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Crítica de «La fractura»: Francia se rompe ★★★

Catherine Corsini habla de lo que sabe, es decir, de un país en guerra consigo mismo

"La fractura"
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Dirección: Catherine Corsini. Guión: C. Corsini, Agnès Feuvre. Intérpretes: Valeria Bruni Tedeschi, Pio Marmaï. Francia, 2021. Duración: 99 minutos. Drama.

Si Francia fuera un cuerpo, tendría los huesos rotos. Tampoco es una metáfora geopolítica que descubra ningún secreto. Es un secreto a voces: la fractura no es patrimonio del gobierno de Macron. Pero Catherine Corsini habla de lo que sabe, es decir, de un país en guerra consigo mismo. La fractura está en el sistema, en el Estado, en la revolución, en la sanidad, en los cuidados, en las relaciones de pareja. Ergo «La fractura» está en todas partes, y qué mejor lugar que una sala de urgencias para recoger los fémures, las rótulas y las falanges, y ponerlos a negociar. Porque siempre hay clases, al menos cuando se filma con ánimos simbólicos, y tienen que llegar a un acuerdo. Y si la película nos grita al oído lo que tenemos que pensar, es porque está enfadada, pero cree en la mediación.

La cámara responde con urgencia a esa necesidad, y la obviedad de los conflictos que registra no evita su eficacia. La burguesa acomodada (una desatada Valeria Bruni-Tedeschi), que resbala y se rompe un hueso, y el camionero, miembro de los Chalecos Amarillos, con la pierna herida en una manifestación, están predestinados a entenderse. Sus peleas dialécticas responden a diferencias ideológicas en apariencia irreconciliables, pero la ira les une, y no es ninguna sorpresa que, al final, sus gritos sean los de una Francia desubicada, que protesta bajo el influjo de un descontento común. En esta película de extremos, Corsini parece identificarse con el pueblo llano que cumple con su deber a pesar de que las circunstancias le sean adversas. Ahí está el papel de los cuidados, encarnado en una enfermera, interpretada por una profesional sanitaria (Aissatou Diallo Sagna), que se autoimpone la democracia de la dignidad, que no entiende ni de clases ni de razas ni de política. Es una bella idea: cuidar como el acto definitivo de justicia.

Lo mejor: Es hija ejemplar de estos tiempos, inmersos en la confusión y el descontento
Lo peor: Entre sus gritos, se percibe un obvio maniqueísmo que no juega a su favor