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Wole Soyinka: «La rebeldía es una responsabilidad»

El Premio Nobel de Literatura regresa a la novela después de 49 años con una obra sobre la corrupción política y el tráfico de miembros humanos. «Nuestro mundo se endurece. Lo que antes era un horror y una abominación, hoy se acepta», comenta

El Premio Nobel de Literatura, Wole Soyinka
El Premio Nobel de Literatura, Wole SoyinkaSHOOTINGSHOOTING

Wole Soyinka presupone un desafío. Luce 87 años saludables y gasta una ironía inteligente. Una máscara que resulta engañosa e induce a pensar que es un escritor acomodado en el regazo de la literatura. Pero, al contrario de lo que marcan estos vectores, continúa siendo el tipo rebelde y crítico de su juventud, aquel que huyó en la parte trasera de una motocicleta, atravesando un bosque, para escapar de una dictadura que no hubiera dudado en atajar su vida con el peor de los destinos. Después del Premio Nobel de Literatura y no haber frecuentado la novela en 49 años, ha regresado con «Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra» (Alfaguara). Un libro que ha recurrido al humor para describir un país que está estremecido por una organización -paraguas de líderes religiosos, caraduras y gentes sin alma- que se enriquece con el tráfico de miembros humanos que roban de un hospital. Un reflejo acertado de la degradación moral de una nación y el mundo que existe detrás de él.

En las culturas, el cuerpo es sagrado. En su libro se trafica con miembros humanos.

Es la degradación humana en todos los niveles y sentidos. Para mí, elimina lo que es ser humano. La criminalidad que inspira es mayor que la corrupción material, porque es la corrupción del alma. Por eso, lo uso como tema de la condición de la nación.

Hay muchos predicadores falsos. ¿Qué nos dice eso?

Que nuestro mundo se está endureciendo. Lo que se consideraría un horror y una abominación se acepta hoy como normal en la sociedad. Lo comparo con la conducta de ciertos animales en la naturaleza. He visto cuervos en la carretera. Habitualmente son atropellados y los demás pájaros recogen sus trozos y arrastran sus restos hasta el arcén. Siempre cuento esta historia a las personas que me rodean porque hay muchas de ellas que defienden que no hay que ser muy sentimental con el cuerpo humano. Pero, creo que los rituales forman parte de nosotros. Los rituales sirven para conservar la humanidad y fortalecer el sentido de comunidad. Si empezamos degradando los cuerpos, ¿qué nos queda de esa humanidad? Seríamos un bien de primera necesidad, como el pan o el tomate. Ahora, además, mostramos cada vez menos respuestas a las atrocidades que se cometen, como las bombas en rama que afectan a los niños, la brujería o usar la sentimentalidad para eliminar a los mayores en la sociedad. Una vez que llegamos a este punto y dejamos de respetar los rituales que nos caracterizan como seres humanos, la pregunta es: ¿Qué queda de nosotros?

¿El dinero corrompe?

Sí. Tiene que ver con el desarrollo de la superstición de que puedes prolongar la vida generando dinero. No importa a través de qué medio. Ayer estuve viendo en la tele a los refugiados de la frontera de Bielorrusia. Observé a un portavoz del Gobierno bielorruso y la mujer que estaba con él. Examiné su lenguaje corporal. Cuando ella hablaba, descartaba de antemano a esas personas porque no tenían valor para ella. Los contemplaba como residuos de la sociedad. Ella pensaba: ¿y por qué van a representar una carga para nuestros recursos económicos? Esta era la base de su argumento, aunque no lo expresó con estas palabras. Se notaba que esta mujer y el poder que representaba estaban dispuestos a sacrificar a estos seres humanos que necesitaban ayudaba. No es que no tengan inteligencia para encontrar una solución o que carezcan de recursos, sino que es mejor clasificarlos como «no humanos». Esto está sucediendo con los refugiados en el mundo, vengan por el Mediterráneo o atraviesen el Sáhara. Las naciones siguen tratando a ciertas personas como seres sin valor. No los ven como humanos, aunque merezcan respeto, que les presten ayuda y tener en cuenta las circunstancias que los han empujado hasta ahí. Si se pierde ese respeto, se pierde todo.

¿Por qué esta degradación?

El problema ha sido el control. Hay un instinto muy negativo de controlar el mundo. Puedes controlarlo a través de una prohibición económica, sometiendo a las naciones a las exigencias que se imponen o diciendo cuál debería ser el estilo de vida de las personas. Sospecho que la religión en sí tiene que responder a la necesidad espiritual que existe, pero se ha degradado por contradicciones internas y lo falsas que son algunas pseudoreligiones. Me pregunto si no deberíamos volver a la religión y colocarla en el pedestal humano correcto. Las ideologías han fracasado y lo que vivimos es parte de eso. No existe una ideología coherente que responda a las necesidades del ser humano hoy en día. El socialismo y el comunismo fracasaron por la parte tóxica que tiene todo poder. La religión y la ideología no han respondido a las necesidades que tenemos y no ha aparecido nada que las sustituya.

¿Hay que ser rebelde?

¿Cuál es la elección que le queda a un escritor? Lo otro es tratar de adaptarse al idealismo del filósofo, pero eso lo veo difícil. No sé qué otra cosa se puede hacer, salvo escribir y exponer las banalidades y la crueldad. Armar a la gente para que resista los excesos del poder. No es solo una labor de escritores, sino de la humanidad. Profesores, albañiles... La rebeldía, oponerse al poder abusivo, es una responsabilidad de todo el mundo.

¿El sentido del humor de este libro es un recurso para contar lo que cuenta?

Es la única manera de mantener la cordura mental. Un colega escribió en un libro: “tienes que reírte para intentar llorar”. Es un intento de reflejar esa necesidad de ironía y contradicción que está dentro de todo nosotros. No solemos usar esa ironía, pero si no lo hacemos nos volveremos locos.

¿Reconoce la actual África?

Sí, pero no para bien muchas veces. No ha cambiado mucho y no siempre para mejorar. A veces se da un paso hacia adelante y tres hacia atrás. Etiopía es un buen ejemplo de lo que ocurre. Mira lo que sucede. Ha habido avances, pero en general, hemos ido hacia atrás desde la independencia.

¿Cree que Europa ha fallado a África?

La nación independiente más joven en África tiene por lo menos cincuenta años y yo creo que con cincuenta años de edad es tiempo más que suficiente para dejar que te importe si Europa ha fracasado en su intento de apoyar a África o si ha ayudado. Creo que son los líderes de los países del continente africano los que tienen que asumir el destino. Toda salvación debe llegar desde dentro.