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Hervé Le Tellier: «Pensaba que mi novela sería una anormalidad en el mundo editorial»

El escritor francés presenta «La anomalía», la novela con la que se alzó con el Premio Goncourt
Quique GarciaEFE
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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«Es más terrible que el terraplanismo». Esa es la conspiración a la que alude Le Tellier en obra con la que obtuvo el Goncourt y que el francés ha construido a partir de «recursos novelescos y literarios» y sin apoyarse en las series «Lost» o «Black Mirror», como algún crítico ha señalado.
–No puedo evitar la tentación de preguntarle qué es para usted una anomalía.
–Para mí una anomalía es una ruptura de la continuidad, un vaivén dentro de la normalidad. Si la novela se titula así es en parte porque pensaba que representaría, dentro de la «rentrée» literaria, una forma de anormalidad novelesca y editorial.
–Ha sido editor de Georges Perec o Raymond Queneau. ¿Pesa eso en el momento de escribir una novela?
–Es cierto que he podido publicar dos pequeños libros de Perec y Queneau. Sin embargo, mis autores predilectos son Roman Gary, Italo Calvino y Gustave Flaubert. Estoy convencido de que no hay que tener miedo a ser influenciado. De hecho, si un autor nos marca es, ante todo, porque su texto nos ha afectado en una parte de nosotros. ¡Vivan las influencias!
–En la novela define el mundillo literario a partir de los ojos de uno de sus personajes, Victor Miesel, describiéndolo como «un tren grotesco en el que unos listillos sin billetes se cuelan descaradamente en primera con la complicidad de unos revisores incompetentes». ¿Está de acuerdo con ese punto de vista?
–E, incluso, añado que «los genios son los que quedan en la plataforma». Soy menos cruel que mi personaje Miesel, pero a veces no puedo evitar pensar que hay grandes injusticias. Miesel, que no es un mal escritor, tiene también todo el derecho a pensar esto. El problema reside en que no existe ni un metro ni un cronómetro para medir nada de lo que sucede en la literatura y, por tanto, tampoco hay ninguna línea roja que separe la buena literatura de la mala, puesto que cada uno tiene su propio criterio.
–«La anomalía» es un thriller, pero también hay humor. ¿Es consecuencia de su militancia en Oulipo?
–Yo diría más bien lo contrario. Es necesaria un poco de distancia y de humor para convertirse en uno de los miembros de Oulipo. Pero Oulipo y los oulipiens pueden crear con coacción y dominio de sí mismo obras donde el dolor sea lo central. Pienso, por ejemplo, en «Algo negro», de Jacques Roubaut.
–¿Jugar con los géneros en «La anomalía» hace de su libro una novela inclasificable? ¿Es su intención?
–Quería hacerlo y escribir una novela. Me siento feliz por el hecho de que «La anomalía» no se inscriba dentro de ningún esquema preestablecido y, de hecho, dicen que se la puede clasificar dentro de las novelas inclasificables.
–La acción transcurre en 2021. ¿Cambiaría hoy ese marco temporal?
–Esa pregunta se plantea ahora tras las traducciones que se están realizando de la novela.Sin embargo, creo que no hay nada que cambiar. Al aceptar que las fechas estén congeladas en 2021, ofrezco una experiencia intelectual diferente de la que ofrecía el libro cuando fue leído por primera vez en 2020, año de su publicación. Ofrezco una experiencia todavía más inquietante.
–¿Qué ha representado para usted ganar el Goncourt?
–Todavía no he podido medir las consecuencias que ha tenido en mi vida profesional. Mis libros anteriores volverán a existir de nuevo. A partir del premio, he tenido un número de lectores treinta veces superior a los que tuve con mis libros anteriores. Espero que este éxito (que muy probablemente será difícil que se repita a esta misma escala) no me conduzca a otra cosa que no sea poder tener más libertad sin obligarme a un «deber» con mis nuevos lectores.