El biógrafo de Hitler advierte: "La Guerra Civil estará presente durante varias generaciones"
Ian Kershaw cambia de época y publica «Ascenso y crisis», donde repasa la historia de Europa desde 1950 hasta 2017.
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Ian Kershaw cambia de época y publica «Ascenso y crisis», donde repasa la historia de Europa desde 1950 hasta 2017.
Ian Kershaw es un inglés enjuto, con esa delgadez casi atlética, de piel ceñida a la osamenta, que suele dejar el estudio, el academicismo universitario. Viene de asentar magisterio sobre Hitler, que es lo que le ha dado el renombre como historiador, pero ahora ha decidido ascender un peldaño por la escalera del tiempo y ha fijado su atención en los sucesos que han agitado al Viejo Continente en estas últimas seis décadas en su monografía «Ascenso y crisis. Europa. 1950-2017: un camino incierto», un libro que llega refrendado por la crítica, con epítetos muy positivos que la tildad de «obra maestra» y de «extraordinaria hazaña». Ian Kershaw, que nació en 1943 y es más «british» que los Beatles, trae consigo el desconsuelo de los ingleses que se sienten europeos, que no están de acuerdo con el Brexit. «Si en España hay gente que le da pena, imagínese a mí», comenta con una resignación sabia, de hombre que ha aprendido a asumir los hechos sin apenas alterarse.
–¿No hay manera de que se queden en la UE?
–Bueno, todavía no nos hemos ido, pero asumiendo que la marcha sea real, creo que es improbable que en el futuro haya un retorno de Gran Bretaña a la Unión Europea. El proceso ya fue difícil en los 70 y lo está siendo con la salida. Si volviéramos a integrarnos la pregunta sería: ¿bajo qué términos? ¿Qué condiciones habría? Nunca hay que decir jamás, pero...
–Si se celebrara un nuevo referéndum sobre la permanencia de Gran Bretaña en la UE, ¿cambiaría el resultado?
–Es posible, pero no existen garantías. Es cierto que ha habido un cambio en la opinión pública y es posible que sea verdad que si se celebrara, saldría continuar en Europa. Pero en ese caso, la UE tendría que lidiar con un país profundamente dividido y los que perdieran exigirían, también, otro referéndum. Pero esta posibilidad es lejana. Los conservadores no lo quieren celebrar y los laboristas, tampoco. Existe una fuerte oposición a él.
–Si la UE desapareciera, ¿retrocederíamos mucho?
–No volveríamos cien años atrás. Pero, sin duda, retrocederíamos, y las relaciones de los estados nación, en cuanto le quitas la UE, darían muchos problemas. El peso político que tenemos en la actualidad se perdería, dejaríamos de contar con la influencia geopolítica del que disponemos. Cuando ves a Rusia, Estados Unidos o Asia con su respecto poder económico, comprendes que por separado no podríamos resistir esas fuerzas. España y Francia no tendrían ni una remota posibilidad de afrontar esos retos. Si viéramos este potencial diezmado, no nos hundiríamos, pero perderíamos la posición económica actual y el poder político.
–¿Por qué los políticos y las instituciones han perdido la confianza de los ciudadanos?
–Este caso se ha producido en muchos países europeos. La falta de confianza tiene que ver con la corrupción. Lo hemos podido ver en mi país, con el partido conservador, que, de hecho, fue un caso de corrupción menor, pero despertó un sentimiento de que todos los políticos son iguales y que solo trabajan por su interés y eso coincide con un tema principal, la incapacidad de los partidos de solventar los temas a los que muchas veces se enfrentan. Se ve con Trump, que tuvo un apoyo considerable en los cinturones desindustrializados del norte. Esas son las personas que han padecido los cambios económicos. Se ha culpado a los políticos de Washington de ambos lados y se ha dicho que son unos corruptos y los responsables de las calamidades que padecen todos. Se argumenta entonces que, como pueblo, nosotros queremos, a partir de ahora, decidir nuestro futuro. Esto se ve también en Europa, donde los populistas han triunfado porque dicen que pueden encarar soluciones. Los políticos fracasan a la hora de lidiar con los problemas de las personas.
–También están los nacionalismos, que han vuelto a reaparecer.
–Estos movimientos reaparecen con el auge de las políticas identitarias de los años 80, con las crisis migratorias. Lo que provoca que se hable más de ellos y que las migraciones se conviertan en un tema central para las personas. Esto ha tenido una consecuencia: que las visiones políticas expresadas por la extrema derecha entren en la corriente popular. Antes teníamos dichas ideas confinadas en un grupo reducido de personas, que eran las que estaban identificadas con esas posiciones extremas.
–Pero ahora no es así. Ahora sus argumentos se han extendido al resto de la sociedad.
–Y los riesgos son muy evidentes para todos, que crezca el racismo y el antisemitismo en todos los países. Además, ahora,estos valores que permanecían arrinconados tienen un alcance mucho más amplio porque lo partidos conservadores de los diferentes países están intentando blindarse contra el auge de las formaciones ultras y algunas de estas ideas están cogiendo más empaque a medida que los partidos tradicionales se desplazan hacia la derecha. El resultado es que esas visiones, que siempre han sido tan extremas, en estos días son más aceptadas por la población en general. Pero, de momento, no hay que ser pesimista, todavía cuentan con el rechazo de la mayoría de las personas que viven en el continente. Los movimentos populistas no representan a los los países de la UE.
–En su libro aparece la figura de Juan Carlos I. ¿Cómo ve su papel durante la Transición?
–Creo que fue crucial, esencial, para allanar el camino de la democracia en España. Solo tienes que reparar en el apoyo que prestó a los partidos que estaban a favor de esta democracia cuando todavía no se vislumbraba en el futuro la posibilidad de una democracia. O en examinar sus acciones depués del golpe de Estado. Su función ha sido fundamental para la Transición en España. Hay que recordar que durante ese periodo tuvo un enorme peso y si volviéramos hacia atrás, y no hubiera estado, el paso hacia la democracia habría sido mucho más complicado para los españoles y les habría costado más dificultades sacarla hacia adelante. No importan las desgracias que le hayan sucedido en los últimos años. Existen méritos que no se le pueden quitar.
–Menciona la Transición, y últimamente han surgido voces, desde el ámbito político, de hecho, que la critican.
–Es cierto. Estoy al corriente de ese sentimiento nuevo. Es muy difícil para un historiador hablar de cómo un país al que no pertenece aborda su propio pasado. Pero si echamos una mirada imparcial hacia atrás, enseguida percibes que se manejó aquella situación política todo lo bien que se podía hacer. Los españoles deberían comprender que el legado que ha dejado la Guerra Civil y la dictadura de Franco va a estar ahí presente durante varias generaciones. Para superarlo se necesita un compromiso por parte de todos, igual que se hizo en el pasado en Alemania, cuando ellos mismos hicieron su transición a la democracia. Los países no pueden mantener un conflicto perpetuo con su pasado. Eso puede generar círculos viciosos. Pero sin duda la Transición se resolvió de la mejor manera posible. Es cierto que han quedado rescoldos, rastros de cierto pensamiento de extrema derecha, y que ahora están encajando en esta clase de movimientos, que ahora son tan comunes en el seno de Europa.
–Aparte de los nacionalismos, Europa afronta otro problema: los independentismos, que no afectan únicamente a España.
–En Europa solo existen tres nacionalismos rupturistas: los de Cataluña, Escocia y Flandes, en Bélgica. No es algo generalizado. En Cataluña y Escocia se está entrando ahora en un conflicto con el Estado nación tradicional. Es el mismo caso que ocurre en Gran Bretaña. Mi esperanza es que este problema se resuelva y que Cataluña permanezca dentro de España, con el grado de identidad que tiene, pero siempre dentro de España, al igual que Escocia debería permanecer en Reino Unido.
–La Unión Europea siempre ha advertido de que las divisiones perjudican.
–En cualquier caso que uno se ponga, siempre, todos, seremos más fuertes si permanecemos juntos que separados. España y Cataluña se beneficiarán mucho más y tendrán más fortaleza de esa manera que si cada uno emprendiera su propio camino. Esto también lo podemos trasladar al resto del continente. Europa, según mi visión, es un lugar mucho mejor cuanto más unida está y no fragmentada por los nacionalismos.
Mano de obra barata y cambio climático
Ian Kershaw advierte de los problemas que vamos a afrontar en el futuro en Europa. Apunta varios que, según él, en el devenir del conjunto de la Unión Europea. El primero de ellos es el cambio climático, una cuestión que si no se logra reconducir, señala Kershaw, traerá consecuencias gravísimas a nivela global. El otro será la presión demográfica. Una cuestión de doble filo: por un lado, el envejecimiento de la población del Viejo Continente y, por otro, las sucesivas olas de inmigrantes que en los años venideros entrarán en Europa, cambiando no solo la composición de sus sociedades, sino también muchos criterios y una cuestión principal que en ocasiones se obvia o se deja de lado: el precio que habrá que pagar por contratar mano de obra barata, sobre todo oriental, como sucede en algunos país de la UE. Otro de los elementos que pesarán es el reto político y económico que representa la globalización para todos, así como la paulatina robotización de la sociedad.