El pueblo donde el alquiler no ha subido en 500 años
El arrendamiento de la vivienda ha aguantado la especulación inmobiliaria y los fondos buitres y, según los cálculos, el precio continuaría siendo el mismo que cuando se construyeron estas casas, un florín. O lo que es lo mismo, apenas un euro
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Sube la electricidad, suben los alimentos, suben el papel y el cartón, suben los productos primarios, suben los precios de las casas y los alquileres en todo el mundo, menos en un lugar: Fuggerei, un pueblo de la Baviera, en Alemania. Allí el coste por habitar una casa se mantiene igual desde que este antiguo complejo de viviendas se creó en el lejano 1521, hace ya quinientos años. Exactamente desde que Jacobo Fúcar, el banquero más rico de Europa del siglo XVI, vinculado a Maximiliano I y la casa de los Habsburgo, ordenó levantar este conjunto de edificios para acoger a los pobres que poblaban las calles Aubsburgo. Pueden considerarse un ejemplo de las primeras viviendas sociales y una iniciativa caritativa de inapreciable valor en una centuria donde el destino de los seres humanos apenas se tomaba en consideración. El estipendio para ocupar una de las 147 viviendas se ha mantenido igual desde esa época. En su momento costaba un florín que, teniendo en cuenta las variables económicas, son unos 0,88 euros. Toda una ganga. Aquí todavía no han llegado los fondos buitres ni las inmobiliarias ni los especuladores. El arrendamiento sigue igual. Una resistencia tan heroica como la de los galos de Goscinny y Uderzo contra el imperio romano. Pero sin ser un cómic ni ser ficción. Es cierto que en el pasado han atravesado por momentos de extremas dificultades. Sobre todo cuando afrontaron periodos de destrucción y la idea que amparó su creación parecía que iba a diluirse ante el imparable signo de los tiempos. El peor sucedió durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Pero siempre se han reconstruido de manera fiel a su arquitectura original y se ha conservado el arrendamiento en una zona que hoy sería un barrio de ricos. Es, probablemente, el último lujo para los que no están asistidos por el azar. En 2020 se implantó una tarifa visitar estas manzanas. Cuesta 6,50 euros. Seis veces más que residir allí. La suerte continúe con ellos.