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La autopsia digital de Amenhotep I, el faraón que fue enterrado dos veces

Investigadores de la Universidad de El Cairo «desnudan» la momia con rayos-X y encuentran, por sorpresa, un difunto excepcionalmente conservado
EGYPTIAN MINISTRY OF ANTIQUITIESEFE
La Razón

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Finales de diciembre es tiempo de hacer presentes. De soñar entre los obsequios de Papá Noel y las ofrendas de los Reyes de Oriente. De levantarse corriendo de la cama para ver qué hay de nuevo en la chimenea o bajo el árbol... Aunque esta vez no hubo que mirar en ninguno de estos dos sitios para hacerse con el paquete. Ha sido otro tipo de «unboxing», mucho más moderno, digital. «Fue como abrir un regalo», confesaba la doctora Sahar Saleem, profesora de Radiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de El Cairo. Pero en el interior del envoltorio no había juguetes ni caprichos del primer mundo, sino un objeto tan buscado como inesperado: Amenhotep I, segundo faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Y no es que la momia haya salido de la noche a la mañana, ni mucho menos, pero sí que ha sido una grata sorpresa comprobar que dentro de aquel sarcófago y aquellos harapos había un personaje mejor conservado de lo que se esperaba. «Un detalle sin precedentes», se ha celebrado de este ejemplar de «1,69 metros, circundado y de buenos dientes».
Los restos de este faraón, también conocido como Amenofis I, eran los únicos de la realeza que no habían sido abiertos en época moderna por su excepcional estado de conservación. Su máscara funeraria le hacía especial entre los grandes faraones exhibidos en El Cairo, pero, gracias a la tecnología avanzada de los rayos-X, un grupo de científicos ha desenvuelto digitalmente las vendas para acceder a sus secretos más íntimos, ya fueran reliquias o su simple pasado vital. El uso de la tomografía computarizada tridimensional (TC 3D) ha podido demostrar que el faraón murió hacia los 35 años, aunque no se han encontrado «heridas o desfiguraciones debidas a una enfermedad que justificara la causa de la muerte». Así lo ha asegurado el equipo de la Universidad de El Cairo, que ha publicado en «Frontiers in Medicine» el resultado de su investigación sobre la momia de Amenhotep, descubierta entre otros difuntos reales en el yacimiento de Deir el-Bahari (Egipto) en 1881.
El conocido egiptólogo Zahi Hawas y la citada catedrática de Radiología, Saleem, han logrado resolver los misterios del monarca sin necesidad de retirarle sus vendas ni la máscara. Desde 2005, la pareja lleva a cabo tomografías computarizadas para examinar 40 momias reales en un proyecto con el que ha logrado hacer descubrimientos como detalles del asesinato de Ramsés III o de la muerte en batalla de Seqenenra Taa. Ahora, han podido descifrar que fue nombrado faraón a muy corta edad, ya que reinó durante 21 años, entre 1525 y 1504 a.C., cuando falleció por causas que seguirán siendo un misterio, de momento.
Pero, además, el cuerpo momificado viene con otro «premio»: mantiene el cerebro en su sitio, por lo que, a diferencia de la mayoría de los faraones del Imperio Nuevo (1550-1069 a.C.), «no se lo extrajeron durante el proceso de momificación», indicó Saleem en un comunicado del Ministerio de Antigüedades. Sí se han hallado numerosas mutilaciones post mortem, presumiblemente realizadas por los ladrones de tumbas, y los vacíos que dejaron los primeros momificadores, que sí le habrían quitado las entrañas, pero no el cerebro ni el corazón.
El escaneo de la momia también ha sacado a la luz que en su interior hay 30 amuletos entre las bandas de pergamino que la envuelven y un cinturón compuesto por 34 cuentas de oro bajo su espalda. Además de la «bella» decoración con guirnaldas de flores y de presentar la cara y el cuello cubiertos por una «exquisita» máscara realista con piedras de colores. Esto, en palabras de los investigadores, «reafirma la buena fe de quienes decidieron sacar sus restos de su tumba original para emplazarlos en otro lugar» con el fin de preservarlos de los saqueadores de tumbas y no de robarlos como se ha alegado, citaba la nota.
Amenhotep I, hijo del rey Amosis I, es un faraón de la XVII Dinastía cuya momia fue encontrada durante 1881 en el complejo de templos funerarios de Deir el-Bahari en la ciudad de Luxor, donde se encontraba la antigua capital egipcia de Tebas, y en la que se hallaron decenas de momias reales más. Era esta la segunda de las sepulturas de nuestro protagonista tras la que se realizó de inmediato a su muerte. Allí permaneció casi 3.000 años en paz después de que, como muestran los nuevos hallazgos, «los sacerdotes de la Dinastía XXI [1070-945 a.C.] reparasen con amor las heridas infligidas por los ladrones de tumbas −explican−, restauraron su momia a su antigua gloria y conservaron las magníficas joyas y amuletos en su lugar».
En los siguientes años del siglo XIX, los restos de las figuras cortesanas fueron trasladadas a El Cairo. Su ubicación actual en el recién inaugurado Museo Nacional de la Civilización Egipcia se debe al traslado del pasado mes de abril junto con otros 22 cuerpos reales desde el Museo Egipcio durante un vistoso desfile. Entre las dos decenas de momias reales exhibidas en el nuevo centro, la de Amenhotep I todavía hoy es la única que conserva su máscara funeraria y una corona que la diferencia del resto de los ilustres.

CLAVADO A SU PADRE

Tal ha sido la precisión del escaner sometido a Amenhotep I que los investigadores ya le han sacado similitudes con su progenitor, Amosis I: «Se parece a su padre. Tenía un mentón estrecho, una nariz pequeña y estrecha, cabello rizado y dientes superiores ligeramente protuberantes (...) Incluso se conservaron los diminutos huesos del interior de las orejas. Sin duda, los dientes de Amenhotep estaban bien conservados». No como los de otras momias reales, que «los tenían defectuosos».