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Novedad editorial

Dentro del viaje a la locura de Mark Vonnegut y cómo escapó de él

El hijo de Kurt Vonnegut presenta su autobiografía con su lucha para plantar cara a las enfermedades mentales

Mark Vonnegut, con su padre Kurt y su esposa Barb
Mark Vonnegut, con su padre Kurt y su esposa BarbMark Vonnegut

Pese a que el libro apareció por primera vez en 1975 en Estados Unidos, «Expreso al paraíso. Memoria de una locura» todavía no se había publicado en nuestro país. Esta extremadamente sincera autobiografía de Mark Vonnegut llega ahora de la mano de Libros del Kultrum. En sus páginas nos encontramos el particular descenso a los infiernos del hijo del escritor Kurt Vonnegut, un viaje en la Norteamérica de los sesenta, en el momento de mayores cambios políticos y sociales en Estados Unidos. Los problemas mentales del autor del libro, su entrada en una paranoia de locura es explicada en este «Expreso al paraíso» con prólogo de un agudo Kurt Vonnegut que confiesa que su hijo Mark le «dijo que todos los chicos tienen que cruzar esas inmensas praderas sin señalizar antes de reunirse con nosotros en el porche de los adultos».

Mark Vonnegut, el hijo de un héroe de la contracultura y con predisposición genética a la esquizofrenia, es ahora un reconocido pediatra con consulta propia en las afueras de Boston. El médico y escritor, en conversaciones con este diario, explicó que, al echar la vista atrás y recordar aquellos tiempos, «quiero que la gente sepa cómo era. Me veo como una persona diferente a quien soy ahora. Era una época en la que todos luchábamos contra la guerra de Vietnam. Éramos unos idealistas y nos enfrentábamos a la pobreza que había en el país. Confiábamos en las drogas, pero acabamos teniéndoles miedo.».

Mark Vonnegut cree que todavía las enfermedades mentales son un tabú para la sociedad y para los gobiernos. Cuando se le pregunta de quién es la responsabilidad sobre este juicio, apunta que «la responsabilidad debería ser de todos. Muchas familias sienten vergüenza. Todo el mundo, incluso los profesionales médicos, deberían hacer un mejor trabajo en este terreno, aceptando la realidad de las enfermedades mentales».

En el libro, Mark apunta que en aquellos años, como también sostenía su padre, la aspiración era ser «un buen jippi». ¿Y qué era un buen jippi? «Ser un idealista. El problema es que mucha gente pensaba que para eso lo mejor era usar drogas. Pero lo siento, no es así. Si le soy sincero ese cliché que se ha repetido tanto desde los sesenta de sexo, drogas y rock’n roll no es cierto». Al hablar de idealismo, ¿es un buen momento para serlo en Estados Unidos? «Creo que sí, sobre todo la gente joven es la que cree que puede ayudar y luchar en una situación. Hay algo de esperanza en los colegios y en los institutos, con gente que se adentra en temas políticos. La situación en mi país es grave y los jóvenes se están preocupando mucho por ella».

Parece inevitable preguntarle a Mark Vonnegut sobre su famoso padre, uno de los nombres de referencia de la literatura estadounidense en la segunda mitad del siglo pasado. Este año se celebra el centenario del nacimiento del autor de títulos imprescindibles como «Matadero cinco» o «Desayuno de campeones», y eso ha hecho que muchos acudan al heredero para saber de sus recuerdos. ¿Es fácil ser el hijo de Kurt Vonnegut? Mark ríe y contesta que «sí, es difícil. Él era una gran persona, pero al mismo tiempo era mi padre y como todos los padres no era perfecto. En los tiempos en los que estuve enfermo podía ser una ayuda, pero hubo momentos en los que necesitaba ayuda y dinero y no estaba allí»

Con un peculiar sentido del humor y con una mirada pesimista hacia el mundo que le había tocado vivir, Vonnegut es un escritor que sigue ganando adeptos pese a los quince años que han transcurrido desde su fallecimiento. «No creo en muchas de las cosas que decía sobre amabilidad, excepticismo o lo que fuera. Lo digo porque él no fue bueno con mi madre, pese a que me dijera que yo tenía que ser una persona amable. No trató bien a mi madre». Mark no ha querido ver el reciente documental «Kurt Vonnegut: A través del tiempo» porque «tengo sentimientos encontrados. Era un gran artista, pero no quiero formar parte de todo eso porque lo conocí. Nunca le dedicaré un libro».