Sidney Poitier, el actor que rompió la barrera racial en Hollywood
El intérprete de «Adivina quien viene a cenar esta noche» fallece a los 94 años y deja todo un legado en Hollywood en defensa de los derechos humanos
Creada:
Última actualización:
El fallecimiento de Sidney Poitier es más que un siglo de Hollywood que se desvanece: es el recordatorio de un siglo de Hollywood en el que a los negros les costó mucho más que sudor y lágrimas hacerse un hueco en la industria y el arte más importante de los Estados Unidos y, quizá, del siglo XX. Hoy, puede resultar difícil creer que una película como “Adivina quién viene a cenar esta noche” (1967) supusiera no sólo un éxito de crítica y público, sino, ante todo, un mazazo a las conciencias de los espectadores, con su amable drama sobre esa atractiva pareja interracial, el negro Poitier y la muy blanca Katharine Houghton, que se presenta a cenar en casa de los padres de la segunda, matrimonio tradicional compuesto por Spencer Tracy y Katherine Hepburn. Pero su director, Stanley Kramer, el guionista William Rose y el propio Poitier sabían muy bien lo que se hacían: solo seis meses antes el matrimonio interracial seguía siendo un delito en diecisiete estados. Aquella sencilla, ingeniosa pero nada ingenua comedia romántica y social, era un gesto de atrevimiento sin igual, aunque no el único protagonizado por ese hombre negro y guapo, que se convertiría en ejemplo para varias generaciones.
De hecho, Poitier, procedente de una familia de granjeros acomodados de las Bahamas, que nació en los Estados Unidos casi por casualidad, había debutado en 1959 en el teatro con “Un lunar en el sol”, de la escritora afroamericana Lorraine Hansberry, que después sería llevada al cine por Donald Petrie. Un drama sobre una familia de color del South Side de Chicago, que tocaba de lleno los problemas de pobreza, segregación y lucha por la mejora social que constituían (y siguen constituyendo) la problemática negra de Estados Unidos. Poitier conquistó así a todos los norteamericanos y blancos de a bien, y seguiría haciéndolo con “Porgy & Bess” (1959), según la ópera de Gershwin; con “Un día volveré” (Paris Blues, 1961), con “Los lirios del valle” (1963), que supuso tanto su primer Oscar (recibiría otro honorífico en 2002) como el primero otorgado a un actor de color por la Academia, o con “Un retazo de azul” (1965), por no hablar de wésterns como “Duelo en diablo” (1966). Sin embargo fue, sin duda, “Adivina quién viene a cenar esta noche” la que certificó su estatus como estrella y como símbolo de la igualdad, la integración y la lucha por los derechos civiles. Stanley Kramer ya le había llevado a las puertas del Oscar con su estupenda “Fugitivos” (1958), pero sabía que sería esta comedia emotiva, dramática y al tiempo simpática la que destruiría barreras, abriendo corazones y mentes, mucho más que historias violentas, radicales o con mayor carga de profundidad intelectual.
Ser guapo, alto y amable, le valió a Sidney Poitier el sambenito de representante en Hollywood del “síndrome del Tío Tom”. El negrito “bueno” domesticado por los blancos, digno de ser invitado a cenas, salas de estar... y dormitorios. Poitier no era ajeno al peligro del “tiotomismo”, pero, puestos a elegir, eligió sabiamente seguir siendo un actor más que capaz de interpretar todo tipo de papeles, utilizando la baza de su físico, pero abriendo brecha a las generaciones venideras, como reconociera su heredero Denzel Washington al recibir el Oscar. Puede que películas como “Adivina quién viene a cenar esta noche”, “En el calor de la noche” (1967) o “Buck y el farsante” (1972), que dirigió el propio Poitier —como dirigiera la desopilante Locos de remate (1980), con Gene Wilder y Richard Pryor— ofrezcan una versión ideal, idealizada e idealista del negro americano, pero era esa la que hacía falta, la necesaria para comenzar a frenar y derrotar la locura del racismo. El Hollywood liberal de los 60 lo sabía. Y Poitier también. No fueron Harry Belafonte ni Malcolm X, con mis respetos, quienes conquistaron Estados Unidos para su raza. Fue ese Tío Tom que no lo era, llamado Sidney Poitier. La primera gran estrella negra del cine.