Festival de San Sebastián

Amenábar: «La Transición se cerró en falso, Franco tiene que salir del Valle»

El realizador regresa al Festival de San Sebastián con «Mientras dure la guerra», un drama histórico con Unamuno como protagonista en el inicio de la Guerra Civil

Alejandro Amenábar en el marco del 67 Festival de San Sebastián / Efe
Alejandro Amenábar en el marco del 67 Festival de San Sebastián / Efelarazon

El realizador regresa al Festival de San Sebastián con «Mientras dure la guerra», un drama histórico con Unamuno como protagonista en el inicio de la Guerra Civil.

Para unos resultará escorada o tendenciosa, para otros, tibia o equidistante, mejor o peor (fallida si atendemos al sentir general de la crítica tras su exhibición ayer en San Sebastián), pero lo que está claro es que «Mientras dure la guerra», de Alejandro Amenábar, es el catalizador de todas las miradas de esta edición del Festival. Como siempre que se toca la Guerra Civil. Una herida que supura en debates encendidos, y en la que el director ha querido meter el dedo a través de la representación de los últimos días en la vida de Miguel de Unamuno, que son los primeros de un conflicto que acabaría con el asentamiento de Franco en el poder.

–¿Qué le tiró para querer meterse en esta «trinchera»?

–Todo empezó con el episodio de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamaca. Lo leí en un libro de Pérez-Reverte y me sorprendió no saber nada. Así que empecé a rascar en el personaje y en su evolución en la guerra. Investigando lo que lo rodeaba me di cuenta de que sobre toda la trama de los militares y la ascensión de Franco al poder no sabía nada o muy poco, a pesar de que es algo casi shakespeariano. Ver las dos historias en paralelo y confluir en ese encuentro que se produjo entre ambos, me hizo entender que ahí había una película. Y una excusa para hablar de mi visión de España.

–¿Y cuál sería?

–La película interpela al espectador sobre lo que es nuestra identidad: habla de banderas, de himnos, muestra de dónde viene ese conflicto que una parte de la población tiene con nuestros propios símbolos. Lo que planteo, con una actitud no buenista si no realista o pragmática, es que tenemos un espacio común de convivencia, lo que llamo una comunidad de vecinos, y podemos llevarnos fatal o intentar llevarnos bien. Quería darles argumentos sólidos a la España de derechas y a la de izquierdas para mostrar que las dos tienen que convivir, y es ingenuo pensar que en mi bloque de viviendas todos vamosa votar lo mismo.

–¿Somos tan irreconciliables como se dice?

–Los países divididos existen, y corren tiempos peores. Estados Unidos está dividida, Francia también e Inglaterra con el Brexit. Lo que pasa con España es que somos pasionales, de sangre caliente y temperamentales. Un amigo inglés me dice que lo único que no le gusta de los españoles es que no dejan hablar. Somos dogmáticos. A mí me gusta que se pueda discutir, pero sin llegar a ese punto de inflexión de una guerra.

–Sabe que buena parte del público español tolera poco o nada películas sobre la Guerra Civil. Eso de «ya están los del cine con la guerra...»

–Me preocuparía que mi película se utilizara como arma arrojadiza, igual que las palabras de Unamuno. Esta cinta la testamos con público real, ayudados por una empresa de márketing, atendiendo a votantes de distinta ideología, y los resultados son asombrosamente parecidos. Mientras no estés en los extremos, la película era percibida igual, conectaba. Cada uno ve las escenas del himno o la bandera a su manera, el espectador encuentra su espacio. El problema es cómo se utillice, además ahora a las puertas de las elecciones, mediáticamente.

–Supongo que se habrá «puesto el chubasquero».

–Que haya debate y dé que pensar es maravilloso, pero no lo sería que se use de arma arrojadiza. Pero cuando haces una película de esta naturaleza, la gran decisión la tomas antes de lanzarte, ahora ya tendrá que ser lo que tenga que ser. Por la propia responsabilidad que sentía al tratar un tema de alta sensibilidad, la he preparado a conciencia y la he escrito en conciencia.

–¿Habrá quien se sienta ofendido?

–Tú cuentas la historia que te llama a tu manera, pero no quería hacer una película revanchista desde luego ni victimista, para decir que unos son muy buenos y otros muy malos. Pero la película tampoco es equidistante, ojo: no me siento a la misma distancia moral o ideológica de Miguel de Unamuno que de Francisco Franco. Tengo claro quién es el héroe de esta película, que es Unamuno, por todo lo que hizo, que tuvo un enorme valor simbólico, y el antagonista es Franco, lo cual no quiere decir que haya pretendido reírme de él o mostrarle echando espuma por la boca.

–Durante meses, el héroe apoyó al antagonista.

–Unamuno es el ejemplo máximo de la contradicción y la duda. Pero él decía: «Yo no cambio, son ustedes». Su propia integridad y ser fiel a sí mismo es lo que le hace cambiar. Cuando él, siendo uno de los padres de la República, empieza a ver sus desmanes, es el primero que lo denuncia, y cuando parte del ejército se subleva para salvar la República, que así fue al principio, es el primero que lo apoya porque cree que va a ser la solución. Pero cuando ve la sangre, los desmanes que se avecinan, se revuelve de nuevo contra eso. Tiene razón: él no cambia, son los otros.

Aquella es una España dividida, radicalizada una contra el otro, y él se revuelve como un león y protesta. Él sería de esa «tercera España» de Chaves Nogales, la de quienes no quieren ser arrastrados a los extremos.

–¿Es usted de los que opinan que vamos a «otro 36»?

–En todo el mundo se ha radicalizado la política, pero soy optimista, no quiero pensar que estamos. La exaltación y el fanatismo condujeron a la II Guerra Mundial. Y ver, por ejemplo, que el país que salvó a medio mundo del fascismo, que es EE UU, está dirigido por un presidente que en las formas es todo menos sereno, me produce inquietud, porque me hace pensar que están volviendo los tiempos de los histriones en política.

–¿Qué Franco ha retratado?

–Hay varios Franco. Creemos que todos sabemos quién es Franco, siempre flota como una entelequia, pero en realidad lo conocían muy pocos. Franco se va reinventando y yo lo veo como el «Yo, Claudio» de Robert Graves. Un Franco que su general brillante, que ha llegado muy joven, pero muchos lo consideran rezagado, es aparentemente tímido, no tiene maneras de mando, pero es el que mejor juega sus bazas. Y de hecho todos los líderes fascistas mueren violentamente (Hitler, Mussolini...) y él lo hace en su propia cama. Es un tipo astuto, frío, y por su visión genuina de España está, dice en una entrevista, «dispuesto a hacer lo que haga falta», como sacrificar la otra mitad, que es terrible. Pero lo quería mostrar dentro de sus convicciones.

–¿Qué hacemos con el Valle de los Caídos?

–La transición se cerró en falso, para bien o para mal, permitió que España se reinventara en muy poco tiempo, pero no se cierran heridas. Yo no he conocido en el colegio lo que fue la Guerra Civil y lo estoy descubriendo ahora. La situación que se vive en el Valle de los Caídos es un anacronismo. Finalmente, Franco tendrá que salir de ahí de alguna manera.

–¿Y la memoria histórica?

–Creo que es necesaria. Yo soy de naturaleza de perdonar, pero sí creo que es importante sacar a los muertos de las cunetas.

–¿Qué le diría a un votante de Vox, por ejemplo, sobre su película?

–Pues sé de uno que vota a Vox que la ha visto, pero, claro, es amigo mío. Lo que le diría es que se quedaran con una visión de España como espacio común. Tengo curiosidad por ver cómo se ve en el público el cierre de la película, con esa gran bandera de España. En Toronto (donde se estrenó hace unas semanas) les explicaba a los canadienses que en España la gente tiene conflictos con su bandera y no lo entendían.