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El Vaticano abrirá dos osarios del cementerio en busca de los restos de Emanuela Orlandi

Se cree que los restos de las tumbas exploradas el jueves pudieron ser trasladados aquí tras una reforma en los años 60 del siglo XX
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Se cree que los restos de las tumbas exploradas el jueves pudieron ser trasladados aquí tras una reforma en los años 60 del siglo XX
El Vaticano abrirá dos osarios del cementerio teutónico en busca de los restos de la joven Emanuela Orlandi, la hija de un funcionario de la Santa Sede desaparecida hace 36 años, después de corroborar que las tumbas de las dos princesas alemanas estaban vacías.
Según ha informado la oficina de prensa de la Santa Sede, los osarios han sido hallados bajo el suelo del edificio adyacente y se cree que los restos de las tumbas exploradas el jueves pudieron ser trasladados aquí tras una reforma en los años 60 del S.XX.
El Vaticano procederá a abrir estos osarios el próximo 20 de julio en presencia de la autoridad judicial, los peritos, los abogados y la familia Orlandi.
Fue precisamente la familia Orlandi quien pidió al Vaticano que abriera la llamada "Tumba del Ángel", después de haber recibido una carta anónima con una foto de una sepultura y una frase escrita: "Busque donde indica el ángel".
En el cementerio alemán -situado entre la basílica de San Pedro y el gran palacio de las Audiencias Generales- cuya antiguedad se remonta al año 799, se encuentra una estatua de un ángel que sostiene una sábana con el texto en latín 'Requiescat in pace' (Descanse en paz), mientras que en la lápida hay una inscripción dedicada a la princesa Sofía y al príncipe Gustavo von Hohenlohe, que en 1857 fue nombrado arzobispo por el papa Pío IX.
En las dos tumbas contiguas abiertas se esperaban encontrar los huesos dos princesas alemanas, la princesa Sophie von Hohenlohe y la princesa Carlotta Federica di Mecklemburgo, fallecidas en 1836 y 1840 respectivamente. Sin embargo los exámenes aplicados no relevaron ningún resto.

Solo 15 años

Emanuela tenía solo 15 años cuando desapareció en un día tan normal como cualquier otro. Un mes antes, a Mirella Gregori, otra romana de la misma edad, también se le perdió la pista. Las chicas no se conocían entre sí, pero tenían amigos en común, por lo que su caso siempre se asoció. Desde entonces ha habido innumerables indicios que han dado esperanzas de dar con su paradero, pero siempre han terminado en fiasco.
El último se produjo el pasado octubre, cuando encontraron unos extraños huesos en la nunciatura vaticana en Roma. La Santa Sede lo anunció con un inusual comunicado oficial bien entrada la noche, por lo que se dispararon los rumores de que podíamos haber llegado al final del culebrón. Los periodistas italianos recuperaron la historia de Emanuela Orlandi, uno de sus misterios favoritos. El furor llegó al ridículo en el momento en el que un instituto especializado de la ciudad de Caserta determinó que los restos óseos eran de una etapa que va desde el año 90 al 230 d.C., en la época paleocristiana. Estábamos ya en enero, el nexo con las niñas desaparecidas había sido descartado semanas antes y poco después apareció la carta como nuevo elemento. Años atrás también se había exhumado otra tumba en la basílica romana de San Apolinar después de que la mujer de un jugador del equipo de fútbol de la Lazio de Roma afirmara que los restos de la niña se encontraban allí. Las investigaciones también fueron infructuosas, pero la historia es demasiado jugosa como para no ser contada.
Y esto sucede cada vez que hay un nuevo elemento. Un año antes de que Emanuela desapareciera, había quebrado el Banco Ambrosiano, una entidad católica de carácter privado en la que habían metido mano su presidente, Roberto Calvi; el cardenal Paul Marcinkus, presidente del IOR, conocido como el banco vaticano; y el empresario vinculado con la mafia Michele Sindona. Por obra divina, Marcinkus consiguió inmunidad diplomática y se largó a Estados Unidos, donde nunca fue juzgado. Pero Sindona fue envenenado en la cárcel y a Calvi lo encontraron colgado de un puente de Londres. Ambas debieron ser muertes accidentales, porque tampoco se les encontró un culpable.

¿Una deuda con la mafia?

Una de las teorías más asentadas del caso Orlandi es que la Iglesia había contraído una deuda tan grande con la mafia romana de La Magliana que no podía pagar y, como mecanismo de presión, los criminales raptaron a la niña para obtener su dinero. Ésta es la teoría que mantiene Pino Nazio en su libro «El secreto de Emanuela Orlandi». Según sus indicios, habría muerto poco después de ser secuestrada y habla de un fin bastante escabroso, por el que resultaría imposible hallar ahora sus restos. Otra de las hipótesis es que la menor fue víctima de algún episodio macabro de pederastia en el que estarían involucradas personalidades del Vaticano.
Y, por suponer, en el libro «Los impostores» del periodista italiano Emiliano Fittipaldi se especula con que la Santa Sede se habría encargado de ocultarla en un convento de Londres. La familia nunca ha cesado en su búsqueda, en ocasiones con una fuerte presencia mediática, esperando incluso encontrarla viva en algún momento. La conspiración siempre ha funcionado muy bien en Italia. A Juan Pablo II lo intentaron matar en un extraño atentado en la Plaza de San Pedro cometido por un hombre turco llamado Ali Agca, al que después el Papa perdonó tras visitarlo en la cárcel. Precisamente el terrorista que intentó acabar con la vida del Papa Wojtyla ofreció otra de las pistas.
Poco después de la desaparición de Orlandi, una voz misteriosa que se identificó como «el americano» decía tener bajo custodia a la niña y ofreció un intercambio con Ali Agca. Juan Pablo II hizo un llamamiento desde la Plaza de San Pedro para que fuera liberada, pero no consiguió nada. Ha quedado claro que un rompecabezas que se prolonga desde hace más de tres décadas tiene tantas piezas que a estas alturas resulta difícil creer que una nueva resulte la clave.
Solo la época de la posverdad y la inquietud de la familia han devuelto este caso, que parecía convertirse en uno de tantos misterios sin resolver, a primera línea. Gianfranco Girotti, ex regente de la Penitenciaría apostólica, ha expresado que «la decisión de abrir las dos tumbas tiene la única intención de poner fin a esta historia con tintes de fábula». El Cementerio Teutónico está solo a 200 metros de la casa en la que vivía la familia. El relato circular triunfa entre los bestsellers y a veces novelas negras –y artículos como éste– terminan por donde empezaron.
Un polémico caso para el Vaticano
Pietro Orlandi, el hermano de la muchacha, ha actuado durante todos estos años como portavoz de la familia. Su padre, Ercole, murió hace años tras varias intervenciones en el corazón. Mientras que su madre, Maria, dice que ha sufrido demasiado como para ponerse al frente. Pietro ha sido el rostro de los Orlandi para la Prensa, sobre todo, en sus constantes apariciones en el programa «¿Qui l’ha visto?» (la versión italiana de «¿Quién sabe dónde?», que se sigue emitiendo en la RAI), pero también cuando ha habido que contactar con el Vaticano. El hermano ha acusado en multitud de ocasiones a la Santa Sede de no haberse involucrado en el misterio de Emanuela e incluso de complicidad. Aunque la decisión de abrir las tumbas en el Cementerio Teutónico ha cambiado esa percepción. Ahora agradece el empeño al secretario de Estado, Pietro Parolin, y al comandante de la Gendarmería vaticana, Domenico Giani. Según él, que la noticia la diera además la sala de Prensa vaticana confiere al caso un tono de oficialidad. «No sé qué pasará, pero antes de excluir ciertas cosas, es necesario aclararlas. Estamos contentos con que se nos escuche», dijo Pietro al diario «La Stampa».

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