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Los Hermanos Nasser aterrizan en España: “Gaza estaba llena de campos de flores, ahora solo queda cemento”

La dupla de cineastas palestinos dirige una entrañable comedia romántica protagonizada por un pescador fan de Julio Iglesias
Nacho GallegoEfe
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Precisamente porque el amor tiene algo de expansivo y tentacular, algo de universal y omnipresente, algo de agitación tectónica, de huracán, de arrecife, puede nacer en cualquier sitio, incluso en uno sitiado y cegado por los fogonazos de los misiles como Gaza. No existen lugares baldíos para el surgimiento de los afectos y los cineastas palestinos –y hermanos gemelos– Tarzan y Arab Nasser han querido reflejar en su segundo largo, “Gaza Mon Amour”, cuyo título homenajea con timidez a la película de Resnais, la veracidad de tales afirmaciones a través de la figura de un entrañable y cómico pescador sexagenario que vive desde hace tiempo enamorado de una modista viuda que trabaja en el mercado y comparte con ella, en la clandestinidad del silencio, la necesidad de aplacar su soledad.
A los hermanos Nasser, que viajaron hasta Madrid para la promoción de la cinta y nos reciben en una de las salas de la Casa Árabe con un modernísimo y estudiado aspecto y unos ojos verdes enmarcados en kohl que lucen vivos, pensadores y marcadamente expresivos, les resulta imposible hablar de la película sin ahondar en las circunstancias contextuales que atraviesa en estos momentos su país de origen: “el amor nunca puede desaparecer. El amor es lo que facilita la existencia de la gente que está en Gaza. Y ya no hablo solo del amor romántico, me refiero al amor en su concepto más genérico, pero las circunstancias que estamos viviendo ahora son muy complejas y lo condicionan absolutamente todo”, asegura Tarzán segundos antes de la intervención de su hermano.
“La causa palestina –continúa Arab– desde el inicio a mediados del siglo XX hasta prácticamente hoy ha sido tratada desde varias perspectivas. Cualquier intelectual, cualquier persona que trabaja en el campo de la creatividad, tiene una mirada propia sobre el conflicto. Sin embargo no se puede hacer una película lejos de la política, porque vivimos una realidad, la nuestra, que está militarizada por completo. Ahora mismo toda la prensa internacional está hablando de los cohetes de Hamás, pero parece que se olvida de que estos cohetes se lanzaron como reacción a una acción israelí. La gente pasa por encima de todo lo que haciendo Israel, es llamativo ¿no? Es como si dijéramos que Israel tiene el derecho a defenderse así misma, pero los palestinos no tuvieran ni tan siquiera derecho a vivir”, lamenta indignado.
Issa (a quien da vida un natural Salim Dau), este soltero enamoradizo y tierno que se contonea al ritmo de las inconfundibles letras de Julio Iglesias mientras cocina, –”que no se rompa la noche, que sea serena y larga como el tallo de la rosa, que sea de luna blanca con su escarcha y con sus sombras”–, tendrá que lidiar con una serie de reclusiones por parte de la policía de Hamás tras protagonizar el repentino hallazgo de una escultura de Apolo durante una de sus jornadas de pesca. De forma complementaria al transcurso de esa subtrama, conocemos la cotidianidad sosegada, familiar y ciertamente anodina de Siham, la mujer objeto del amor de Issa, interpretada por la actriz Hiam Abbass (“Los limoneros”, “The Visitor”), quien se muestra en apariencia indiferente ante los torpes coqueteos y fallidos intentos de acercamiento que pone en marcha el pescador y experimenta nostalgia por el recuerdo de su marido fallecido cuando contempla los melodramáticos diálogos de las telenovelas egipcias.
Con relación a esta particular forma de entretenimiento, los directores subrayan la importancia de la música y la influencia de determinados formatos televisivos en la configuración del imaginario popular y cultural palestino. “Los palestinos somos gente muy sentimental, muy cálida en el trato y no podemos hablar del amor sin hablar de las canciones de Um Kulzum, la diva egipcia de la música de los 60, de Abdel Halim Hafez e incluso de Julio Iglesias”, señalan ambos. “Lo cierto es que la situación de la gente en Gaza está profundamente condicionada por el uso de la televisión porque a través de ella pueden ver el mundo exterior. Piensa que las calles están cerradas, hay asedios, es dificilísimo viajar y por eso las películas egipcias se han convertido en una ventana enorme. Cuando mi padre nos llevaba en el coche en el año 96 al colegio, recuerdo que nos ponía la canción que aparece en la película de Julio Iglesias una y otra vez. Gaza estaba llena de campos de flores, de rosas, de árboles repletos de fresa vulgar y todo esto fue destruido sistemáticamente por Israel. Ahora solo queda cemento”, apostilla Arab.
“Gaza Mon Amour”, explican los hermanos Nasser, está dedicada a sus padres y en cierto modo a toda esa generación que ha visto y vivido más cosas de las que caben en los libros. Tarzán reconoce que “la generación de nuestros padres es mucho más madura. ¿Por qué? Porque la vida misma se ha complicado, ha evolucionado, ha cambiado. La única crítica que podríamos dirigir a la generación de mis padres es que ellos han podido disfrutar de un periodo de tranquilidad relativa, hasta el punto de que fueron capaces de olvidarse de los problemas, de las bombas, de la guerra. Curiosamente ahora es cuando están empezando a refrescarlo por todo lo que está pasando”.
Arab por su parte se interroga sobre las herramientas con las que medir el grado de experiencia de los jóvenes y los mayores y establece distinciones entre la percepción de unos y otros sobre el futuro en Palestina: “normalmente hay una cierta lucha y crítica entre dos generaciones: la de los padres y la de los hijos. Los padres saben que cuentan con una larga experiencia a sus espaldas, son conscientes de que han visto y vivido mucho; la Guerra de los Seis Días durante el año 67, la Nakba en el 48... etc. Pero creo que tenemos que plantearnos algo: ¿Su experiencia es algo que se puede evaluar o calcular a través de la cantidad de sufrimiento que han contemplado o a través de la duración de la vida que uno ha tenido? La generación del pescador es una generación muy amplia que ha visto cuatro guerras contra Gaza, por eso está más apegada a la tierra, por eso no quieren salir de allí. Sin embargo la generación de los jóvenes no ve ningún horizonte y siente la necesidad de irse”.
Ambos tienen claro, eso sí, que por similares que puedan resultar las ganas de los jóvenes europeos de encontrar un trabajo o disfrutar de unas mejores condiciones dentro del mercado laboral, la desesperación y el miedo que arrastran los jóvenes como parte de los elementos identitarios de Gaza no poseen ni punto de comparación: “a pesar de que el joven europeo también tiene que salir en busca de trabajo no tiene nada que ver su situación con la realidad que diariamente se vive en Gaza. Quien sale de Palestina lo hace, además de para encontrar unas condiciones laborales mejores, para poder sobrevivir. En el 2021, en la última guerra contra Gaza, todas las instituciones que podrían dar trabajo y que incluso proporcionaban entretenimiento y ocio a la población han sido destruidas. Bloques enteros aniquilados, junto con la esperanza, por Israel”. Pero aún queda espacio, advierten, para el amor. Ese que con su capacidad expansiva y regeneradora es capaz de brotar en mitad del cemento.