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Crítica de 'Sketch': Los monstruos del duelo ★★★ y 1/2
Dirección y guion: Seth Worley. Intérpretes: Tony Hale, D’Arcy Carden, Bianca Berry Tarantino, Kue Lawrence, Kalon Cox. Estados Unidos, 2024. Duración: 92 minutos. Fantástico.
Viendo la encantadora, divertida y enternecedora opera prima de Seth Worley se nos vienen a la cabeza películas de los años 80 como «Los Goonies», y recordamos también el genial manejo narrativo sentimental de Spielberg y alguna que otra producción de Joe Dante. Porque es esta una inteligente y emotiva historia sobre el duelo, la muerte y el poder de la creatividad y los afectos familiares tocada por la magia preadolescente de dos hermanos huérfanos de madre que enfoncan de distinta manera esa pérdida. La niña, dibujando cada vez imágenes más siniestras, el joven, obviando el dolor y el luto. Lo que sucede también con el padre de ambos, un buen tipo para quien, sin embargo, lo mejor es esconder las fotografías de la fallecida y no hablar nunca de ella.
Pero un día, de manera asombrosa, todo lo que la chica pinta, monstruos estrafalarios (uno enorme que es ciego, otro que se duerme si oye una nana, centenares de nerviosas arañas rojas y otros más oscuros y sombríos) que quizá habiten en mundos de otros planetas, cobra vida y se convierte en una amenazante realidad. Así, los dos protagonistas, junto a un compañero insufrible de clase, deciden plantarles cara y acabar con esas criaturas (en el fondo, casi todas entrañablemente terroríficas por sus rasgos y colores infantiles) para que solo quede de ellas el polvillo de los lápices de cera con los que fueron creados. Hay, también toques de comedia en la producción, sobre todo, por parte del elenco más jovencito, y una manera de plasmar la ausencia ciertamente conmovedora.
No, no es solo una película para menores, no debería ser tomada así al menos, sino también para adultos que todavía recuerden dónde les guardaron, de pequeños, aquellas cartulinas pintarrajeadas que habitaron rostros medianamente familiares, casas con chimeneas azules, árboles de copas amarillentas, animales de extraños perfiles y que además registraron con formas brillantes e irregulares aquellas figuras que no volvieron y cuya pérdida les marcó de forma especial. Y que a día de hoy lo siguen haciendo.