Antonio Najarro: «Desde la queja no vamos a levantar la danza»
Lleva al frente de la dirección del Ballet Nacional de España desde 2011, ha vivido el castigo de la crisis y se ha impuesto como objetivo dar a la institución la visibilidad que le falta aquí «porque fuera nos adoran», dice con cierta envidia. Este año celebra los 40 de la casa que dirige y por la que han pasado estrellas como Gades, Antonio Ruiz, Mariemma y Aída Gómez
Lleva al frente de la dirección del Ballet Nacional de España desde 2011, ha vivido el castigo de la crisis y se ha impuesto como objetivo dar a la institución la visibilidad que le falta aquí «porque fuera nos adoran», dice con cierta envidia. Este año celebra los 40 de la casa que dirige y por la que han pasado estrellas como Gades, Antonio Ruiz, Mariemma y Aída Gómez
La sede del Ballet Nacional de España está escondida. Cuesta su tiempo dar con ella, pero llegamos. Envidia de cuerpos, algunos cincelados. La sala de ensayo, que en un momento se llena de críos, es inmensa. Frente a una pared de espejo ensaya Sergio Bernal mientras Antonio Najarro, su actual director, saca lo mejor de sí para Gonzalo Pérez. Impresionante cómo mueve las manos. Desde 2011 está al frente. Y llegó sabiendo a lo que se enfrentaba: «Siempre he seguido muy de cerca lo que pasaba. Me he preocupado de conocer a los bailarines, al director...», cuenta. José Antonio Ruiz le dio su primera oportunidad, así que cuando llegó a la casa sabía donde aterrizaba. Por aquí han pasado Gades, Antonio «el bailarín», Mariemma, Aída Gómez, en tiempos más que convulsos, y Elvira Andrés. Mañana es el Día Internacional de la Danza y él lo celebra con el cuerpo y la palabra. Y culminará un año lleno de actividades y deberes cumplidos en los 40 de la formación.
–Llegó imagino que con unas ideas claras. ¿Cuál sería el resumen de lo que quería, quiere y está haciendo en el BNE?
–He sido empresario y he tenido mi propia compañía. Llegué con una propuesta artística y sabiendo lo que deseaba cambiar en el sentido de que se podía dar una mayor visibilidad al BNE, que es una compañía que necesita movimiento y estar más pegada a la actualidad.
–¿Y esa visibilidad cuesta?
–Cuesta, cuesta. Al estar en la Administración y tener un formato más rígido todo se ralentiza. Los objetivos los estamos cumpliendo con muchísimo trabajo y dedicación y remando todos hacia el mismo sitio. El tema de conseguir patrocinios, que no teníamos, es fundamental. Vamos poco a poco y llegan con enorme esfuerzo.
–Ha renovado hasta el año que viene...
–Sí. Si hubiera estado cinco años me habría dado la sensación de no saborear el trabajo hecho. Ahora, si me tuviera que ir lo haría bastante satisfecho; artísticamente el trabajo ha sido excepcional, tenemos programadas ocho nuevas producciones. Si me fuera ahora mismo dejaría la compañía en un estado de visibilidad que, desde luego y por supuesto, necesita continuidad, pues somos un referente en el mundo entero, no hay otra como el Ballet Nacional de España.
–¿Se ha sentido mal tratado?
–Hay que tener en cuenta una serie de cosas. Lo primero es lo que he repetido ya: que la danza se tiene que ver de manera regular y es lo que estamos haciendo. Pienso, por ejemplo, es un espacio televisivo que abordase el tema y creo que sería importante para darle difusión. La gente en ocasiones asocia esta disciplina con un nombre que a veces también viene de la prensa rosa. Otro punto muy importante es que las diferentes instituciones y el Gobierno vieran, de una vez por todas, en la danza española un expositor único que representa la historia de España y que es una fuente de ingresos. Yo no entro ni quiero entrar en esos dramatismo de si somos la hermana pobre. ¿Cómo es posible, si llenamos teatros y tdas las temporadas y el público ovaciona? Y de eso nos tenemos que concienciar.
–¿Hay sintonía con el Ministerio de Cultura?
–El interés con el Gobierno se palpa. Ahí está el Estatuto del Bailarín. Necesitamos un cambio en las condiciones laborales y unos estatutos que sean adecuados a la vida de hoy. Esta es una profesión corta, que podemos equiparar a la de un deportista de elite, y debería ser también similar su jubilación. Y eso está contemplado en dicho plan. Otra cosa es el tiempo que se tarde en hacer efectivo. Me parece también de gran importancia que se pueda materializar el Teatro Nacional de la Danza, pues ahora mismo somos una compañía itinerante.
–Muchas proyectos que han de hacerse realidad...
–Quiero ser optimista y pensar que se va a cumplir todo lo que hemos plneado. Exijo la excelencia a mi equipo, aunque me considero un mero transmisor entre ellos y la Administración.
–¿Cree que en la historia del BNE ha habido personalismos?
–El director del BNE debe tener mucha personalidad porque la danza española tiende bastante a ello, porque este arte te lo exige. Yo creo que eso es subjetivo. Tenemos ejemplos como los de Gades, muy conocido por cómo era, que es lo que le llega al público; Mariemma, o Antonio Ruiz Soler. El divismo, si a eso es a lo que te refieres, el egocentrismo, la notoriedad siempre están vinculados a la inseguridad. Cuando has empezado desde abajo y te han educado para tener los pies sobre la tierra, aunque tengas un puesto de tanta relevancia como éste, sabes lo que cuesta llegar arriba. A mi no me han regalado nada. Además, esto es una montaña rusa: hoy estás arriba y mañana puede que abajo.
–Usted sabe que en España somos proclives a hacer «tabula rasa» al llegar a un cargo.
–Pues en mi caso, y creo que en todos, lo importante es que quien llegue en su día continúe con lo que hemos arrancado nosotros: la labor de patrocinio, las actividades solidarias, el impulso a la danza, su visibilidad en las redes sociales, el acercarla a los grupos discapacitados. El BNE es mucho más que un espectáculo en el escenario, porque cuando se apagan las luces seguimos ahí.
–¿Cómo se engancha al nuevo público?
–Con las propuestas de las que te hablo y, fundamentalmente, asociando la danza con el teatro, el cine, la gastronomía, la pintura, la escultura o la moda, como hicimos en la pasarela de Madrid y que tuvo una repercusión internacional. O la puesta en escena de «Bailando Sorolla» que trabajamos junto al director Franco Dragone. A golpe de teléfono, con muchas reuniones de por medio y con todo el poder de seducción de que seas capaz.
–A su favor tiene sus orígenes y la edad, eso innegable.
–Puede ser. Me faltan horas para hacer lo que quiero. Y la gente me está siguiendo.
–El que no llora no mama.
–Hay que buscar estrategias no quedarse instalado de manera permanente en la queja porque desde ahí no levantamos la danza. Si no arriesgas no evolucionas, ahora, cambiar por cambiar tampoco va conmigo. Agitemos con cabeza y sensatez y difundamos los valores de nuestro arte.
–¿Ha sido difícil su relación con los bailarines del BNE?
–Fui empresario y no me la pueden colar, pero a todo se aprende. Yo he tenido que dirigir a gente más mayor que yo y para ello he tirado de coherencia y cercanía y he dejado la imposición a un lado. Son personas que pasa muchas horas frente al espejo, mirándose, observándose, viéndose reflejados y escuchando que son los mejores, y muchas veces he ido para atrás en el tiempo y me he puesto en su situación. Gestos como este hacen que una dirección no se desestabilice. El artista siempre tiene que sentirse comprendido y tú debes de tener la capacidad de poder comunicar y de hacerte entender.
–¿Ha habido algún momento tan duro como para pensar en dejar el cargo?
–Sí, aunque la responsabilidad de seguir me pudo. Fue en el homenaje a Antonio Ruiz Soler. Esa noche, después del enorme esfuerzo que todos habíamos puesto, del trabajo de tantas y tantas horas, el telón no se levantó por una huelga. Ahí estaba el esfuerzo de los repetidores, de los maestros. En aquel momento solo tenía una pregunta que me martilleaba: «¿Qué estoy haciendo aquí?» Con lo bien que estaba yo al frente de mi compañía en la que hacía y deshacía lo que quería. Lo que pasa es que si en ese momento hubiera tirado la toalla siempre me habría preguntado: «¿Y si hubiera seguido?» Me queda la tranquilidad de haber hecho todo lo que ha estado en mi mano. No hay nada peor que la frustración, y yo lo he vivido de cerca.
–¿Qué hará cuando deje la dirección?
–Seguiré coreografiando, dirigiré espectáculos. Imagino que retomaré mi compañía. En ese aspecto de futuro nunca he sido previsor; digamos que soy de los que vivo bastante el presente.
–¿Por qué no se le da al Ballet Nacional de España el lugar que merece?
–Por desconocimiento. Este año cumplimos cuarenta de vida y tenemos que sentirnos orgullosos del patrimonio que tenemos. Y la danza lo es, enorme, único y nuestro. Sin una institución como el BNE gran parte del legado cultural se habría perdido. De ello tenemos que ser conscientes para mimarla, respetarla y darle cariño. A eso se aprende y es en lo que estamos trabajando, en la visibilidad que antes decía.
–Da la impresión que desde que usted está al frente la casa ha vivido sin convulsiones.
–Es la sensación que da porque hemos pasado por el peor momento económico pero en el que más se ha producido. ¿Cómo lo hemos conseguido? Mediante estrategias. Por imposición y mandato, no. Y eso que durante esta etapa hemos sufrido huelgas y suspensiones de espectáculos... Puede parecer más tranquila que la de alguno de mis antecesores. Depende de cómo se afronte, y yo confío en mi equipo.