Festival de Cannes: En el musical suicida de Leos Carax
El certamen abre su programación con «Anette», del director francés, una cinta excesiva y desequilibrada, que incluye momentos de enorme belleza pero se toma demasiado en serio
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Cuando vemos a Adam Driver y Marion Cotillard surcar el mundo a bordo de una motocicleta, paladeando aquella sonrisa de la velocidad que Denis Lavant y Juliette Binoche (y también Julie Delpy, no lo olvidemos) aceleraban por las noches de un París futurista, azotado por la pandemia de los que aman sin amar de verdad, se nos nubla la vista. El que esto firma recuerda perfectamente el día en que vio «Mala sangre» en el ya desaparecido cine Casablanca barcelonés, a los dieciocho años, saliendo de la sala entre aturdido y feliz; feliz por darse cuenta de que el cine podía conseguir iluminar la noche con la vehemencia romántica de un eclipse, o de un abrazo furtivo. Han pasado treinta y cinco años, tres largos y un mediometraje, desde entonces para que «Annette», la ópera-rock del sesentón terrible del cine francés, Léos Carax, inaugure la 74 edición del Festival de Cannes. Prueba de la fidelidad del director de «Los amantes de Pont-Neuf» al certamen que lo vio nacer a los 24 años –con la magnífica «Boy Meets Girl», Premio de la Juventud– es su paciencia: ha esperado un año –la película fue seleccionada para la edición del 2020, que se canceló– para compartir con el público un proyecto suicida, en el que se implicó hace siete años al interesarse por un álbum conceptual que los Sparks querían convertir en su gira definitiva. A partir de las canciones del singular, disonante a la vez que épico dúo norteamericano, Carax ha concebido un musical bizarro sobre el ego creativo, las trampas del amor y la celebridad como fosa común de las ilusiones. La reacción de la prensa fue dividida. Dios, o el Diablo, le bendiga por seguir lanzándose al vacío sin paracaídas.
Antes de la proyección de «Annette», en la ceremonia de inauguración, un par de imágenes para el recuerdo. La primera, Pedro Almodóvar evocando, en un inglés algo rígido, que conoció a Jodie Foster en el estreno americano de «Tacones lejanos» antes de darle la Palma de Oro honorífica (la protagonista de «El silencio de los corderos» agradeció el premio con elegancia y un francés perfecto). La segunda, la foto de Almodóvar; Jodie Foster; Spike Lee, presidente del jurado de esta edición, vestido de rosa fucsia; y Bong Joon-ho, imprevisto invitado de honor, abriendo el certamen al alimón. Demostración de fuerza de Thierry Frémaux en un año importante para Cannes, que tiene que recordarle a la industria del cine no solo su relevancia inasequible a la pandemia sino su compromiso con la diversidad racial y cultural y con la comunidad LGTBI (Foster tenía en la platea a su esposa).
Canciones en directo
En apariencia, y solo en apariencia, «Annette» es una película más accesible que «Holy Motors», con la que Leos Carax resucitó de sus cenizas en Cannes 2012. Cuenta una historia de amor atravesada por el arpón de los celos del éxito entre un cómico de «stand-up» (Adam Driver) en la tradición de Lenny Bruce y Andy Kauffman, y una cantante de ópera que muere como los ángeles (Marion Cotillard). Tienen una hija en común, Annette, pero la carrera artística de ambos, que se desarrolla a velocidades distintas, y la exposición pública de su intimidad, les aleja cada vez más, hasta que la tragedia impone sus lágrimas.
Carax, que ha insistido en que sus dos actores cantaran en directo, sin importarle afinar sus notas en un estudio de grabación, mezcla su amor por el cine mudo (King Vidor) con el musical melodramático (¿una versión criminal y brechtiana de «Ha nacido una estrella»?) y el cuento siniestro («La bella y la bestia»). La película es excesiva y desequilibrada. Tiene ideas de una enorme belleza (el bosque que se abre tras el escenario de una ópera, el viaje marítimo a lo «Drácula» de Stoker) y de una desafiante radicalidad (Annette, la hija que tomará protagonismo en la segunda parte del filme, es una muñeca de madera); la música de los Sparks, con sus bruscos cambios de ritmo y sus pegadizas repeticiones («So May We Start» es un hit instantáneo), le dan un tono épico e irónico al conjunto; y Adam Driver, que sustituyó al inicialmente previsto Joaquin Phoenix y que se adapta perfectamente a la fisicidad típica del alter ego de Carax, Denis Lavant, está descomunal. Hay, sin embargo, momentos en los que «Annette» parece tomarse demasiado en serio, y, en general, da la impresión de que su visión del mundo del espectáculo, esencialmente fáustica, se derrama por los bordes, en 140 minutos que necesitarían un buen peinado.