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Crítica de 'Una batalla tras otra': Más allá del cambio de rasante ★★★★★
Dirección y guion: Paul Thomas Anderson. Intérpretes: Leonardo Di Caprio, Sean Penn, Chase Infiniti, Benicio del Toro. USA, 2025, 162 min. Género: Thriller.

Lo único que vemos es un cambio de rasante que se repite a sí mismo. La más hermosa persecución de esta extraordinaria “Una batalla tras otra” nos da la clave de la estructura narrativa de la película, que siempre se mueve como una onda a través de una cuerda, y en sus oscilaciones oculta y muestra qué hay detrás del horizonte, convirtiendo los puntos de fuga de nuestra percepción en auténticos trampantojos, que son visibles e invisibles a un tiempo. Se trata de una secuencia muy bella, en la que el espacio mítico de América (la carretera) por excelencia se transforma en una especie de cinta de Moebius por la que viajan padres e hijas, arriba y abajo y viceversa, atrapados en el ‘loop’ de la Historia, evocando la iconografía del western, pero también de la ‘road movie’, de “Punto límite: cero”, de los cartoons de Coyote y Correcaminos.
Pero quizás hemos ido tan deprisa como la propia película, que deja huella en el asfalto sin arrepentirse de sus volantazos. Esa apología del cambio de rasante esconde una actualización de la literatura revolucionaria de Thomas Pynchon, escritor inadaptable e inadaptado que Paul Thomas Anderson ya reformuló en la magnífica “Puro vicio”. Si allí el telón conspiranoico era el de la contracultura y el espionaje nixoniano, ahora, con “Vineland”, una de las mejores novelas de Pynchon, en la recámara, el director de “El hilo invisible” parece rematar su particular revisión de la historia de América, iniciada en “Pozos de ambición” y “The Master”, con una épica epopeya sobre un país en guerra consigo mismo, en la que la línea más corta entre los grupos terroristas de extrema izquierda y las sociedades secretas filonazis se llama caos, y en ese abismo abierto con la urgencia de los montajes paralelos y las acciones simultáneas queda la relación afectiva entre un padre y una hija como posible espacio de reconciliación. Aún así, en esta obra maestra inabarcable Anderson entiende que el mundo ha olvidado su contraseña, y ya no puede descifrarse a sí mismo si no es dinamitándolo todo. Explotemos con él, será todo un placer.
Lo mejor: Su extraordinaria energía, su vitalidad narrativa, su fervor revolucionario por retratar el caos del tiempo que nos ha tocado vivir.
Lo peor: Tal vez tiene más finales de los que debería.
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