Cargando...
Sección patrocinada por

Exposición

Maruja Mallo, la mujer que retrató al pueblo

Se salda una deuda histórica con la artista con la retrospectiva más completa hasta la fecha, que exhibe más de 90 obras y que viajará a Madrid en otoño

La serie «La religión del trabajo» es una de las más icónicas de la obra artística de Maruja Mallo Belén de Benito

Alpargatas y zapatos de salón. Marineros y magos. Ángeles negros y mujeres con mantón. Todo contraste y diversidad cabía en la obra de Maruja Mallo (1902-1995), arte que fue reflejo del ideal de humanidad. Es representativo de su pintura su carácter popular, pero no por representar lo folclórico o étnico, sino por entender al pueblo en su esencia, en su mezcla, por seguir y observar sus ritmos, como ejemplos de modernidad y contemporaneidad. Esta visión inicial sobre la obra de Mallo es una de las pinceladas que ofrece la exposición que inaugura el Centro Botín de Santander –hasta el 12 de septiembre–, y que más tarde viajará al Museo Reina Sofía de Madrid –entre el 7 de octubre y el 16 de marzo–. Es la retrospectiva más completa de la artista hasta la fecha, con más de 90 pinturas además de dibujos, fotografías, documentos o escritos del Archivo Lafuente: «Maruja Mallo: máscara y compás. Pinturas y dibujos de 1924 a 1982».

Pone en valor Patricia Molins, comisaria de la muestra, el nivel de influencia que aún hoy proyecta la obra de Mallo. Fue una artista «singular, que respondía con sus obras a todos los debates de su época y a través de respuestas únicas», subraya, a lo que Manuel Segade, director del Museo Reina Sofía, centro que ha aportado parte de su archivo para perfilar esta exposición, añade que «no fue una rara de su época, sino la artista que hizo la mayor aportación a la producción de imaginario visual de toda la Generación del 27». Es fundamental, por tanto, reunir el interesante legado de una mujer que estuvo a la altura de sus coetáneos, de Dalí a Picasso, para que así esté hoy «en la liga internacional que le corresponde», añade Segade.

Se reúnen por primera vez las cinco escenas de las serie de "Verbenas" de Maruja MalloBelén de Benito

Armonías y razas

No es, explica Segade, «una artista de la que sea fácil hacer un proyecto», debido en principio a lo repartida que está su obra por diversas instituciones y colecciones privadas de diferentes partes del mundo. Tras, define, «un tour de fource» entre equipos, se ha confeccionado un proyecto que arroja luz sobre una mujer moderna y de pensamiento universal. Una anticipada a su tiempo que trabajó desde el realismo mágico hasta el surrealismo, pasando por configuraciones geométricas, científicas e incluso mitológicas. Un cosmos entre lo popular y lo natural que, como propone la muestra, se inició en los años previos a la Guerra Civil española, pasó por un productivo exilio en Argentina y culminó con un ansiado regreso a España.

En orden cronológico, arranca la exposición con el paso de aquella «brujita joven», como la definió Ramón Gómez de la Serna, por la Academia de San Fernando, para continuar presentando cada una de las series que creó. Es la primera vez que se reúnen las cinco escenas pertenecientes a «Las verbenas (1927-1928)», a falta de que llegue a las salas del Botín la perteneciente al Art Institute of Chicago, que actualmente se encuentra en la exposición de surrealistas de la Fundación Mapfre. Se enfrentan a la serie «Cloacas y campanarios (1930-1932)», contraponiendo la vitalidad caótica de las primeras con lo residual y oscuro de las segundas. También sus «Arquitecturas minerales y vegetales (1933)» se enfrentan a sus «Arquitecturas rurales (1933-1935)», de tal manera que lo animado y lo inanimado se concilian de una forma tan inquietante como incluso paradójica.

La muestra reúne una interesante colección de retratos que creó Maruja Mallo durante su exilioBelén de Benito

Quizá el trabajo más representativo y rompedor de Mallo fue el que marcó un aspecto por encima de todo: el poder de la mujer. Lo cultivó ante todo durante su exilio, como en la serie «La religión del trabajo (1937-1939)». Para ella se inspiró en damas del arte clásico para rendir homenaje al trabajo en el mar y en la tierra, ofreciendo una idea que «casa con el feminismo actual», apunta Molins, «representa la evolución de la relación humana con la naturaleza, que debe ser saludable, que debe progresar a través de la ayuda mutua. Ofrece una visión para la humanidad futura para que la armonía reine y se supere el momento horrible de la Guerra Civil».

Asimismo, la exposición pone el foco en las obras producidas durante su exilio donde descubrimos a una Maruja que pone en valor las diferencias raciales, la variedad física, por supuesto con la mujer como principal musa. Representa a la humanidad a través de cabezas, máscaras o acróbatas que transmiten sensaciones que nada tienen que ver con el hieratismo. Unos semblantes y posturas que ensalzan lo transgresor y a la vez bello del arte de Mallo, y que forman parte de esa cosmovisión inédita que promovía un nuevo orden universal basado en la libertad, la igualdad, la diferencia, y con la mujer como protagonista.