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A los pies de Dufy

El Thyssen devuelve la luz a uno de los maestros del siglo XX con una retrospectiva del pintor francés que dibujó «el plaisir» de vivir con colores
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Rocío Linares.- El Thyssen devuelve la luz a uno de los maestros del siglo XX con una retrospectiva del pintor francés que dibujó «el plaisir» de vivir con colores
La maquinaria de la celebridad –la sociedad, los medios de masas, el dictado de una lista...– apagó la luz inmortal de Raoul Dufy, uno de los grandes pintores de la Escuela de París que representó en su obra el goce de mirar y el placer de pintar. Un deleite que llegó al ocaso con su muerte, en 1953, y que el Museo Thyssen-Bornemisza recupera en la primera muestra de este año y una de las más importantes. «No es una exposición caprichosa. Dufy fue uno de los grandes maestros del siglo XX», dijo Guillermo Solana, el director artístico del Museo Thyssen. El artista francés salió del «panteón» de la historia del arte porque tanto él como su pintura fueron estereotipados, identificados con el «plaisir» y la etiqueta «pudo más que su pintura»; intensa, potente, cargada de luz, de color, de trazos enérgicos, libres.
«La vida no siempre me ha sonreído, pero yo siempre sonrío a la vida», decía Raoul Dufy, considerado un artista hedonista, optimista. «Su mirada de positivismo no ha sido bien interpretada, y sus cuadros son vistos vacíos de interpretación y significado», comentó Juan Ángel López Manzanares, conservador del Museo Thyssen Bornemisza y comisario de la exposición, con la que pretenden «rebautizar» a ese artista de apariencia ingenua como el maestro «intimista y melancólico, que pintaba para conocerse a sí mismo».
Se descubrió con el impresionismo, se dejó cautivar por Cézanne, se creció con el fauvismo, coqueteó con el cubismo, pintó con Georges Braque, y todo para plasmar siempre la capacidad del color para generar luz. «Fue un pintor independiente, aunque se adscribe al fauvismo», dijo el comisario. Durante su prolífica carrera, de casi medio siglo, «no dejó de experimentar y de buscar nuevos medios para renovar su pintura; fue protagonista de la vanguardia, al tiempo que se interesó por la artes populares, la xilografía y la decoración», según López-Manzanares. Así se exhibe en la muestra de casi un centenar de obras procedentes de colecciones privadas y museos de Europa, como el Centro Pompidou de París –que ha cedido 36 piezas– o la Tate de Londres, y que conforman la primera retrospectiva que se hace en España de Raoul Dufy desde 1989, en la que ha colaborado la Comunidad de Madrid. Era, por ello, «un buen momento para reinterpretar la obra de uno de los nombres más influyentes en el cambio de moda y gusto de principios de siglo. Era una puesta en valor necesaria para recordar también a uno de los pintores mejor dotados de su tiempo, gran dibujante, conocedor como pocos de los medios técnicos que podía poner a su servicio y con excepcional sensibilidad para el color», en opinión del conservador del Thyssen.
Su maestría se exhibe, de forma cronológica, desde sus primeras obras de gentío en mercados y muelles en Normandía, cuando heredero del impresionismo, descubrió que debía superarlo. Se apuntó a la vanguardia en representaciones del puerto y calles de El Havre, su localidad natal, que utilizó como ensayo para encontrar su propio lenguaje. Entonces, antes de su periodo de madurez entorno a los años 20, realizó una serie de dibujos preparatorios y varios grabados para ilustrar el «Bestiario o cortejo de Orfeo» de Guillaume Apollinaire, una de las primeras obras maestras dentro del género del libro de artista y exhibidas por primera vez ahora en el Thyssen. Fue entonces cuando inició una nueva aventura en el mundo de la decoración, adentrándose también en la cerámica.
Tras la Gran Guerra, su producción se vuelve más intimista y la música, a la que se había dedicado su familia, dio vida a sus pinceles y sirvió como «consuelo y medio expresivo» cuando la poliartritis le restaba movilidad. Para Dufy, la pintura no debía representar sólo lo visible, sino tamibén los recuerdos. Y así queda, para siempre en sus más célebres paisajes, esa sonrisa a la vida pintada en color.
- Dónde: Museo Thyssen Bornemisza (Paseo del Prado, 8).
- Cuándo: hasta el 17 de mayo.
- Cuánto: 11 euros.

El futuro de la colección, en mayo

Todo apunta a que la colección privada de Carmen Cervera (en la imagen) permanecerá «prestada» un año más en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. El director artístico del centro, Guillermo Solana, confía en que así sea: «Creo que se renovará, eso espero», mientras que la baronesa afirma que se mantienen las conversaciones con el Ministerio de Cultura. «Todavía estamos hablando de lo que va a ocurrir. Más adelante se sabrá», dijo Carmen Cervera en la presentación de la muestra de Raoul Dufy, que contiene cuatro cuadros de su colección privada que motivaron esta exhibición. Cada año –y ya van tres–, en febrero, la baronesa y el Ministerio de Cultura renuevan la cesión al Estado de 460 obras de forma gratuita pero los rumores de numerosas ofertas internacionales para sacar la colección de España y aportar liquidez a la baronesa Thyssen, aplazan hasta mayo la duda sobre la permanencia de sus obras en Madrid.