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“El populismo quiere ganar la guerra después de 80 años”

El escritor Andrés Trapiello revisa «Las armas y las letras», que cumple 25 años, y se revuelve contra la Ley de la Memoria Histórica y su aplicación. Ve similitudes entre el clima actual y los ánimos de la Guerra Civil.

Andrés Trapiello / Foto: Luis Díaz
Andrés Trapiello / Foto: Luis Díazlarazon

El escritor Andrés Trapiello revisa «Las armas y las letras», que cumple 25 años, y se revuelve contra la Ley de la Memoria Histórica y su aplicación. Ve similitudes entre el clima actual y los ánimos de la Guerra Civil.

Corre el riesgo de convertirse en una obra permanentemente inacabada, como Andrés Trapiello reconoce en los sucesivos prólogos que se incorporan a la edición del 25 aniversario de «Las armas y las letras» (Destino) que acaba de aparecer. Sin embargo, el escritor leonés confía en que esta sea ya la definitiva. «O casi», admite cuando ya casi creíamos que el polvo de la Guerra Civil se había aposentado y que podíamos mirar con cierta frialdad a la contienda que sangra desde hace casi un siglo y cómo esa hemorragia la tuvieron de tinta intelectuales y escritores. Sin embargo, los últimos acontecimientos políticos siguen mentando a la bicha bastante a la ligera y eso le incomoda.

–Parece un libro destinado a seguir abierto muchos años.

–Yo confío en que ésta sea la versión definitiva.

–¿Va recabando nueva información?

–Sí, porque el libro ya aumentó mucho en 2010, pero sigo leyendo y añadiendo. Lo tengo en la cabeza y cuando encuentro algo singular lo incorporo. En el ejemplar que tengo... (se levanta y lo trae, lleno de anotaciones ad marginem con letra diminuta).

–¿Se ve tentado de enmendarse la plana a usted mismo y cambiar términos, adjetivos o juicios?

–Si hay un error, al contrario, es una satisfacción poder corregirlo tanto si es mío como inducido, y tampoco me importa matizar un juicio si al cabo del tiempo me parece dicho a la ligera. Es un libro de opiniones estéticas, literarias e incluso políticas, pero sobre todo de hechos. Creo que el atractivo que tiene son los hechos y entrecomillados. No estoy echando soflamas, recojo todo lo que considero relevante en discursos, entrevistas y libros. Hubo en la guerra dos Españas minoritarias que arrastran al resto con un ánimo exultante, convencidas de que pueden ganar porque antes opciones parecidas lo han hecho en otras partes de Europa. Esta es la idea. En Alemania o Italia ya habían vencido y en la Unión Soviética también. En esa convicción hay dos pequeñas minorías, que son el Partido Comunista y Falange, que al principio de la guerra tienen entre 15 y 20.000 militantes y al final 2 millones cada una. Este crecimiento esconde el miedo al poder totalitario, y los verdaderos vencedores al final de la guerra son Falange Española y el Partido Comunista. Los primeros disfrutan de la victoria y los segundos de la derrota y una victimación autocomplaciente y a medida.

–¿Por qué es tan virulenta la tormenta entre los escritores?

–Entrada ya la guerra, casi todo el mundo está polarizado. Nadie se atreve a ser neutral, a nadie se lo consienten, y muchos se ven obligados a extremar sus opiniones para contentar a los jefes y autoridades. Manuel Machado es un hombre al que la guerra le sorprende en Burgos, como se sabe, y a su hermano en Madrid, y tanto uno como otro extreman sus discursos poéticos. Antonio escribe el soneto a Líster y Manuel, a Franco. Son parecidos, y son sonetos mercenarios. Con ellos compran su tranquilidad, o el sueldo gubernamental que van a percibir. Los escritores que se quedan aquí se ven obligados a trabajos de propaganda, y resulta bien triste porque ese es el terreno de la mentira y la esquizofrenia. De todos modos, en la posición de Manuel Machado no todo era insincero. Había ido a Burgos a ver a su cuñada monja y su propia mujer era muy religiosa y seguro que les debía preocupar ver la quema de conventos, la exclaustración de monjas y frailes, la profanación de cementerios... y al contrario, a los escritores de la zona republicana les desespera ver los bombardeos de la aviación franquista sobre población civil, la represión de Extremadura y Sevilla. Y esos escritores que tienen básicamente la información de su bando se exaltan sin querer. El país vive un todos contra todos. Todos contra sí mismos.

–¿Sigue existiendo la tercera España?

–Hay conatos peligrosos e interesados de volver a las dos Españas. Lo vemos con Torra-Puigdemont. No han hecho nada diferente de lo que hizo Companys contra la República, un régimen legítimo. Podemos es un partido populista que trabaja por la destrucción del Estado de Derecho. Y está la parte del PSOE que tampoco tiene escrúpulos en recibir los apoyos de quienes tienen como programa la destrucción del Estado. Se ha vuelto a meter la guerra en la batalla política, porque la Ley de Memoria Histórica que se aprobó no persigue tanto el resarcimiento de las víctimas de la guerra y del franquismo, con el que estamos de acuerdo todo el mundo, como hacer desaparecer de muchas de esas víctimas su condición de victimarios, agraviando a quienes ellos asesinaron, torturaron o persiguieron.

–Usted estuvo dos años en el comisionado de la memoria histórica.

–Sí, a propuesta de C's. Y según el artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, a Unamuno habría que quitarle las calles de toda España, porque entra de lleno en ese capítulo como persona que exaltó y apoyó abiertamente el levantamiento de Franco. Y quien dice Unamuno dice Ortega y Gasset, Cunqueiro, Azorín, Baroja y cien más que en algún momento apoyaron a Franco, durante o después de la guerra. Podemos pretendía que se cambiasen más de 300 calles. Entrar 80 años después en la guerra civil, muertos casi todos los responsables y testigos directos, es dar pábulo casi siempre a las ficciones interesadas o, en el mejor de los casos, bienintencionadas, pero falsas.

–Leyendo los sucesivos prólogos, se aprecia el «zeitgeist» de cada edición. En el último se le ve irritado por el tema de la memoria histórica de trazo grueso.

–¿Irritado? Acaban de dar un golpe de Estado en España, como el de Tejero, pero de guante amarillo, y hay dos millones de catalanes convencidos de que España es un país fascista y de que lo suyo no fue en absoluto un golpe de Estado sino un picnic, como declaró Rufián, y un gobierno socialista que ha cedido en conversaciones secretas la soberanía nacional a los separatistas a cambio de sus votos en el Parlamento. El PSOE no se atreve a decir que volverá a indultar a estos golpistas, e Iceta nos ha dicho que cuando en Cataluña se llegue al 65% de independentistas, «algo habrá que hacer». ¿Cómo un 65%? Dentro de diez años, si no se suprime tv3 y el diplocat y si no se acaba con el adoctrinamiento en escuelas y universidades, llegarán al 80%. La ministra socialista Batet, la número uno del PSOE en Cataluña, votó dos veces a favor del derecho a decidir en el Congreso de los Diputados saltándose la disciplina de voto; ¿qué valor tiene oírla decir ahora que en Cataluña no habrá referéndum de autodeterminación? No estoy irritado, créame, sería para estar por lo menos un poco preocupado. La ignorancia es más peligrosa que la maldad. El populismo no solo crea noticias históricas inventadas. Nuestros padres transigieron mucho. Los falangistas, Carrillo, todos cedieron. Hay gente que quiere ahora ganar la guerra después de 80 años. Yo he hecho muchas veces la misma pregunta a quienes blanden una bandera de la Segunda República. ¿Qué aspiraciones democráticas, qué logros económicos, qué conquistas de libertad se pedían con la República que no se hayan colmado con esta democracia representativa?

–¿La República se ha mitificado?

–Hace unos años se publicó un libro, «87 republicanos y España». Yo aparecía en él, y Savater, que recuerde. El editor no encontró cien. El ideal republicano de la ilustración es la base de todos los estados modernos democráticos, se estructuren como República o Monarquía. El reino de Noruega es más democrático que la república de Irán. Es un problema de libertades y ciudadanía. Cuando Podemos reivindica hoy la República no es la de Azaña u Ortega, sino más bien la de Largo Caballero. En la Guerra Civil, cuando los nacionales van entrando en los pueblos que toman se encuentran con una cosa rara: no hay banderas republicanas, sino comunistas, de la CNT o de la FAI, pero ni una sola republicana. Han aprendido, hoy esconden las del PCE, pero enarbolan la republicana.

–¿Queda mucho por conocerse de la Guerra?

–Bueno, relatos enteramente libres los hemos conocido en España muerto Franco. Había que leer lo que se publicaba fuera. El de Chaves Nogales, que apareció en Chile en 1937, fue la clave y estaba prácticamente sepultado. El de Clara Campoamor no apareció en España hasta 2002, el de Castillejo era inédito hasta 2008, y Morla Lynch en 2005. Hace poco he leído las memorias de la Cárcel Modelo del suegro de Raphael, el Marqués de Santo Floro. Es un libro interesante, sin inquina y lleno de detalles exactos. Pero es sólo un testimonio y faltan muchos más.

–Hablábamos de las dos España. En las próximas elecciones vuelven a presentarse bloques irreconciliables. Esa retórica no cambia.

–Llevamos 40 años de una dinámica bipartidista. Los partidos hegemónicos, PP y PSOE, son responsables en cierto modo de lo que ha sucedido en Cataluña. La irrupción de un partido nacionalista español como Vox, tan parecido a los de Cataluña y el País Vasco, lo ha trastocado todo. El PP ha tenido que asumir la radicalidad de Vox y el PSOE ha devuelto a su redil a todos los que votaron a Podemos, porque han hecho suyo su programa de extrema izquierda. Pero el hecho es que a España le ha ido bien cuando PP y PSOE ocuparon la centralidad. Y Ese es precisamente el papel de Ciudadanos, ocupar la centralidad, obligar a PP y a PSOE a centrarse de nuevo. Por eso considero que ha de apoyarse a C's, y sobre todo quitarle a Sánchez el gobierno. Ese hombre es poco de fiar, porque cada vez miente con más soltura. Lo hemos visto en la moción de censura o con su tesis doctoral.

–¿Qué piensa de VOX?

–Veremos dónde llega. Hoy por hoy es un partido hecho con arrebatos sentimentales, igual que los nacionalistas y populistas. Intelectual y políticamente dan la sensación de un encefalograma plano. La simbología de la que han echado mano, todo eso de Covadonga, Santiago y cierra España, parece una opereta.

–La exhumación de Franco se ha colado en la campaña.

–No se coló, la metió el PSOE en su plan de gobierno desde el minuto cero. Franco debe salir del Valle de los Caídos. No tiene vuelta de hoja. Y creo que eso lo piensan todas las fuerzas del parlamento y la inmensa mayoría de los españoles. No he oído a nadie que se oponga a la exhumación, sí a la manera oportunista con que ha querido hacerlo Sánchez, naturalmente, en su caso, haciendo el ridículo, como no podía ser de otro modo.

–Llamar fascista es gratis hoy en día.

–Lo del término fascista y franquista es algo que les encanta a los fascistas, Otegui, Torra, Puigdemont, Iglesias, o sea, a los populistas, nacionalistas y totalitarios residuales del siglo XX. Creen que es la manera de disimular su xenofobia y su supremacismo, Eso sí, una xenofobia y un supremacismos dialogantes.