El Desembarco de Normandía: Lo que nunca te han contado del Día D
En el 75 aniversario de la batalla, Pere Cardona y Manuel P. Villatoro relatan los secretos e historias más desconocidos del Desembarco de Normandía.
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En el 75 aniversario de la batalla, Pere Cardona y Manuel P. Villatoro relatan los secretos e historias más desconocidos del Desembarco de Normandía.
A las 4.00 de la mañana del día 6 de junio de 1944, 1,450 soldados, cuya mayoría no superaban los 20 años, comenzaban a llenar las lanchas. Los más tranquilos deseaban desde la borda de los barcos suerte a sus compañeros, pues iban a ser los primeros que pisarían la arena de Normandía. “Nos vemos en la playa”, decía uno de los estadounidenses, incluso alguno esperó que la próxima vez que cruzasen miradas sería en Berlín tras haber acabado con Hitler. Subieron a las lanchas y, entre temblores y mensajes de esperanza, “la oleada del suicido” se disponía a cruzar 23 kilómetros del Canal de La Mancha en dirección a la playa de Omaha. Para ellos, ya no había vuelta atrás: había comenzado el Desembarco de Normandía. Nervios y vómitos durante una espera que, mientras cruzaban unas aguas embravecidas, se basaba en la tensión y en el deseo de que la lancha se hundiera antes de llegar a la orilla. Durante el trayecto, el sonido de las bombas que caían desde el cielo se mezclaba con el mareo que el mal tiempo acechaba al Día D: se llegaron a levantar olas de hasta 1,80 metros de altura. “Un choque, una explosión y un estremecimiento. Un choque, una explosión y un estremecimiento. No tan rápido como lo digo, pero así de monótono”, recordaba Ronald Jesse, uno de los tripulantes encargados del bombardeo naval.
Este comienzo de la que se ha convertido en una de las batallas bélicas más famosas de la historia y más determinantes de la Segunda Guerra Mundial lo narran Pere Cardona y Manuel P. Villatoro en “Lo que nunca te han contado del Día D” (Principal). Se trata de un libro en el que ambos especialistas y divulgadores históricos desvelan los secretos de las misiones suicidas que cometieron los Aliados durante este episodio, así como historias reales de personas que estuvieron, vieron, escucharon y sintieron. Y lo hacen paso a paso: desde el momento en que la operación comenzó a fraguarse -en la Conferencia de Teherán en 1943- hasta las películas que se han basado en el Día D, pasando por el gaitero que puso banda sonora mientras los soldados se dejaban la piel en las playas.
El Desembarco de Normandía no fue una operación más: fue el principio del fin del Tercer Reich que se llevó a cabo con un gran conjunto de soldados, de espías, secretos oficiales, paracaidistas, entrenamientos y desinformación. Tal fue su magnitud que incluso se creó un nivel de seguridad por encima del “top secret”: el “bigot”. Como relatan Cardona y Villatoro en el libro, “el personal con acceso a este tipo de documentos preguntaba 'Are you bigoted?' ('¿Eres intolerante?') para saber si podían hablar con sus interlocutores de determinados temas”. Bajo esta palabra estaban las maniobras, los campamentos donde se alojaban los soldados, las formas de traslado de los mismos y todo tipo de detalles que se convertirían en la sangrienta victoria de los Aliados.
Desinformación en el desembarco
Una herramienta clave en el camino hacia Normandía fue la desinformación. Uno de los engaños más ingeniosos de la batalla fue el doble de Montgomery: con la Operación Copperhead, eligieron a Clifton James, un teniente australiano cuyo parecido al militar británico y sus dotes como actor aficionado le adjudicaron el puesto, y suplantaron la identidad de Montgomery. “El objetivo era desplazar la atención hacia otra zona y que se retrasasen las previsiones germanas sobre la fecha del ataque”, relatan los escritores en el libro. Por su parte, la desinformación de la contienda se acrecentó gracias al trabajo de la llamada “Doble Cruz”: un pequeño ejército de cinco hombres y mujeres cuya labor era engañar a los alemanes con lo que llamaban “pienso para pollos”. Garbo, Triciclo, Bruto, Bronx y Tesoro fueron los miembros de la Operación Fortaleza, que ayudó a distorsionar las predicciones alemanas asegurando, sobre todo, que el desembarco sería en Pas-de-Calais en lugar de Normandía.
Las historias que alberga este libro son numerosas, así como las personas que las protagonizaron. A través de un viaje por los paisajes del Desembarco, los escritores dieron con documentos y testimonios que hasta ahora se desconocían. Además, se centran en las tropas aerotransportadas, que albergaban desde una unidad de demolición hasta sacerdotes paracaidistas o la labor suicida de los “rangers”. Los soldados que lucharon desde el cielo fueron fundamentales para la contienda: crearon los planeadores, un transporte que nació y murió en la Segunda Guerra Mundial y cuyo peligro era tan alto que los bautizaron como ataúdes. Para volar en uno de ellos, el entrenamiento era selectivo e intenso, así como fue el caso de los “rangers”, también conocidos como los componentes de “la misión suicida”. O, como se refieren Cardona y Villatoro, los “cabrones” que no conocían el miedo: tuvieron que escalar sin más ayuda que sus brazos y una cuerda un acantilado de 30 metros de altura. Para ello, contaron con una gran preparación que contó hasta con la colaboración de los bomberos de Londres.
La banda sonora del desembarco
“Tenemos más soldados si ustedes caen”, decía uno de los oficiales superiores para “calmar” a sus soldados. El ánimo estaba bajo mínimos, y eso es lo que quiso impedir quien puso la banda sonora a la batalla. Como si de una película de acción se tratase, la realidad volvió a superar a la ficción. Se trata del gaitero de Sword quien “llegado el momento desembarcaría armado con tan solo una gaiita, una falda escocesa y su cuchillo”, escriben los divulgadores en el libro. Y él estaba convencido de que su labor era tan importante como la de los que iban armados hasta los dientes, hasta el punto en que, mientras se deslizaban sobre el Canal de La Mancha, el gaiero tocó “The Skype Boat Song” y los marinos lo celebraron con alegría.
En el día del Desembarco de Normandía, desde el alba hasta la noche, en el bando Aliado lucharon no solo británicos, estadounidenses y franceses, sino también canadienses o alemanes renegados. Y también hubo españoles. Es el caso de Alberto Winterhalder García, un soldado hispanoalemán que formó parte de la defensa germana y, al ser capturado por los estadounidenses, luchó con los Aliados en las playas. Su historia es una más de los miles de soldados que participaron en el Desembarco de Normandía -más de 3.000 acabaron muertos, heridos o desaparecidos- y que participaron en el inicio del fin del sufrimiento de Occidente.