Arte

El Museo del Prado hace justicia con su pasado

La pinacoteca continúa con la “revisión ética” de sus fondos e investiga la procedencia de 25 obras que podrían haber sido incautadas irregularmente durante la Guerra Civil

Imagen de la obra "Paisaje nevado", atribuido al pintor barroco flamenco Jan Brueghel el Joven, una de las piezas investigadas
Imagen de la obra "Paisaje nevado", atribuido al pintor barroco flamenco Jan Brueghel el Joven, una de las piezas investigadasMuseo del PradoMuseo del Prado/EFE

El Museo del Prado ha publicado un listado con 25 obras de su colección que fueron incautadas durante la Guerra Civil y el franquismo, y entre las que se hallan pinturas pertenecientes a autores tan relevantes como Joaquín Sorolla, Rubens, Jan Brueghel el Joven, François Boucher o José Gutiérrez de la Vega. Tales piezas se incorporaron, entre 1940 y 1942, a las colecciones del Museo del Prado y del entonces denominado Museo de Arte Moderno. La pinacoteca madrileña ha encargado al catedrático emérito Arturo Colorado que coordine una investigación para averiguar si existen más obras que se encuentren en esta misma condición para, en la medida de lo posible, devolvérselas a sus legítimos dueños. Esta decisión llega después de que el Gobierno decidiera devolver a la familia del naviero Ramón de la Sota dos obras requisadas por el régimen franquista, las cuales se encontraban en el Parador de Almagro.

Este primer listado de 25 obras supone la mayor revisión de los fondos artísticos del Estado incorporados durante la Guerra Civil y el franquismo. Como ha sucedido con tantos cientos de casos de obras usurpadas a los judíos por el nazismo, el Museo del Prado quiere despejar cualquier sombra de duda que se cierna sobre algunos de los trabajos que integran su colección, y restañar, de esta manera, heridas que fueron abiertas durante la contienda fratricida y el periodo de la dictadura. En este proceso de ordenación del patrimonio nacional, la política del Prado continúa el propósito de aclarar el paisaje de confusión generado durante el franquismo, cuando los bienes públicos y privados cruzaron de un lado para otro de forma arbitraria. Así, si en 2020, la Justicia condenó a la familia del dictador a devolver al Estado el Pazo de Meirás -su residencia de verano-, ahora, dos años después, la más prestigiosa institución artística del país hace público un listado de obras de su colección que fueron ilegítimamente separados de sus propietarios privados.

Por medio de esta iniciativa, el Museo del Prado se suma a una imparable corriente internacional, que abarca a los principales museos del mundo, y que consiste en una “revisión ética” de sus fondos. No hay mes en el que los medios especializados en arte no se hagan eco de la devolución, por parte de importantes instituciones museísticas, de algunos de sus fondos que fueron incautados o expoliados a un territorio determinado durante el periodo colonial, una invasión o un conflicto bélico. A nadie se le escapa el hecho de que gran parte de las colecciones artísticas de muchos museos occidentales se encuentran conformadas por botines de guerra, exportaciones sospechosas y expolios indiscriminados. Lo que hasta hace unas décadas se considerada como “normal”, ahora ha pasado a formar parte de un profundo debate que amenaza con trastocar el mapa museográfico internacional. Es obvio que, en este contexto de “revisionismo ético” de sus colecciones que ocupa y preocupa a un elevado número de instituciones museísticas internacionales, el margen del Museo del Prado es relativamente pequeño. A falta de que se elabore la lista definitiva con las obras incautadas por el franquismo, es previsible que ninguna de sus versiones mermará la colección de la mejor pinacoteca del mundo. Pero, ascienda al número que ascienda, lo cierto es que nos encontramos ante una gestión loable de la memoria por parte del museo madrileño.