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Los Me 109: las águilas de la Luftwaffe con los que Hitler conquistó Europa

Juan Campos Ferreira analiza en un volumen la historia del avión de combate que dominaron los cielos y que sembraron la destrucción por primera vez en Brunete (Madrid), Málaga y Guernica

Producción de Messerschmitt Bf 109 en un hangar alemán
Producción de Messerschmitt Bf 109 en un hangar alemánlarazon

“Los Messerschmitt 109, un avión de caza construido por los alemanes antes de la II Guerra Mundial, fueron el alma de la Luftwaffe, dominaron los cielos europeos desde 1937 hasta que Alemania pasó a la defensiva en 1943. Junto a los panzer, ayudaron a Hitler en los primeros años de la guerra a apoderarse de media Europa”, esto afirma Juan Campos Ferreira, autor del libro “Messerschmitt Me-109. Las águilas de la Luftwaffe” (HRM Ediciones), del que fue el primer caza de combate hegemónico durante casi cinco años. Su bautismo de fuego se produjo en la Guerra Civil española, “concretamente en la batalla de Brunete en el verano del 37, y también estuvieron en Málaga y Guernica”. Su historia está jalonada de hitos y récords: el avión más rápido, la primera aeronave con inyección directa; sin olvidar que el primer aviador que alcanzó la centena de derribos confirmados estaba a los mandos de un Me 109, y que el piloto de combate más letal de la historia, Erich Hartman, nunca quiso cambiar de modelo de avión. Fue el caza universal luchando en todos los teatros de operaciones, de los fiordos noruegos a Libia y de los cielos de Londres a las estepas ucranianas, hasta 1943 que fue dejando su posición de dominio.

Campos Ferreira desgrana de manera minuciosa el nacimiento y desarrollo de los conceptos que fraguaron el primer prototipo, los aspectos técnicos de cada uno de los modelos desarrollados durante la guerra, la dinámica de mejora constante, los combates en los que participaron, el historial operativo de todas las “Jagdgeschwader” (patrullas de caza) que los utilizaron, las razones técnicas que los fueron orillando a pesar de los esfuerzos de los técnicos alemanes por mantenerlos en primera línea de combate, e incluso se detiene en proyectos de futuros Me 109 que nunca llegaron a fabricarse por la derrota de alemana. ¿Qué les hizo ser uno de los mejores aviones de todos los tiempos? “La construcción del fuselaje totalmente metálico -explica el autor-, era el primer caza con ese tipo de fuselaje monocasco y, sobre todo, la motorización, la bomba inyectora fue lo que le dio esa supremacía porque quitaba los problemas que daba la carburación en maniobras de combate cerrado, el carburador perdía suministro y la bomba lo inyectaba continuamente en cualquier posición del avión”, explica. Entre sus mejores combates estuvo la batalla de Inglaterra en el año 40. “Fue el dominio máximo, la plenitud del modelo E de los Me 109 porque en ese momento los ingleses aún no habían desarrollado la bomba inyectora aplicada a sus aviones, que descubrieron al analizar la mecánica de algunos 109 derribados en territorio inglés. Al comprobar qué los hacía superiores, lo copiaron en sus modelos”.

Superado por nuevos modelos

A partir de 1942-43, su dominio de los cielos se hizo precario con la llegada de sus compañeros, el Focke-Wulf Fw 190, que era más potente y podía llevar más armamento pesado y el Me 262, primer reactor de combate del mundo. Sus adversarios hicieron ejemplares más operativos, como los cazas norteamericanos, P 51 Mustang y P 47 Thunderbolt. “Comenzaron a estar en un segundo plano porque, dada su ligereza, tenían poca capacidad de encajar daños –comenta Campos Ferreira-. El Me 109 era un avión rápido, pero delicado en cuanto a recibir castigo enemigo, no era robusto y, además, tenía dificultades con el tren de aterrizaje en lugares precarios. Cuando entran en liza americanos e ingleses con motores radiales lo superan. El Fw 190, también alemán, era un avión de combate más duro, con más capacidad de recibir daños. Otro modelo llamado a sustituirlo es el Me 262 porque los ingenieros alemanes, que conocían las limitaciones del motor de combustión, desarrollan los turborreactores. El Me 262 tenía que haber entrado en el 42-43, pero Hitler se empeñó en que tenía que ser un cazabombardero y no estaba diseñado para llevar bombas, así que tuvo que rediseñarse y esperar hasta el 44 para entrar en liza, destrozando así la sorpresa táctica que hubiera devuelto la iniciativa a la Luftwaffe.

Campos Ferreira, afirma que éste también es un libro sobre los pilotos, “no solo alemanes”, a los que considera fundamentales “porque un avión de combate no deja de ser una herramienta especializada y, por muy buena que sea ésta, su verdadero potencial va a salir de la mano de un operario que sepa hasta dónde puede llegar, del piloto de combate que llevará al máximo, y a veces más, el potencial del avión que pilote, por eso se producen accidentes. En los Me 109 es evidente la figura del experto, aviador y avión formando ese binomio de hombre-máquina”. Y concluye: “Un piloto de combate es alguien muy especial, independientemente de la bandera que lleve en el uniforme, gente muy especializada ante la que hay que descubrirse y esto vale para todos los pilotos, incluidos los adversarios”.