La saga Vuyovich: sus padres se enamoraron en la Guerra Civil y ellos acaban de conocerse
El patriarca llegó desde Montenegro en 1936 para luchar en el bando republicano y nunca pudo volver a España
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El 17 de abril de este año, Darya Vuyovich se fijó en un libro de lomo rosado al que nunca había prestado atención. Sobresalía de la biblioteca de unos 300 ejemplares que hay en la casa familiar, en Belgrado. Tenía tiempo, era Domingo de Pascua, y se puso a echarle un vistazo. Bajo el título «Soldados de la revolución», el libro repasaba la vida de cuatro generales yugoslavos, entre ellas la de su abuelo, Ratko Vuyovich. Elogiaba su figura, sus victorias militares y su paso por España como brigadista en 1936, una guerra que nunca olvidó y que siempre evocaba en sus canciones sobre «la pequeña Juanita» y «las españolas de ojos negros».
Estas dos alusiones del texto reavivaron en Darya las ganas de investigar lo que casi era una leyenda en su familia: la mujer y la hija españolas de Ratko. Era como si su abuelo, ateo redomado, hubiera elegido esa fecha tan cristiana para mandarle un mensaje desde el más allá. Un empujón para que los Vuyovich serbios y los Vuyovich españoles se encontraran de una vez después de 83 años separados por las guerras en Europa y tras décadas de intentos frustrados.
Hace una semana se produjo en Madrid la reunión largamente esperada. Acudió más de una veintena de descendientes de Juana Ahijón (1919-2004) y Ratko Vuyovich (1916-1977). Se juntaron miembros de tres generaciones durante varios días, visitaron el pueblo donde nació el amor, vieron juntos el Madrid-Barça, se hicieron muchas fotos y se dieron muchos abrazos. Entre todos trataron de llenar los huecos de la historia del joven brigadista y la chica de Colmenar de Oreja, que se habían casado en mayo de 1937, habían tenido a la pequeña María y nunca más habían vuelto a verse.
Ratko Vuyovich, alias «Choche», nació en Montenegro en diciembre de 1916. La guerra civil española le pilló en la capital checa, donde estudiaba Agronomía. Fue uno de los primeros voluntarios yugoslavos en enrolarse en las brigadas internacionales junto a 14 compatriotas. Conocidos como «el grupo de Praga», llegaron a nuestro país en tren a través de Francia. Tan seguros estaban de que no darían marcha atrás que en la estación de París tiraron las llaves de sus dormitorios universitarios. Con escasa formación militar, se integraron en el «Batallón Dimitrov», de unos 800 miembros, la mayoría búlgaros, griegos y yugoslavos. A las dos semanas participaron en el mítico frente del Jarama, donde durante 77 días aguantaron las posiciones republicanas.
El joven Vuyovich resultó herido y terminó en un hospital de Colmenar de Oreja, donde Juana prestaba servicio como voluntaria. Fue un flechazo. Se casaron y al poco tuvieron a María. El fin de la guerra y la victoria de los nacionales forzó la salida de los brigadistas de suelo español. Ratko fue uno de los últimos en marcharse, antes se encargó de proteger la evacuación de cientos de compañeros por el puerto de Valencia. Él recordaría su salida como uno de los momentos más amargos de su vida, sobre todo aquel último instante en que tuvo que dejar las armas en la frontera antes de cruzar.
Una vez en Francia, fue detenido y trasladado al campo de concentración de Argelès-sur-Mer, cerca de Perpignan. Había dejado atrás la contienda fratricida española pero en Europa comenzaba la Segunda Guerra Mundial. Cayeron Polonia, Francia y Yugoslavia. En mayo de 1941 Ratko fue enviado a Alemania para trabajar en una mina cerca de Leipzig. A los pocos meses, consiguió volver a su país gracias a sus contactos con altos mandos del partido comunista, entre otros, el que luego sería presidente, Josip Broz Tito.
Juana no corrió mejor suerte los meses posteriores al fin de la guerra civil. Mujer de un combatiente extranjero en un pueblo en el que todos sabían quién era quién, cuentan sus nietos que era de armas tomar y que, cuando entraron los nacionales, no les quiso hacer el saludo. Ni a ellos ni a su bandera. Fue llamada al orden y argumentó que no pudo darles la bienvenida porque tenía a su hija pequeña en los brazos, pero fue tanta la insistencia de los militares que acabó diciendo que es que no le había dado la gana. Le raparon el pelo y durante unas semanas se paseó por Colmenar de Oreja con un pañuelo rojo anudado en la cabeza.
La historia de amor de Juana y Ratko quedó interrumpida en 1939. Los dos volverían a casarse y tendrían hijos con otras personas, pero sus vidas corrieron destinos desiguales. Juana, analfabeta aunque con una gran «cultura de la vida», tuvo una existencia dura, muy sufrida. No le quedó otra que dejar a María en el pueblo con su madre y ponerse a servir en casas en Barcelona y Madrid. Cuando la pequeña se hizo ingobernable, acabó contrayendo matrimonio acechada por las circunstancias y se la pudo llevar con ella. María adoptó el apellido del nuevo marido y no fue hasta que ella misma se casó y pidió su partida de nacimiento cuando se enteró de que Vuyovich era el que en verdad le correspondía.
Ratko contrajo matrimonio con Aysha, una partisana que conoció en las trincheras yugoslavas, después de un romance clandestino. En 1942 fue destinado a la montaña Kozara, donde se libró una de las batallas más duras contra la ofensiva alemana de la Segunda Guerra Mundial. En realidad, «Choche», declarado Héroe Nacional, se pasó media vida en guerra. Estuvo en distintos frentes al menos hasta el Pacto de los Balcanes de 1953. Después se estableció en Belgrado y continuó ascendiendo en la escala militar hasta convertirse en uno de los generales más jóvenes del país. Su pasión por el deporte y el fútbol le llevó a fundar, junto a otros compañeros de armas, el Club de Fútbol Partizan en 1945, del que sería presidente. También fue uno de los primeros dirigentes de la Asociación Scouts Yugoslavia.
¿Cómo es posible que Ratko no volviera nunca a buscar a su «alma», como llamaba a Juana? ¿No había sido un amor tan rotundo? Esta pregunta se la han hecho durante muchos años los Vuyovich y han acabado concluyendo que la historia, pero también el azar, jugaron en su contra. En aquella época habría sido totalmente inconcebible que un general del comunista Tito acudiera a la España de Franco, donde había triunfado el fascismo, en busca de su amada. Lo que sí han sabido después es que Ratko envió a una persona de su confianza a Colmenar de Oreja a preguntar por Juana, que ya había abandonado el pueblo y vivía en Madrid con el apellido de su marido. La muerte de «Choche» en 1977, apenas dos años después de la de Franco, no le dejó margen para mucho más.
María y Mladen, hermanos por parte de padre, son ahora los mayores de la saga que siguen con vida. Su memoria flaquea y sus descendientes han tratado de poner orden en el relato durante su encuentro en Madrid. También han sacado parecidos mutuos y se han contado cómo fueron sus intentos por contactarse en estos 83 años. Dicen que cuando María se casó con Paco trataron de ir de luna de miel a Montenegro para averiguar más sobre sus orígenes, pero la situación política les disuadió. Más tarde, los hijos de María y su nuera se pusieron en contacto con la embajada, que no les ayudó gran cosa por la ley de protección de datos, escribieron a un diario de Belgrado y publicaron un post en la página de Facebook de los Boy Scouts por si alguno la veía.
Los Vuyovich serbios recuerdan las veces que el abuelo Ratko cantaba canciones españolas como «¡Ay, Carmela!» y bailaba flamenco. Las castañuelas siempre sonaron en las celebraciones familiares en las que, de cuando en cuando, les contaba sus aventuras en la guerra española con emoción. Pero nunca quiso hablar de su primera esposa y ellos siempre creyeron que María había muerto en un accidente de tráfico. Aunque nadie se acuerda bien de dónde lo sacaron, era la teoría más extendida en la familia hasta que Darya hojeó aquel libro del lomo rosa el último domingo de Pascua. Emprendió junto a sus primos una nueva búsqueda en Internet y encontraron la publicación en Facebook de 2017, un llamamiento ya olvidado que propició el primer contacto entre las dos ramas de la saga el 20 de mayo de este año. Al día siguiente se cumplió el 85 aniversario de la boda de Ratko y Juana.