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Darín: “La principal característica de Argentina es caer y renacer todo el tiempo”

El actor, un fijo del Festival de San Sebastián, presenta la comedia “La odisea de los giles”, en la que busca justicia tras perder todo su dinero en el “corralito” de 2001
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El actor, un fijo del Festival de San Sebastián, presenta la comedia “La odisea de los giles”, en la que busca justicia tras perder todo su dinero en el “corralito” de 2001
El héroe argentino no gasta capa ni antifaz. Difiere del americano en que es, esencialmente, un “pelotudo”, un hombre del montón, sin atributos, fundamentalmente ingenuo e incapaz de lidiar con los villanos (que en Argentina puede ser cualquiera), que de repente (y ahí reside su heroísmo) adquiere conciencia de haber sido “cagado”, engañado. Herencia peronista o meramente latina. No es país para superhéroes, pero sí para vengadores a pie de calle.
Ricardo Darín es el rey de los “giles”, esta clase de héroe nacional que hemos bosquejado. Un “gil”, explica en el filme de Sebastián Borensztein, es “una persona lenta, a la que le falta viveza y picardía”. Los que se ahogan en un vaso de agua ante un mundo globalizado, de economía líquida y burocracia inextricable, que se les ha quedado grande. Aquellos, que, por supuesto, cayeron como pardillos en el agujero del “corralito” de 2001.
A Darín, hombre-medio argentino, lo hemos visto rebelarse en multitud de ocasiones: fue el famoso “bombita” de “Relatos salvajes” y ahora es un particular justiciero en “La odisea de los giles”, presentada ayer como proyección especial en el Festival de San Sebastián.
Para Darín, los hechos funestos del “corralito” de 2001, punto de partida de esta cinta, “están grabados en el ADN de todos nosotros, los argentinos. No hubo necesidad de meter mano a la valija de los recuerdos”. Su personaje está a punto de conocer los devastadores efectos de aquel episodio del país, cuando logra implicar a numerosos vecinos del apartado pueblo de Alsina en una idea ambiciosa: reflotar una cooperativa que evitaría el abandono del pueblo.
Sin embargo, un día antes del “corralito”, un banquero y un abogado con información privilegiada sobre la que se avecina, convence al personaje de Darín de colocar el dinero de los asociados, no en una caja fuerte, sino en el banco. Al día siguiente, no queda nada en sus manos. Desde entonces, estos “giles” concebirán un plan para recuperar lo que les ha sido estafado.
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“Los hijos de puta no se sienten hijos de puta”, asegura Darín en el filme. Una expresión extrapolaba a una Argentina actual que, como siempre, vive en un “ay” por el futuro económico y social del país: “Argentina sigue siendo la misma, los países se construyen con el tiempo; nosotros tenemos una gran gimnasia a la hora de atravesar crisis y sobrevivirlas y renacer; quién sabe si no será esa nuestra característica principal: renacer todo el tiempo. Somos un pueblo con muchas esperanza. Estoy esperanzado en salir una vez más adelante”.
"Losers"universales
Más allá del sabor local de “La odisea de los giles”, Darín afirma que el mensaje de estos “losers” del filme es universal: “El ciudadano asediado por la burocracia, el que tiene que agachar la cabeza, el del ''pague primero y habla después''... Eso sucede en todas partes. Pero con el corralito se perdieron vidas, familias, dinero. El dolor es muy grande, no solo en lo económico”.
Ricardo Darín, que ya ha trabajado en dos ocasiones con Borensztein (“Capitán Koblic” y “Un cuento chino”) se ha implicado a nivel de producción en la película. Y cuenta con un socio especial, que además comparte plano con él: Chino Darín, su hijo. “Ha sido fantástico, fabuloso, ojalá todas las experiencias padre-hijo se parecieran tanto a la nuestra”, señaló Darín, replicado con ironía por su hijo: “No sé si estoy muy de acuerdo...”.
Para Borensztein ha sido un “revival” ver a ambos actuar juntos: “Yo trabajé años con mi padre, me formé a su lado, así que tenerlos a los dos juntos, y encima en el rol de padre e hijo y de productores, fue como recordar mi carrera”.
“Los ciudadanos del mundo somos ''giles'' en general, confiamos”, añade el intérprete, que ha sido premio Donostia en 2017 y Concha de Plata con “Truman” (2015). Hace años ya que Darín es un clásico del Festival. Rara es la edición que no se presenta en San Sebastián, ya sea con filmes españoles, argentinos o coproducidos. Un actor que, ya sea aquí o allá (o incluso en Brasil, por ejemplificar en un periodista elogioso en la rueda de prensa), es querido, respetado y considerado un puntal del cine latinoamericano.
“Disaster” Franco
“Zeroville” arrancó con mala pata en el Festival de San Sebastián. Un rapto de candidez o directa estupidez de su productora hizo que se le apeara de la competición oficial apenas arrancado el certamen, debido a que había sido estrenada hace dos semanas en Rusia. De todos modos, la nueva cinta de James Franco, a pesar de compartir aliento meta-cinematográfico y amor por los personajes bizarros con “The Distaster Artist”, la cinta que le valió la Concha de Oro hace dos años, no ha convencido a casi nadie, a excepción de quienes hacen de cierto frikismo kamikaze sin orden ni concierto, norma de excelencia. De todos modos, ni Franco competía ni Franco estuvo en San Sebastián para defender su producto.