Carmen Machi, qué bestia eres
La actriz se estrena en el Español de la mano de un Lautaro Perotti que escribió «Cronología de las bestias» a su medida. Una reflexión del autor y director argentino sobre qué es la mentira
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La actriz se estrena en el Español de la mano de un Lautaro Perotti que escribió «Cronología de las bestias» a su medida. Una reflexión del autor y director argentino sobre qué es la mentira.
Cuesta creer que alguien de la talla de Carmen Machi, una auténtica fiera encima del escenario patrio desde hace ya bastante tiempo, tuviera todavía un vacío pendiente en su currículum: el Teatro Español. «Bueno, hubo una vez que hice aquí una lectura con Mario Gas», puntualiza la actriz. Insuficiente, aun así, para saciar el hambre de la bestia interpretativa. Pero, como nos recuerda el refranero popular, «nunca es tarde si la dicha es buena», y después de pasear palmito por centenares de tablas de España y Suramérica, «la Machi» tiene su oportunidad de redención con «Cronología de las bestias», una pieza que Lautaro Perotti escribió con ella en la cabeza –además de Santi Marín y de Patrick Criado, que se asoma al teatro por primera vez después del «chivatazo» que le dio Carlos Hipólito al autor argentino– y que, tras foguearla por otros lares y con otras gentes, hoy estrena en la plaza Santa Ana con el elenco titular, el original: «Les pedí permiso antes».
Puesta de largo de una trama en la que un grupo «que decide evadir la realidad mintiéndose y engañándose», presenta el aquí director y autor inspirado directamente por la película «Tenemos que hablar de Kevin» (2011), de Lynne Ramsay. Se narra así la historia de una familia destrozada por la desaparición de su hijo hace más de diez años, que ahora debe enfrentarse a sus propias oscuridades ante el repentino regreso de este último. Una vuelta inesperada que les hará explosionar y que les obligará a defenderse «hasta las últimas consecuencias». Y con las mentiras por delante, que no falten. Un arte, el de las falacias, que no es nada fácil: «Requiere de mucho compromiso», por lo que los protagonistas, incapaces de soportar el dolor que les causa lo que les ocurrió, lo que hicieron y lo que no pudieron hacer en el pasado, deciden evadir la realidad a base de engaños. Perotti: «Con palabras, acciones, recuerdos. Va a descubrir hasta dónde llega su compromiso para evadir la dolorosa verdad».
Un argumento ante el que Machi no se corta: «La verdad es que la primera vez que lo leí no me enteré de nada, pero dije “qué interesante...”», comenta entre risas. Un aviso que le llevó a ponerse al 100%, «porque si no toda la obra se va por el sumidero», y a encarar un papel en el que entró a pie cambiado: «Comencé construyendo mi personaje desde la fiereza y estaba completamente equivocada. Lautaro me enseñó que debía abordarla desde la fragilidad y entenderla. El callar la ha llevado a un punto en que vemos que sus arrebatos dan auténtico miedo». Saca la actriz la bestia «que todos llevamos dentro», dice, como también lo harán sus compañeros de reparto –Pilar Castro y Jorge Kent, además de Marín y Criado–. «Cuando vean la función comprenderán el título. Digamos que no son niños de pecho», bromea Perotti.
Es la propuesta que hace el director en «Cronología de las bestias», texto que nace «de la necesidad de indagar hasta dónde es capaz el ser humano de mentir, de mentirse a sí mismo. Y de la sospecha de que una mentira fundacional, requiere de un gran tejido de otros (pequeños o grandes) engaños y auto convencimientos indispensables para sostenerla. Y de que rápidamente se puede ir la vida en ello», comenta Perotti de las inquietudes que le llevaron a «averiguar hasta qué punto puede llegar el ser humano en su compromiso con la mentira». Partiendo de que todos, en algún momento, sabemos de qué va eso de ser cómplice secreto de lo que el mundo conoce y callamos, el dramaturgo entró en la construcción de un relato «que no pueda escapar a la lógica del engaño necesario para subsistir, a pactos silenciosos y a verdades sobreentendidas», explica.
Un cuento que incomode, pero que mantenga en alerta al espectador «sacándolo de ideas preconcebidas y suposiciones sobre los acontecimientos narrados
–habla el director–, aprovechando idas y vueltas en su cronología y mostrándole distintas miradas sobre los mismos, convenciéndolo sobre la verdad de relaciones de madres e hijos que a medida que avanza la historia son imposibles de seguir sosteniendo, pero que cuenta con personajes capaces de seguir adelante obstinadamente, que mienten y se mienten y así construyen un mundo, su mundo, hasta el punto de no saber ellos mismos, cuál es la verdad. Seres con códigos para sobrevivir a lo inimaginable y que prefieren (o les conviene) no conocer, y mucho menos mirar así atrás, y que se aprovechan de este entretejido para provecho personal. En fin –resume–, ahondar en historias y personas que construyeron su identidad a partir del engaño y dependen desesperadamente de él, para sostener su existencia».
Una palabra «horrible»
Un remolino de mentiras en el que no valen ideas preconcebidas para condenar, advierte Machi: «Todo lo que ocurre en la obra es universal. La mentira siempre suena horrible, pero igual alguien la utiliza para proteger a un tercero o para no sufrir. No siempre tiene que ser algo terrible. Ni siquiera es algo que te haga peor persona». Teoría en la que ahonda su director al unir dos conceptos, ingenuidad y embustes, que se entrelazan en el montaje, «la intención de hacer daño y la inocencia están conjugados tanto en esta obra como en la propia mentira. Esto es como en la vida. No hay nada al 100%. Ni todo es blanco ni negro, ni somos inocentes ni farsantes. Estamos frente a personajes que se mueven en una gama de matices grises».
Es la construcción de las dos realidades que quiere mostrar Perotti con su historia: por un lado, «la actualidad, el presente, con una utilización del espacio realista»; y, por otro, «el pasado, en donde los hechos se ven alterados por cómo lo recuerdan los personajes. Y en la reiteración de estos raccontos según los hechos que la actualidad los obliga a asumir y aceptar», cierra.