«Juego de ladrones»: ¿Dónde están los buenos?
Christian Gudegast. C. Gudegast y Paul Scheuring. Gerard Butler, Pablo Schreiber, O'Shea Jackson Jr. EE UU, 2018. 140 minutos. Acción.
Es lo que le sucede a muchos actores demasiado rígidos o con cara de palo, que, de pronto, descubren que gracias a una barba poblada, un vestuario más o menos grasiento y varios tics «prestados» pueden dar el pego, y bastante bien, la verdad. Le sucede al simpático y mastodóntico Gerard Butler en su nuevo trabajo, donde encarna a Nick Flanagan, el sheriff local de Los Ángeles, al más puro y cínico y horterilla estilo del gran Jeff Bridges. Ni siquiera le faltan el pitillo (buff, qué valor, fumar hoy en un filme de Hollywood), los largos tragos de whisky, el café bien cargado y los donuts rellenos de grasas trans. Pero estos tipos están hechos de otra madera. De hecho, la velocísima opera prima de Christian Gudegast (a pesar del debut, ya es un perro viejo de la industria, porque ha escrito los guiones de títulos como «Diablo» y «Objetivo: Londres», también protagonizada por el colega Butler) rezuma alcohol, tiros, sofisticados planes para «levantar» dólares, puñetazos de los que duelen mucho, persecuciones, acción a toda pastilla y follones sin cuento para contar la historia (muy alargada de metraje, admitamos, aunque no llegue a ser aburrida tampoco) protagonizada por un grupo de ladrones con formación militar que planean retirarse a lo grande por medio del atraco al Banco de la Reserva Federal de Los Ángeles. O sea, los 120 millones de dólares en efectivo que todos los días se sacan de la circulación. Y libres de impuestos. Pero todo ello sucederá con permiso de Flanagan, que les va pisando los talones junto con otros policías que por las pintas y sus conductas más parecen delincuentes todos, y he aquí uno de los puntos fuertes de la cinta, que al final una duda incluso de parte de quién está. Así, y tras un espectacular arranque que dura cinco minutos largos como violento aperitivo de lo que incluirá el menú, el «show» apenas tiene descanso, aunque los diálogos hayan sido igualmente cuidados. Ya lo decían desde Estados Unidos: homenaje (o directamente copieteo) de la espléndida «Heat», realizada por Michael Mann en 1995 con De Niro y Pacino, la película no engaña ni desde su cartel promocional: atestada de hombres rudos, muchos de los cuales llegamos a conocer bien, aquí no estamos para perder el tiempo, aunque, como buen huevo Kinder cinematográfico, la sorpresa vaya por dentro y un giro de guión remate la faena.