Guerra en Afganistán

Álvaro Colomer: «En la guerra, Dios está en todas partes»

Publica «Aunque caminen por el valle de la muerte», la reconstrucción literaria, a partir de 600 entrevistas, de la batalla que libró el ejército español en Nayaf.

Álvaro Colomer: «En la guerra, Dios está en todas partes»
Álvaro Colomer: «En la guerra, Dios está en todas partes»larazon

Publica «Aunque caminen por el valle de la muerte», la reconstrucción literaria, a partir de 600 entrevistas, de la batalla que libró el ejército español en Nayaf.

Para unos era una zona tranquila; para otros, un polvorín. A comienzos de abril de 2004, el ejército español libró la batalla más dura de su historia reciente en Nayaf, Irak. Su comportamiento durante el combate fue criticado por norteamericanos y salvadoreños. ¿Por qué? El periodista y escritor Álvaro Colomer reconstruye en una novela lo que sucedió. Un trabajo literario apoyado en do-cenas de entrevistas con los protagonistas de ese incidente bélico.

–¿Qué ocurrió ese 4 de abril?

–Un grupo insurgente no constituido como ejército se alza en armas y ataca un cuartel bajo bandera española donde había soldados salvadoreños, norteamericanos y mercenarios de Blackwater.

–¿Por qué atacan?

–Por una confusión provocada por los americanos, que querían que nos implicarámos más en la guerra cuando estábamos en una misión de reconstrucción y pacificación. Ellos tendieron una trampa para que los chiíes se cabrearan con no-sotros. Eso degeneró en una batalla. Quinientos soldados se enfrentaron a 1.000 ó 1.500 manifestantes, no todos armados, que pretendían asaltar el cuartel.

–¿Una traición?

–La batalla la montaron los norteamericanos. Querían que nos implicáramos en la toma de la mezquita de Kufa, donde se encontraba Muqtada al Sáder. Viendo que nosotros no reaccionábamos porque nuestras reglas de enfrentamiento lo impedían, ellos deciden detener a un lugarteniente y hacerlo de ma-nera confusa para que no se sepa quién lo ha hecho. La familia del detenido, debido a que Nayaf está bajo protección española, consideran que los españoles han llevado a cabo la acción. Van al campamento español exigiendo la liberación del detenido, pero los españoles les dicen que no saben de qué hablan. Lo otros consideran que los están engañando y estalla la batalla.

–¿Por qué los españoles tardan en reaccionar?

–La tecnología española no funciona. En tres de los cuatro BMR, las ametralladoras están estropeadas. Los soldados ya se quejaban de que les habían dado una dotación que funcionaba mal. Los americanos y los salvadoreños no saben que las ametralladoras no funcionan. Sólo ven que no disparamos. Eso genera la idea de que los españoles son unos cobardes. La otra cuestión es que las reglas de enfrentamiento españolas eran muy restrictivas.

–Pero los españoles realizan luego una acción heroica.

–Cuando, en los BMR, salen a buscar a los salvadoreños atrapados en un edificio. Era una misión peligrosa. En dos viajes rescataron a 50 de ellos y unos 150 iraquíes.

–¿Hubo responsabilidad política?

–La responsabilidad no es del ejército. El Gobierno del PP, habiendo perdido las elecciones, pero no ha-biendo soltado las carteras y con la población cabreada por el 11-M, no quiere un muerto en Irak. Los americanos pedían ayuda, pero cuando el alto mando llamaba a Madrid, lo único que les preguntaban era si podía haber bajas. ¿De quién es culpa? Los políticos no dan la libertad al ejército para que actúe en consecuencia. Una cosa es estar en contra de la guerra, pero si estás, no puedes ir a medias.

–¿Por qué la gente va a la guerra?

–La guerra es cosa de jóvenes. Los soldados tienen entre 18 y 25 años. A esa edad estás lleno de adrenalina. Si eres patriota, te va la acción y tienes esa edad, te ponen un arma en las manos y te lo pasas bomba. Con veinte años se va a la guerra para disfrutar, para hacer lo que la testosterona te pide: ser agresivo. Es el único trabajo que te lo permite. Con esos años no te das cuenta de que te vas a pasar el resto de la vida marcado por lo que suceda ahí. Matar a un ser humano es una barbaridad. He entrevistado a soldados que tienen pesadillas con las batallas. Aunque no mataran directamente, vieron crímenes y muertes brutales. Eso se queda en la cabeza de por vida.

–¿Y por qué se vuelve, como los mercenarios de Blackwater?

–Por 15.000 euros al mes. Si eres de los Seals, por ejemplo, llegas a los 25, ves que es difícil ascender en el escalafón militar y una empresa que te dice, un año más y te sacas 200.000 dólares, pues... Les pagan por hacer lo que les gusta y con la libertad que no tenían antes. El Congreso estadounidense los contrata porque los mercenarios no cuentan como muertos: son civiles, no soldados. Y los muertos que dejan ellos tampoco aparecen en los partes de muertos, porque son asesinatos entre civiles. Es genial para el Gobierno de EE UU.

–¿La guerra privada da dinero?

–Una pasada de dinero. El Congreso estadounidense hizo una investigación a Hulliburton, y se descubrió, aparte de la corrupción, que no habían invertido en la guerra todo el dinero que les habían dado. Para qué puedas pagar a alguien 15.000 euros al mes es que estás recibiendo una pasta. Gran parte de estas empresas estaban montadas por los halcones de George W. Bush. Ellos tenían intereses personales, y como las cifras convenían al Congreso, ya está. Un mercenario muerto no le importa a nadie.

–En la guerra se menciona mucho a Dios.

–En una guerra, Dios está en todas partes. En las entrevistas salía. Los soldados, en la vida cotidiana no lo tienen en cuenta, pero en la guerra, Dios está en todas partes. Cada cinco minutos se le menciona por la proximidad de la muerte. Todos piensan que se han salvado gracias a Dios y que han matado a alguien gracias a él. ¿Por qué ése ha caído y yo no? Pues se lo atribuyes a Dios, que es muy agradecido.