Caballos de acero para una guerra
«Máquinas de guerra», de José Antonio Peñas Artero, es un volumen ilustrado sobre las armas y equipamientos de los ejércitos de tierra durante la II Guerra Mundial
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Es un hecho contrastado que el desarrollo de las guerras trae consigo un avance de la tecnología y de la ciencia. La superioridad tecnológica puede suponer una ventaja que cambie el equilibrio estratégico de un bando sobre otro. «La II Guerra Mundial fue la primera mecanizada de la historia, una revolución del motor que afectó a todas las armas y servicios y, aunque en la Primera ya se había utilizado, no fue tan decisivo», explica José Antonio Peñas Artero, que acaba de publicar en la editorial HRM «Máquinas de guerra. Armas terrestres de la Segunda Guerra Mundial», un volumen magníficamente ilustrado que muestra cuáles fueron las armas y equipamientos de los ejércitos de tierra y su evolución durante el conflicto. «Damos un repaso a todo el armamento, desde lo más llamativo, como pueden ser los tanques más poderosos, hasta los lanzacohetes, pasando por las armas ligeras de infantería, fusiles, pistolas y ametralladoras; a la importancia del transporte, camiones, motocicletas o jeeps, un vehículo que probablemente ayudó a ganar la guerra mucho más que otros; la artillería, tanto pesada como ligera; los cañones antitanques, que evolucionan mucho a lo largo de toda la contienda, o los vehículos anfibios para episodios como los de Normandía o en el Pacífico, donde todo era desembarcar de isla en isla», explica.
Peñas Artero, que se define como divulgador gráfico especialista en temas científicos e históricos, es a la vez autor de las ilustraciones y del texto, algo poco habitual. La mayor parte del libro la ha dedicado a describir los carros de combate y su doctrina de uso, una especialidad sobre la que ya ha publicado otros libros. Tamaños, operatividad, con ruedas, con orugas, con torreta o sin ella, acorazados y diferencias por modelos y países. «Es un tema que tengo bastante masticado. Los tanques son lo más espectacular y llamativo, pero hemos tratado todas las armas porque tan importante es éste como el camión que lleva el combustible, los alimentos y la munición», explica. Entre todos ellos, el autor dedica un capítulo muy especial a los Panzer alemanes. Los Panzer (abreviatura de «panzerkampfwagen», vehículo de combate blindado) eran máquinas muy prácticas, aunque las grandes victorias de la «Panzerwaffe» no se basaron en una superioridad técnica sobre los demás, sino en la aplicación de una doctrina por encima de sus enemigos polacos, ingleses o franceses. Por ejemplo, al comienzo de la contienda, los «Panzer» III eran vehículos muy equilibrados, pero no son sustancialmente superiores, lo superior, afirma el autor, «era la doctrina, el uso, la manera de utilizarlos. No fueron diseñados para apoyar a la infantería, como muchos de los carros aliados, sino para penetrar en la retaguardia enemiga, destruir sus tanques y ejecutar amplias maniobras de cerco. El concepto era que el carro de combate era un arma en sí misma, no un apoyo logístico y eso es lo que lo hacía superior», asegura.
Además de esto, continúa, «los panzer tenían otras cualidades que lo hacían poderoso, como ser más ergonómicos. El P III, por ejemplo, era un vehículo muy bien pensando para que su tripulación pudiera hacer bien su trabajo, mejoraba el armamento y el blindaje y el P IV, diseñado en el año 37, y pensado para que fuera práctico, estuvo funcionando y en servicio hasta el final del conflicto y fue seguramente el carro principal de los alemanes, por encima de otros más famosos como el Tiger, el Panther, el Sherman, el Cromwell o el T-34 soviético».
Desastres bélicos
Sin embargo, Peñas Artero no quería quedarse solo en las ilustraciones, sino contar también la Historia. «Buscaba que los textos fueran lo más explicativos posible dentro de la limitación de contar con una página para cada tema. Explicar cómo se desarrollan, cómo evolucionan y qué sentido tienen estos equipamientos, como la dedicada a los búnker, megaconstrucciones que parecían tener todo el sentido del mundo en el periodo de entreguerras yque no sirvieron para nada, como el fortín de Kristiansand en Noruega, ejemplo de la mejor ingeniería y completamente inútil, o la Línea Maginot, un derroche y uno de los fracasos militares más sonados de la Historia. Lo mismo ocurrió con el cañón gigante nazi, el arma más grande jamás usada en combate, que tardó cinco años en construirse y costó una fortuna para una vida operativa de dos semanas y apenas veinte disparos. Pero estas atrocidades no solo las cometieron los germanos, también los aliados, solo que Alemania tenía recursos para hacerlo. El problema es cuando no los tienes y los gastas en cosas inservibles», concluye.