La voz arrebatada de Marruecos
Nabil Ayouch estrena su nueva película protagonizada por Maryam Touziani en la que varias historias sobre minorías marginales se entrelazan en una Casablanca incendiaria.
Nabil Ayouch estrena su nueva película protagonizada por Maryam Touziani en la que varias historias sobre minorías marginales se entrelazan en una Casablanca incendiaria.
En un lugar donde la libertad está hecha de silencio y lágrimas parece remoto pensar en la posibilidad de convertir el cine en un pañuelo capaz de secarlas, pero Nabil Ayouch vuelve a transformar la gran pantalla en el espejo irredento de nuestras emociones con el estreno de «Razzia». Esta historia culpable y arrebatadoramente bella transcurre entre el vaivén continuo de dos escenarios y dos tiempos. Por un lado, un pequeño poblado bereber escondido en las montañas del Atlas en 1980, donde la labor educativa de un maestro apasionado resulta insuficiente para luchar contra las reformas coercitivas del Gobierno. Por otro, unas calles de Casablanca inundadas de exaltación social y habitadas por unos personajes que tienen que aprender a convivir en pleno 2015 con la contradicción entre una religión y una censura estatal que les asfixia y unos vientos de modernidad edulcorada que no terminan de colarse por todas las ventanas.
La resistencia como método
«Los personajes quieren poder ser libres de sus actos. Quieren y necesitan saber quiénes son en realidad. Cada uno vive sus restricciones de manera distinta. La pertenencia a un grupo social, la identificación con una religión determinada, su condición de mujer, su condición de hombre o su capacidad económica son elementos que les alejan, pero al mismo tiempo consiguen unirles», asegura Maryam Touziani, coguionista y actriz protagonista de la cinta que interpreta a Salima, una mujer cuya forma de rebelarse contra el yugo del patriarcado consiste en ser y hacer. Ser valiente al subirse más el vestido cuando los hombres que pasan por su lado la hostigan con la mirada, ser atrevida al echarle el humo del cigarro a su marido en la cara a pesar de su prohibición explícita, ser libre en sus movimientos desprendidos de vergüenza y de culpa mientras baila, ir a una remota y escondida clínica abortiva con el corazón en la mano y la rabia en el estómago o meterse en el mar sin taparse el cuerpo para que la sal depure la conciencia. Touziani insiste en la importancia de la creación a la hora de erradicar muchas de las problemáticas sociales que existen en Marruecos: «Creo que el cine es una de las mejores maneras de resistir. Es la forma más efectiva que existe de dar voz a personas que no la tienen», sentencia. «Razzia» es una película que nace de la pasión por las relaciones humanas y el espectador va a tener la oportunidad de descubrirlo. En silencio y con libertad.