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En busca de la Mesa del rey Salomón en Jaén

Desde hace siglos, hay leyendas que apuntan que el tablón del monarca bíblico, la reliquia más buscada de la Antigüedad, podría haberse quedado en Andalucía
Salomón y la reina de Saba, cuadro por Paolo de Matheis.
Salomón y la reina de Saba, cuadro por Paolo de Matheis.Paolo deMuseo Nacional del Prado

Madrid Creada:

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Uno de los ciclos esenciales de la narrativa heroica es la búsqueda del objeto mágico, provisto de poder absoluto o símbolo de la soberanía, con el que debe hacerse aquel que aspire al conocimiento o a la realeza total, ya sea mística o real. A veces es una espada, un collar, un anillo, un cetro o un cofre, pero siempre suele estar fabricado en oro o adornado con metales y piedras preciosas: el que lo posea adquirirá un rango especial, como sucede con el vellocino de oro de Jasón. Muchas veces está rodeado de un secretismo absoluto en cuanto a lo que significa, o bien tiene poderes proféticos y misteriosos: es un espejo o una tabla donde se puede vislumbrar algo que ilumina y hace sabio. En la España antigua, este objeto de poder emblemático, acaso el más importante del temprano medievo, es el que se conoce como “la mesa del rey Salomón”.
Esta tabla, espejo o mesa, entera o fragmentada, preciosa, codiciada, robada y siempre buscada y anhelada, ha hecho verter ríos de tinta estudiosos, iniciados y literatos (e incluso cineastas, como Carlos Saura, en un film de 2001). Pero acaso no fuera siquiera un objeto físico sino el símbolo de un conocimiento mistérico, interior, revelado mas no por ello menos poderoso ni real. Se supone que en él estaba escrito el auténtico nombre de Dios, la fórmula con la que este creó el universo o las claves adivinatorias que permitían el conocimiento absoluto y, en particular, las claves sobre el fin del mundo. Esta legendaria Mesa ha sido buscada desde la antigüedad hebrea, romana, visigoda e islámica de un modo solo comparable al Santo Grial en el ámbito de la centroeuropa cristiana medieval. Después de que se perdiera su pista en la época visigoda, cuando, tras formar parte en Roma del tesoro saqueado al templo de Jerusalén, Teodorico la lleva a Rávena, y luego la entrega a los visigodos de Amalarico, parece que los pasos del objeto mágico pasan sin remisión al reino visigótico de Toledo. La legendaria casa o cueva de Hércules en Toledo, donde se atesoraba, será uno de los tesoros mejor guardados del reino visigótico por contener, acaso, las claves del fin del mundo –o del fin de su mundo, el de los godos– bajo siete o más llaves. Quiere la leyenda que fuera el malhadado Rodrigo el que rompiera el tabú y precipitara el fin de aquel reino.
Pero donde se convertirá pronto en una leyenda también será en las fuentes musulmanas, a partir de la derrota de Rodrigo en la batalla de Guadalete en 711. Es fama entonces que Tarik ibn Ziyad, uno de los dos grandes generales que dirigiera la conquista musulmana de la península ibérica, marchara hacia el norte en una expansión militar sin cesar pero que, en el trasfondo, buscaba esa mágica revelación. Recordemos que el fresco de los reyes en Jordania, que ensalza las victorias del Califato, pone a Rodrigo en pie de igualdad con el emperador bizantino como grandes derrotados y guardianes de las esencias de la antigüedad. Los tesoros de la España gótica tenían gran predicamento en Damasco. Quiere una tradición que la mesa fuera ganada por los árabes. Sus crónicas mencionan que Tariq conquista Toledo y encuentra ahí la mesa que enviará a Damasco al califa Walid I, hijo y sucesor de Abd el-Malek. Allí acabaría fundida o destruida en el siglo XI. Pero otra tradición afirma que fue ocultada por los cristianos en lugares muy diversos de la península.
Una de las rutas principales en pos de la mesa lleva desde Toledo, el epicentro de su poder simbólico en España, hasta el norte y el este, a Alcalá de Henares, la Complutum romana, o a Medinaceli, que escondería el nombre árabe de Medina Talmeida, o ciudad de la mesa, para luego marchar al norte de Castilla. Pero otra ruta interesante permite seguir los pasos de la mesa hacia el sur. Después de ser uno de los tesoros más buscados desde Jerusalén a Roma, de ahí a Rávena y luego a Barcelona y Toledo, la conquista árabe habría llevado a los mozárabes a esconderla en el sur. Recala primero en algún lugar simbólico de los godos –a veces Guarrazar, Santa María de Melque o el Castillo de Montalbán–, y luego habría sido transportada a Arjona o Jaén, donde una sociedad iniciática la habría custodiado durante siglos. Es curioso, por cierto, pensar en la cantidad de tesoros legendarios que alberga Jaén, unos reales y otros imaginados, desde la reliquia del Santo Rostro en la catedral al llamado lagarto de la Malena, en el barrio de la Magdalena, también este guardián de grandes riquezas. En Jaén, acaso también en la Catedral de la Asunción, se habría custodiado, como otro de los grandes tesoros de la geografía mítica jienense, la mesa de Salomón. Este y otros tesoros místicos atrajeron a cabalistas, templarios y calatravos a la ciudad andaluza en pos de la tabla donde estaba escrito el comienzo y el final del universo, representación cabalística del Nombre de Dios: Santo Nombre y Santo Rostro que, según esta teoría, tendrían su sede en la legendaria ciudad de Jaén.

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