumplir 80 años, ¿de qué está más orgulloso Plácido Domingo? ¿Cuál cree que es su legado?
–Intenté hacer lo mejor que pude con lo que mis padres me dieron y me gustaría que ellos estuviesen orgullosos de mí, como padres y como músicos. ¿Mi legado? Tal vez el eclecticismo del repertorio que abordé, pero sobre todo el entusiasmo por mi trabajo y el deseo de hacer que los personajes que interpreto cobren vida. Tampoco puedo dejar de mencionar la creación y los resultados del concurso Operalia, que le ha brindado una plataforma y un inicio sólidos a muchos de los cantantes sobresalientes de las ultimas generaciones.
–Y analizando su carrera, ¿se arrepiente usted de algo, de alguna decisión puntual que ahora no tomaría de nuevo? Y, por el contrario, ¿cuál fue la mejor decisión que tomó?
–Me predijeron una carrera corta después de debutar en «Otello» a los 34 años y en «La forza del destino» a los 27... pero sigo aquí. Con mi voz he hecho casi todo lo que podía, creo, y, sobre todo, juzgando ahora, diría que mis elecciones de repertorio han respetado la evolución de mi voz, así que no me arrepiento de nada.
–¿De qué papel se siente más orgulloso y cuál se le ha resistido?
–La respuesta es solo una: «Otello», un papel cumbre que conlleva tantas exigencias vocales y dificultades dramáticas como una muy gratificante satisfacción su acertada interpretación. Evité el Tristán de «Tristán e Isolda» que solamente lo grabé pero que nunca lo realicé en el escenario porque consideré que podría afectarme vocalmente.
–¿Cómo fue la vuelta a los escenarios? ¿Qué fue lo peor de los cinco meses alejado de la actividad? ¿Había algo de simbólico en aquel Boccanegra con el que volvió?
–La emoción fue enorme, tanto cuando probé mi voz por primera vez en mucho tiempo en el Teatro Verdi de Sale npara el ensayo del concierto en la Reggia di Caserta, como cuando entré en la StaatsOper para los ensayos de Boccanegra el primer día. También cuando llegué a Florencia para ensayar «Nabucco»... (donde no había estado desde hacía cuarenta años). Todavía me emociono pensando en el primer ensayo en el escenario... el coro del Teatro del Maggio me aplaudió al llegar... tenía yo lágrimas en los ojos.
–Su última actuación en España fue en Valencia en 2019. ¿Fue duro tener que cancelar sus actuaciones previstas en el Teatro Real? ¿Cuándo le volveremos a oír en nuestro país?
–He recibido numerosas invitaciones y si la pandemia nos lo permite, estoy preparando varios proyectos en España para este año. Por supuesto que fue muy triste para mí tomar la decisión de irme para no crear molestias a la dirección del teatro de mi ciudad, después de que mi nombre fuera retirado de «Luisa Fernanda» en el Teatro de la Zarzuela. Pero confío en que un diálogo con las instituciones pueda posiblemente aclarar todos los aspectos y cualquier malentendido.
–Repasando sus últimas experiencias, ¿cómo llevó su debut como director de orquesta en el Bolshói? Después de seis décadas, ¿siguen existiendo los nervios del escenario?
–Fue maravilloso, tuve una bienvenida muy cálida. La gran compañía, coro y orquesta del Bolshói son extraordinarios y dirigir esa función de «Manon Lescaut» fue un verdadero privilegio para mí. Ahora espero con gran ilusión el volver en unos días para dirigir funciones de «La bohème». Los nervios antes de una actuación tanto cantando como dirigiendo nunca se acaban... ni siquiera después de casi sesenta años de carrera; forman parte de esa alquimia de emociones de la que con gusto prescindiría, pero al final también te dan energía en el escenario y en el pódium.
–¿La decisión de hacer su debut con un Puccini fue consciente u obligada por las circunstancias? ¿Qué le cautiva de «Manon Lescaut»?
–Fue una auténtica fortuna que tuviesen la «Manon Lescaut» en repertorio entre los títulos que me ofrecieron para dirigir. Es una de mis óperas preferidas. Aunque es solo su tercera ópera son cuatro actos de una riqueza melódica y armónica prodigiosas, en la cual Puccini demuestra el gran orquestador que es.
–Tras una carrera tan longeva, ¿cómo hace para mantenerse activo?
–No hay secretos. Trato de mantenerme en forma con actividad física todos los días y una dieta saludable. Pero el entusiasmo y la energía me los proporcionan principalmente el escenario.
–¿Qué le depara a Plácido Domingo en el futuro? Cuando volvamos a esa «normalidad» en la que vivíamos instalados antes del virus, ¿retomará su actividad en plenitud o estamos cerca de ver su retiro? Porque usted asegura que, «si me paro, me oxido».
–Para mí, hoy, cada actuación es como un regalo más que recibo. Había hecho planes para retirarme después de enfrentarme a Simone Boccanegra como barítono y en su lugar este papel me ha abierto las puertas al repertorio de barítono. Luego pensé que todo había terminado cuando me enfermé del coronavirus y, en cambio ,sigo aquí... así que, tal vez, por el momento, seguiré haciendo planes.
–¿Cómo sabe uno cuándo es el momento de dejar el testigo a las generaciones futuras?
–Creo que a las generaciones futuras, más que pasarles el testigo, se las debe ayudar a crecer, y en este sentido durante casi treinta años he sido feliz de hacerlo a través de Operalia y con el trabajo que he dedicado a los jóvenes cantantes en los diferentes centros de formación de Washington, Los Ángeles, Valencia y México. Llegará el día en que diré «esta fue mi última función de Ópera» y espero que haya sido buena.
–¿Qué le pide Plácido Domingo al futuro más inmediato?
–La «normalidad»: que termine esta pandemia muy pronto y se resuelva la situación crítica en la que se encuentra Madrid debido a la tremenda nevada que acaba de sufrir.
–Repasando su carrera, ¿en qué teatro ha sido más feliz?, ¿con qué papel se siente más identificado?
–Me siento como en casa en cada teatro tan pronto como pongo un pie en él y no podría elegir uno sobre todos los demás. Por suerte, la vida no me pone en los terribles dramas de los papeles que interpreto, pero por los extraordinarios valores que encarnan admiro mucho a los dos dogos: «Simone Boccanegra» y «Francesco Foscari».
–¿Qué siente un artista cuando recibe un aplauso de ochenta minutos, como el que vivió en Viena con «Otello»?
–Bueno, ese entusiasmo del público, que parecía no tener fin, fue increíble y también divertido porque ya no sabíamos qué hacer después de docenas de salidas al escenario.
–Formó un equipo de éxito con José Carreras y Luciano Pavarotti, y se hicieron tremendamente populares, ¿aquello fue un duelo de caballeros?
–Éramos los Tres Tenores... y entre los tenores se sabe que siempre uno intenta sobresalir y por eso nos divertíamos durante los popurrís al hacer esas competiciones con la voz. La verdad es que lo pasamos muy bien, también nos unía nuestra pasión por el futbol. Extraño mucho esos momentos en los que estábamos todos juntos.
–¿Cuáles son los intérpretes que han marcado su memoria en el escenario?
–He cantado con al menos cuatro generaciones. La lista sería interminable porque desde que empecé en el conservatorio de la Ciudad de México he tenido la suerte de conocer a artistas como Giuseppe Di Stefano. En el Metropolitan debuté con la Tebaldi y en la Arena di Verona con la Nilsson. Y, por supuesto, cómo podría yo dejar de mencionar a Montserrat Caballé, Mirella Freni, Leontyne Price, Renata Scotto y Joan Sutherland. Hay dos cantantes con las que nunca logré cantar pero que marcaron mi memoria de todas formas. Fueron Maria Callas y Giulietta Simionato.
–Usted actuó muchas veces con Montserrat Caballé, ¿fue justa su despedida? ¿Y qué recuerdos conserva de la soprano?
–Montserrat Caballé fue una artista que España y el mundo entero nunca podrán olvidar. Tengo maravillosos recuerdos de todas nuestras funciones juntos, la belleza de su voz, sus divinos pianísimos y su gran dominio del fiato, además de su gran simpatía.
–Se ha debatido mucho durante los últimos años sobre la tiranía de los directores de escena. ¿La ha sufrido usted? ¿Todo está o puede estar permitido en la ópera?
–Debo de decir que en este terreno he sido privilegiado. Todos los directores con los que he trabajado, aparte de ser grandes amigos míos, lo hemos hecho siempre en una gran armonía y colaboración. Nunca tuve el menor problema.
–¿Y qué prefiere, el Liceo o el Teatro Real?
–¡Ay! ¡Sería más fácil si me preguntase por el Real Madrid o el Barça! Tengo maravillosos recuerdos en estas dos joyas de nuestro país, una con raíces históricas y producciones que han entrado en el mito y la otra más joven pero ahora sin duda realmente competitiva y de primera categoría en la escena internacional.
–¿Cómo es un divo cuando se descalza del oropel? ¿Puede vivir una existencia normal?
–Eso es algo que debería preguntárselo a alguien que se cree un divo. Yo soy una persona normal, me reconocen en la calle y esto me halaga, pero después de la ópera y de saludar a los aficionados no veo la hora de pasar tiempo con mi familia y mis amigos, cenando, viendo un partido de fútbol o jugando al paddle o escuchando a mis nietos mientras hacen música...
–La BBC le nombró «el mejor tenor de todos los tiempos». ¿Quiénes son sus sucesores?
–Me están poniendo en un aprieto. De eso nos podemos llamar afortunados todos, ya que tenemos una pléyade de más de una docena de tenores que están todos entre los 40 y 50 años de edad con voces magnificas y grandes profesionales que cubren un repertorio vastísimo. Sería imposible nombrarlos a todos y jamás les podría yo hacer justicia. Ustedes saben quiénes son y no necesito mencionarlos. Lo que más me preocupa es que surjan más tenores jóvenes en la generación de entre 25 y 35 años. Creo que Xabier Anduaga y Joshua Guerrero, ambos vencedores de Operalia, pertenecen a esta nueva generación. También les recomiendo escuchar a Yusif Eyvazov, una voz joven y extraordinaria pero increíblemente madura para el repertorio dramático.
–¿Se desaprovecha la riqueza cultural de España? ¿Ocupa la zarzuela, por ejemplo, el lugar que merece?
–Antes que nada, quisiera mencionar que Daniel Bianco está haciendo una gran labor por la Zarzuela y por España en el Teatro de la Zarzuela. Sería maravilloso si su compañía pudiera realizar una tournée a países de habla hispana, cuyo público, por el idioma, temperamento e idiosincrasia, son grandes aficionados que se identifican mucho con nuestro género. He hecho muchos conciertos alrededor del mundo en los que incluyo preludios, intermezzos, romanzas y dúos de Zarzuela, pero el poder llevar producciones de las obras completas por todas partes sería fenomenal. Siendo Madrid la ciudad donde después de Buenos Aires, Argentina, se producen más musicales, nuestra zarzuela tiene una fuerte rivalidad por captar a público de todas las edades.
Con el tipo de presupuesto con los que cuentan en esas producciones, es importante apoyar nuestro género y convertirlo competitivo. Se le debe de dar a la zarzuela una modernidad, ya que sus temas pueden ser atemporales, y realizar unas producciones más dinámicas que puedan atraer a un público más amplio sin perder su esencia. He llevado la zarzuela a muchas partes y a donde quiera que voy el público la ama y reacciona como con ninguna otra romanza de ópera. Más recientemente, he llevado una producción antológica con el Ballet de Antonio Gades a Italia, a Francia y a Omán.
–¿Piensa que ha habido un abandono institucional de la cultura en España? ¿Qué podríamos haber hecho mejor, de ser así? ¿Y están preparados los jóvenes para un mundo nuevo?
–Creo que al contrario, si hablamos de la parte de la música en la cultura, España ha crecido mucho. Desde que yo empecé a cantar en nuestro país hasta ahora, ha habido un gran crecimiento y se han establecido teatros y más compañías de ópera en muchas provincias dando mayores oportunidades. Me parece que los jóvenes están cada día mejor preparados técnica y musicalmente.
–Cambiando de tercio, ¿son justas las críticas a la gestión del Gobierno actual? ¿Por qué cree usted que vivimos en una España tan crispada? Como a Unamuno, aunque usted esté afincado fuera, ¿le duele España?
–Todo el mundo está viviendo en una época de crispamiento. Críticas a cualquier Gobierno siempre las habrá y son aceptables siempre que sean constructivas.
–¿Qué opinión tiene de nuestra Monarquía, que algunos ponen en estos momentos en cuestión?
–Tenemos un Rey joven, muy bien preparado, dinámico, moderno y con una mente muy amplia que está haciendo las cosas muy bien y está listo para colaborar con el gobierno. El Rey Felipe VI tiene un enorme cariño y respeto por España.
–¿Y qué le parece el derribo de estatuas por parte de los que miran con ojos del presente hechos del pasado?
–No podemos reescribir nuestro pasado. Debemos entenderlo en su contexto y criticarlo, incluso con dureza si es necesario, pero no tiene sentido destruirlo. Todos somos capaces de juzgar y destruir, aunque pocos son los que saben construir a pesar ser criticados.
–Pida un deseo.
–Pido dos y se los deseo a todos: salud y serenidad.