El Museo del Prado enfrenta la Venus de Tiziano con “las Majas” de Goya
El Museo del Prado reordena las salas dedicadas al artista de Fuendetodos y evoca en una de ellas la decoración de uno de los gabinetes de Godoy al exhibir estos dos lienzos del español al lado de la “Venus recreándose con el Amor y la Música” del maestro italiano
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El Museo del Prado ha reordenado las salas 34-38 del edificio de Villanueva, dedicadas a Francisco de Goya. Una instalación que ha propiciado también la recuperación de las ventanas que daban al exterior y la ampliación de uno de los espacios (retirando uno de los tabiques del siglo XX que lo dividía) para ubicar “las Majas” de Francisco de Goya en un lugar más adecuado y que propicie una mejor contemplación. Como aseguró ayer el director de la pinacoteca, Miguel Falomir, antes de la pandemia “El Prado recibía tres millones de visitantes y todos pasaban por delante de estos dos óleos”. El problema es que estos cuadros se exhibían en un lugar más reducido y se producían aglomeraciones que impedían verlos con detenimiento y de manera apropiada.
Esta reinstalación se ha podido llevar a cabo debido a los préstamos que el museo aprobó para la exhibición dedicada a Goya que organizó la Fundación Beyeler de Basilea el pasado otoño. Un momento que se ha aprovechado para reordenar esta parte de la colección y ofrecer una nueva experiencia expositiva. De hecho, la nueva sala dedicada a “las Majas” no es solo más amplia, sino que obedece a un doble propósito. Por un lado es un guiño a uno de los gabinetes de Manuel Godoy. Se conoce que el valido había colocado estas dos telas de Goya junto a otros lienzos con diferentes representaciones dedicadas al amor. Una de ellas era la célebre “Venus del espejo”, de Velázquez, que ahora se encuentra en la National Gallery de Londres, y otra de Tiziano, en una copia de tamaño más modesto y reducido. Aquí no hay ninguna réplica. Al contrario, se cuenta con “Venus recreándose con el Amor y la Música”, de este maestro italiano.
Pero la intención no es de una única naturaleza. Es doble. Por un lado sirve de guiño a la reconstrucción de esa sala de Godoy, pero, al mismo tiempo, es una lección de arte. El desnudo tumbado fue una invención de Tiziano y Giorgione en el siglo XVI. Un modelo que tuvo suerte y prosperó hasta convertirse en una de las iconografías más imitadas y repetidas en la historia del arte. Al poner el juego que representan estos tres lienzos se puede observar la evolución de esta tipología. Algo que se remarca con la presencia de otro óleo, el de “La marquesa de Santa Cruz”, también de Goya, que aparece retratada en una pose similar, y un mármol anónimo del siglo XVIII de una figura femenina tallada en la misma postura que se observa en los lienzos.
El gran proyecto de Madrid
Las otras dos salas contiguas, situadas en el mismo ala, están dedicadas a dos temáticas de Goya. La 34 está centrada en pintura de carácter religioso y, aparte de un “Cristo crucificado”, cuenta con la incorporación de dos bocetos que se han depositado en el Museo del Prado durante un año procedentes de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno. Son los trabajos preparatorios para un cuadro de altar, “La predicación de San Bernardino de Siena ante Alfonso V de Aragón”, destinado a una de las capilla de la Real Basílica de San Francisco el Grande. Como recalcó Miguel Falomir, la decoración de este edificio fue uno de los proyectos artísticos más importantes del Madrid de entonces. Reunió a todos los pintores de cámara y los formatos de las pinturas iban a ser de un tamaño inusual.
Estos dos bocetos son excepcionales porque muestran la maduración de la obra. La primera de ellas se ha exhibido en dos ocasiones nada más. La primera, un apunte del artista, en 1900 y, después, en 1920 y 1921, en una exposición en Londres. Desde entonces no se ha vuelto a ver nunca. La segunda no se había mostrado jamás en público y era un esbozo, más rematado y evolucionado que el anterior, destinado a su presentación ante el rey, Carlos III. Fueron ejecutados entre 1781 y 1782. Están documentados en la colección del VII Marqués de la Torrecilla, antepasado directo de Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, en 1867. Desde ese momento han permanecido en el seno de esta familia.
La última sala está dedicada a los retratos de Goya, un terreno artístico en el que sobresalió de manera especial por la gran capacidad del artista para recoger en sus obras el carácter y la naturaleza psicológica de las personas. En este ámbito sobresalen pinturas como “La condesa de Chinchón”, Gaspar Melchor de Jovellanos, “La duquesa de Alba y su dueña”, “El pintor Francisco Bayeu” o “El general don José de Urrutia”.