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Vidas extraordinarias

Albucasis: pionero de la cirugía medieval

Gran parte de la medicina quirúrgica moderna, incluyendo las suturas absorbibles y las pinzas médicas, se la debemos a este brillante sabio de al-Ándalus, que apenas salió de su casa en 77 años

Abu al-Qasim al-Zahrawi (o Albucasis) ampollando a un paciente en el hospital de Córdoba
Abu al-Qasim al-Zahrawi (o Albucasis) ampollando a un paciente en el hospital de CórdobaArchivo

Muchos inventores han recorrido el mundo en busca de ideas nuevas, navegando mares o cruzando desiertos. Aristóteles estudió los secretos de la vida en las lagunas de Lesbos; Marco Polo siguió los hilos de seda hasta el corazón de Asia. Pero hay otras figuras que apenas se alejaron de su casa, y aun así consiguieron hacer cosas increíbles. Entre esos sabios se encuentra uno cuyo nombre debería figurar entre los grandes benefactores de la humanidad. Si alguna vez usted o alguien cercano ha sido operado por un cirujano moderno, es probable que deba algo, aunque no lo sepa, a Abu al-Qasim al-Zahrawi, latinizado como «Albucasis»: el médico cordobés que dio forma a la cirugía tal como la conocemos en la actualidad.

Nació en 936 o 940 en Medina Azahara, y vivió en Córdoba, cuando ésta era la capital y joya de al-Ándalus, en un tiempo de esplendor intelectual y convivencia de culturas. Desde su casa y su hospital, creó más de doscientos instrumentos quirúrgicos: bisturíes, pinzas, fórceps, sondas, herramientas para extraer cuerpos extraños del cuerpo o realizar operaciones delicadas en el oído y el cerebro. De hecho, fue el primero en usar hilos de sutura quirúrgica que eran absorbibles en el cuerpo, en pleno siglo X. A lo largo de sus setenta y siete años trató fracturas, luxaciones y lesiones con gran precisión, ya que en sus cuadernos describió la extirpación de amígdalas y traqueotomías, el uso de cauterios para tumores y abscesos, e incluso desarrolló fórceps para asistir partos difíciles, siempre con el objetivo de aliviar el dolor y salvar vidas.

Fue también el primero en registrar un caso de embarazo ectópico y en practicar la extracción de cálculos vesicales con notable éxito. E incluso llegó a identificar que la hemofilia –esa extraña incapacidad de la sangre para coagular tras una herida o una operación– era un rasgo hereditario. Entre los casos más sobrecogedores que él mismo relata se encuentra el de una joven esclava que, al cortarse el cuello con un cuchillo, dejaba escapar el aire por la herida. Con serenidad y precisión, al-Zahrawi logró suturarla y salvarle la vida, demostrando que las laringectomías son posibles.

Hacia el año 1000, tras toda una vida de observación y práctica, escribió su monumental «Kitab al-Tasrif», una enciclopedia médica de treinta volúmenes que resumía el conocimiento científico de su época. El último tomo, dedicado a la cirugía, fue considerado por el propio al-Zahrawi como «la forma más excelsa de la medicina», una disciplina que debía practicarse solo después de dominar la anatomía y las demás ramas del saber. Cuando el texto fue traducido al latín en el siglo XII, ilustrado con detallados grabados de instrumentos, se convirtió en el manual quirúrgico de referencia en Europa durante más de quinientos años.

La inspiración del genio

Pero más allá del genio técnico, lo que distinguió a al-Zahrawi fue su espíritu. Enseñó que el conocimiento sin compasión es estéril, y que el deber del médico es tratar a todos por igual, ricos o pobres. Se cuenta que realizó la mitad de sus operaciones sin cobrar y que insistió en que sus estudiantes –a los que llamaba «mis hijos»– mantuvieran registros precisos de cada paciente, observando con atención los síntomas y las reacciones del cuerpo. Hay anécdotas graciosas, como la leyenda, probablemente apócrifa, en que describe cómo descubrió la idea de las suturas absorbibles cuando un mono se comió las cuerdas de su laúd, hechas del mismo material que más tarde usaría para coser tejidos humanos. A veces la inspiración nace del accidente tanto como del estudio.

Para entender el genio de este médico, es imprescindible entender su contexto social y cultural, ya que al-Zahrawi fue hijo de un tiempo de esplendor: la Córdoba califal del siglo X, donde bibliotecas, hospitales y academias reunían lo mejor del saber griego, persa y árabe. De esa confluencia de tradiciones nació una medicina sustentada en la observación empírica y el razonamiento lógico, anticipando los principios del método científico que, en otra época y medida, ya habían explorado los egipcios. Desde su modesta casa en el corazón de al-Ándalus, Abu al-Qasim al-Zahrawi cambió la historia de la medicina con su disciplina intelectual y su espíritu benévolo de quien entiende que curar es, antes que nada, un acto de amor.