Crítica de cine
Crítica de 'El último suspiro': Apología de la muerte digna ★★★
Título: El último suspiro (Le dernier souffle). Dirección y guion: Costa-Gavras, según un libro de Claude Grange y Régis Debray. Intérpretes: Denis Podalydès, Kad Merad, Hiam Abbass, Charlotte Rampling. Francia, 2025, 97 min. Género: Drama.
En uno de los brutales, descarnados pasajes de “Desmorir”, Anne Boyer, que ha invertido más de doscientas páginas en describir su lucha (económica, afectiva, sociocultural) contra un agresivo cáncer de mama, escribe: “Los hospitales no permiten a los enfermos dormir lo bastante para tener sueños”. Boyer está reflexionando, en una suerte de ‘ars poetica’ de la enfermedad terminal, sobre los cuidados paliativos, sobre la necesidad de tener una política de cuidados.
Parece una reflexión necesaria en un siglo en el que, como se dice en “El último suspiro”, la muerte se ha convertido en nuestra máxima preocupación (moral, filosófica, emocional). Es lógico, pues, que Costa-Gavras, que ya ha cumplido 92 años y que ha convertido su filmografía en una reflexión del hombre como animal político, filme este ensayo crepuscular preguntándose por la última de sus luchas, que no se libra solo contra su organismo revolucionado sino también contra un sistema sanitario y un corpus social que aún no sabe cómo gestionar sus últimos días. Estamos, sí, ante una película sobre el derecho a una muerte digna, pero que no solo piensa en la eutanasia como una de las soluciones al problema sino también en el acompañamiento, en la aceptación de los que se quedan; en definitiva, en recuperar la capacidad de soñar, aunque sea solo para despedirse.
Más que en un argumento, la película, como el libro en que se basa, se sustenta en un hilo conductor, casi la acumulación de una casuística en la que un escritor, sobre el que gravita una mancha de cáncer latente (y que es alter ego del filósofo Régis Debray), acompaña a un especialista en cuidados paliativos, que le explica varias historias de pacientes que se enfrentan a la muerte desde distintas circunstancias. Para dar entidad a cada uno de esos relatos, Costa-Gavras ha invitado a una actriz de prestigio (Charlotte Rampling, Hiam Abbass y Ángela Molina, que parece prolongar aquí su papel de “Polvo serán”) para anclar la empatía del espectador. El enfoque es abierto y humanista, aunque a veces da la impresión de que a la película le falta algo de consistencia dramática.
Es admirable que el conjunto respire una cierta serenidad, que no se deje vencer por las tinieblas de un tema tan siniestro. La película pretende erigirse ella misma en cuidado paliativo, y en apuesta de futuro.
Lo mejor: Su defensa humanista del derecho a morir dignamente, abriendo necesarios espacios de reflexión y sin dejarse vencer por el pesimismo.
Lo peor: Le pesa a veces la falta de un centro de gravedad dramático mejor trabajado.