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Contracultura

¿Es el laberinto del género el fin del sexo?

Pablo De Lora publica «El laberinto del Género. Sexo, identidad y feminismo», una reflexión honesta y lúcida, que aporta claridad a unos debates envenenados de adanismo, y que escribió tras sufrir el zarpazo de la censura

Un joven lleva una pancarta con el lema "Abracemos nuestra identidad" durante la manifestación del Orgullo LGTBIQ+
Un joven lleva una pancarta con el lema "Abracemos nuestra identidad" durante la manifestación del Orgullo LGTBIQ+Biel AliñoEFE

Pablo de Lora, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, sufrió en diciembre de 2019 un escrache en la Universidad Pompeu Fabra, durante el whorkshop internacional «Gender», al que había sido invitado y en el que diversos especialistas abordaban problemas de la identidad sexual y de género desde el punto de vista filosófico, jurídico y político. Los fanáticos, incansables hormiguitas populistas que no toleran la indagación ni la duda, que temen que con sus preguntas los escépticos desacralicen sus dogmas, también hicieron acto de presencia. Al filósofo, profesor e investigador visitante en universidades como Syracuse, Berkeley, Northwestern, Oxford, New York University y Harvard University, autor de libros esenciales como «Lo sexual es político (y jurídico)» (Alianza), quiso amordazarlo una veintena de activistas cuando estaba a punto de intervenir con su ponencia, titulada «¿Cómo ser un trans? Cuatro paradojas sobre identidad de género».

Aquellas cuatro cuestiones (¿Por qué insistimos en hablar de género cuando en realidad hablamos de diferenciación por sexo biológico?, ¿es la autoidentificación de género un estado mental propio solo accesible al propio sujeto?, ¿tiene sentido afirmar que el no-binarismo es una identidad de género?, ¿debe la autoidentificación de género prevalecer siempre sobre otros intereses?) que ni siquiera pudieron ser expresadas en voz alta, ya no hablemos de pretender explicarlas, por la intolerancia de los que no consienten discrepancia alguna, aparecen más de año y medio después, ampliadas y extendidas, como acto de reivindicación casi, transformadas en libro: «El laberinto del Género. Sexo, identidad y feminismo», editado por Alianza Editorial.

«Señoro me quedo»

«Los días previos a mi intervención ya me llegaron algunas noticias que hacían presagiar cierta hostilidad hacia mi presencia», recuerda el profesor. «A ojos de algunos, yo era un señoro machista que pretendía explicar las experiencias de quienes son trans». No deja de ser una paradoja que aquellos que defienden la autoidentificación de género basasen sus protestas sobre la consignación de identidad sexual de nacimiento del propio profesor. «Por mucho que me vista de seda», ironiza Pablo de Lora, «señoro me quedo». Pero en realidad la trampa es perversa, pues reprochan al resto lo mismo de lo que ellos adolecen. «Esa es otra de las grandes contradicciones. Esa asimetría, que les lleva a ellos a poder presumir de manera absoluta, por apariencia y estereotipos, cuál es tu identificación y, por lo tanto, tu legitimidad para pronunciarte, pero al resto no se le admite y se interpreta como ofensa y agravio. Hay un embudo, un doble rasero, que es muy hiriente, que imposibilita el debate y el intercambio de ideas, que debería ser inaceptable». Lo que Cayetana Álvarez de Toledo llama el tablero inclinado y que «en estos asuntos de identidades de género está inclinadísimo».

¿Es el laberinto del género el fin del sexo?
¿Es el laberinto del género el fin del sexo?Jae Tanaka

No es la única paradoja que se aflora al abordar estas cuestiones y que en este libro son enfrentadas por De Lora desprejuiciadamente, con rigor y honestidad, en un encomiable ejercicio de valentía en estos tiempos. «Me parece destacable», dice, «que algo que definimos como una construcción social, algo producto de convenciones culturales y sociales, como es el género, y que por esa misma razón uno no podría manejarlo, puede sin embargo ser adquirido, aceptado, preferido, elegido o proclamado. Ahí hay una tensión difícil». De ahí que haya discrepancias irreconciliables entre el colectivo trans y una parte del feminismo digamos histórico, aquel que defiende que «hay una vertiente de ser mujer que es única e intransferible, que es la que justifica las causas más nobles del feminismo», y que la mujer trans, al reproducir estereotipos superficiales, «se queda en lo epidérmico».

«Estas feministas clásicas», explica el profesor, «defienden, y yo coincido con ellas, que la mujer como sujeto político no es un disfraz, que su emancipación tiene que ver con algo mucho más profundo con lo que uno no se puede travestir». Sostienen estas que hay una experiencia femenina de discriminación, subordinación, mirada… «con respecto de la cual uno no se puede identificar».

Más de 30 años tarde

«Cualquiera puede y debe aceptar tratar como una mujer, social y convencionalmente, a un adulto que así lo siente», explica. «No violenta esto ninguna de nuestras convicciones, el uso de un pronombre femenino para designar a alguien. Pero eso no cambia el hecho biológico. Aunque haya cambiado la forma de sus genitales, o desequilibrado su balance hormonal, sus cromosomas siguen siendo los que son».

¿Y con ese negar el sexo biológico, convirtiendo en ofensa la mera referencia a ello tras transicionar, se estaría reivindicando realmente lo trans o despreciándolo? O, dicho de otro modo, obviar lo que se fue y tolerar únicamente la existencia de lo que se es ahora, la elección posterior, ¿no implicaría en realidad negar lo trans, pues es indisoluble que lo primero ocurra para poder llegar a lo segundo?. «Lo sería, sí. Y con la complicidad de la inmensa mayoría de los medios», añade De Lora, «que han aceptado, y algunos impuesto incluso, que no podamos referirnos a ellos por su nombre anterior, convirtiendo la mera mención en agravio».

«Cuando uno estudia e investiga sobre estos asuntos», reflexiona el profesor De Lora a propósito del proceso de creación de este libro, «se da cuenta de forma muy evidente del brutal adanismo en el que viven algunos que son voces muy influyentes en el foro público, convencidos de haber inaugurado ellos el mundo, cuando estas discusiones tienen ya más de treinta años y ya se trataban de dirimir entonces». Cuenta, por ejemplo, cómo en la celebrada sentencia del Tribunal Supremo que en 1987 permitió por primera vez el cambio de sexo en el registro civil, uno de los magistrados disidentes expresaba que aquello, siendo una ficción y puesto que su premisa era que el sexo no se cambia, no debería conllevar la exigencia u obligación de una cirugía, ni tratamientos psiquiátricos, ni transición alguna. Exactamente lo que hoy se reivindica, casi treinta y cinco años después. En aquel momento una decisión distinta a la adoptada, la defendida por ese magistrado, habría sido considerada regresiva y conservadora. Y hoy en día, celebrada. «Es decir», explica De Lora, «que en el espectro del cambio de sexo hemos acabado tal y como preveía aquel magistrado disidente: la autodeterminación sin más requisito».

Es entonces la autoidentificación de género, la mera voluntad pues y no otra cosa, lo que se recoge y consigna en el Registro Civil. El sexo biológico no es necesario que coincida, ni que sea modificado para que coincida, ni que un especialista, despatologización mediante, acompañe, asesore, oriente o informe.¿Hacia qué escenario nos dirigimos entonces? El profesor De Lora lo tiene claro: «Yo atisbo un futuro en el que llegaremos a controlar de manera tan colosal los mecanismos biológicos que eliminaremos completamente esa suerte de frontera natural que hoy en día implica el dimorfismo sexual». Es decir, que «las diferencias en promedio claramente vinculadas, y hasta ahora insalvables, entre hombres y mujeres, pueden perfectamente ser superadas en un futuro por la ciencia y por la tecnología».