Polémicas Fallas 2021: ¿coacción o conciliación?
La retirada de los ninots de una falla por las protestas de la comunidad islámica desatan la polémica: ¿Ataque a la libertad de expresión y claudicación por miedo o respeto y entendimiento? Fallas satíricas, “ma non troppo”
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Valencia entera huele en marzo a pólvora y flores, resuenan la dolçaina y el tabalet. Uno distingue al forastero por sus respingos ante el «peim» de los masclets y, al foráneo, por su impasibilidad. Todo es fuego, música y color. Excepto en 2020. Por primera vez desde que, entre los años 1937 y 1939 no se celebrasen las fallas por la Guerra Civil, estas se vieron suspendidas con motivo de la epidemia de coronavirus. Seis veces, no más, son en total las que han dejado de celebrarse estas fiestas en toda su historia. Si antaño eran los carpinteros quienes quemaban los trastos viejos acumulados durante el año la víspera de San José, hogaño son los falleros los que queman todo lo censurable de los últimos doce meses en forma de monumentos satíricos. Y en este 2021, el mundo fallero no ha aguantado más sin fuego y, apresurado, las ha celebrado en septiembre en lugar de marzo con polémica incluida: la retirada de los ninots de la falla Duque de Gaeta-Pobla de Farnals que representaban una mezquita y una media luna, salvados del fuego tras las protestas de la comunidad islámica en Valencia.
El hecho trae a la memoria sucesos recientes con dramáticas consecuencias, como la publicación por parte de la revista «Charlie Hebdo» de unas caricaturas de Mahoma y el posterior atentado en su redacción en 2015. O la decapitación del profesor Samuel Paty por mostrar esas mismas caricaturas en su aula durante una clase en la que se hablaba de libertad de expresión. Y es que el sentido del humor, la sátira y la crítica social, como sucede con la mítica revista, es la esencia de la fiesta valenciana. En las fallas –del latín facula, que significa antorcha–, el ritual del fuego purificador, la cremà, reduce a cenizas todo aquello censurable, criticable o risible ocurrido a lo largo del año, representado en los monumentos artísticos que dan nombre a la fiesta. Es por este motivo que muchos han interpretado el gesto como una claudicación, una cesión ante el miedo a posibles consecuencias terribles e indeseadas. ¿Deberían haber sido quemados los ninots? ¿Se ha tomado la decisión correcta? ¿Afecta esta al futuro de la fiesta, sentando un precedente?
Precedentes de retirada
Para Fernando Majón, presidente de la Agrupación de Fallas de Gran Vía, fallero de toda la vida y buen conocedor del sentir del mundo fallero, no hay mayor polémica. «A mí no me parece ni bien ni mal, ni todo lo contrario» nos dice. «Si para alguien algo resulta ofensivo, y así lo hace saber la comunidad musulmana en este caso, nosotros lo respetamos. La intención nunca es zaherir». Explica Majón que no es la primera vez que se retiran elementos religiosos de los monumentos porque así lo requiere el clamor popular. La diferencia es que, en otras ocasiones, no ha sido tanta la atención mediática.
Y así es. En 1980 la falla Na Jordana se vio en la obligación de tapar con una capucha el ninot que representaba al allatolah Jomeini. En 2004, la falla Reina-Vicente Guillot tuvo que retirar la figura de un confesionario con un Jesucristo en su interior tras las protestas y requerimientos de representantes de la Semana Santa Marinera de Valencia. Ese mismo año, sin embargo, se quemaba sin incidentes en la falla García Morato-Yecla otro Jesucristo que sostenía al Papa Juan Pablo II. En 2006 lo indecoroso resultó ser un consolador en manos de unas monjas, en 2013 se indultó una imagen de la Virgen de los Desamparados porque «no se puede quemar a la Virgen», en 2018 lo polémico fue que un concejal valenciano fuese representado ataviado como San Vicente… Y en 2013, quizá el caso más grave, la falla Ceramista Ros-José María Mortes Lerma despertó la ira de la comunidad hindú en Valencia. En su monumento aparecían algunos de sus dioses, Shiva incluido, que fueron retirados finalmente antes de ser quemados. Hubo amenazas y altercados, y la propia policía se vio en la obligación de custodiar la falla noche y día. Incluso un paquistaní intentó quemarse a lo bonzo ante ella el mismo día 19.
«No ha sido traumático»
Marcos Soriano, presidente de la falla Duque de Gaeta-Pobla de Farnals, cree que toda la polémica se debe a que se haya tratado de símbolos islámicos y no pertenecientes a otra religión, asociado esto «al momento en que vivimos, al radicalismo». Reconoce que al principio sí se vivió con cierta prudencia y algo de miedo el recibir las protestas. «Uno, sin querer, puede llegar a asociarlo con terrorismo y en estos momentos, frente a que algo muy local puede adquirir un alcance global, sí se puede sentir algo de temor», admite. «Pero se resolvió rápidamente con diálogo, comprensión y respeto. No ha sido nada traumático». «La comunidad islámica en Valencia conoce la fiesta y la respeta», explica Ana Isabel Martínez, presidenta de la asociación «València és refugi» y que ha actuado como mediadora en este conflicto. Para ellos, comenta, era motivo de alegría que su religión y su cultura tuvieran reconocimiento y representación en la fiesta valenciana. «El problema para ello», puntualiza, «era la inscripción en la figura de la luna, en la que ponía Feliz Ramadán. Hay diversos modos de decir lo mismo en su grafía y este, en concreto, utilizaba la palabra Corán. De hecho, ellos no pedían que dejaran de quemarse los ninots, sino que se eliminase la palabra Corán. La iniciativa de retirar la figura y regalarla a la mezquita fue de los propios falleros». En ese sentido, asegura cómo para la comunidad musulmana lo inaceptable era que se quemase la palabra Corán –no la luna o la mezquita– que junto con Mahoma y Alá son los tres conceptos sagrados para su religión. «El fuego para ellos no simboliza purificación, como para los falleros, sino destrucción y humillación». Y, según, Ana Isabel Martínez, esta ha sido «una experiencia muy bonita».
No lo ven así muchos usuarios de redes, entre ellos los seguidores del polémico twittero Alvise Pérez, que quemaba el pasado viernes una réplica de la luna de la falla Duque de Gaeta-Pobla de Farnals, pero sin las inscripciones que desataron las protestas. Muchos de ellos creen que es un claro y directo ataque a la libertad y que la retirada de los ninots iría en contra del propio espíritu y sentido de las fallas, que se trata de una claudicación fruto del terror, un signo de debilidad y una cesión a la presión de la comunidad musulmana más radicalizada.
Talante conciliador
«Nosotros en ningún momento hemos recibido amenazas de ningún tipo», asegura Soriano, que defiende el talante conciliador y el ánimo de entendimiento con el que desde el principio se enfrentaron desde la comisión de la falla a este imprevisto, la sensibilidad y el respeto hacia las creencias religiosas. «El problema hoy en día y en la situación actual» sostiene, sin embargo, Antonio Elorza, historiador y catedrático de Ciencias Políticas y coautor junto a Fernando Reinares Restares del libro «El nuevo terrorismo islamista: del 11-S al 11-M», que destaca que «el Islam, y en particular su vertiente yihadista, no se trata de una creencia religiosa más, sino el planteamiento de la conquista del mundo para su religión desde una interpretación ortodoxa y mediante una guerra a ultranza».
A juicio de Elorza, el islamismo radical supone para la Europa centro-occidental un peligro real, por ser en estos momentos «el eslabón más débil de la cadena, dado el blindaje de EE UU». Además, como recuerda este catedrático, España tendría el plus de amenaza añadida debido a su situación geográfica y al viejo «mito de Al-Andalus» para la cultura islámica. «Hay razones para mirar con cautela al yihadismo –concluye– mientras la izquierda que opera con actitud anti-imperialista se dedica a un olvido piadoso de las actitudes y los silencios pro Al-Qaeda tras el 11-S».