Historia

Barcelona

El vecino de Hitler

Edgar Feuchtwanger
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Asus 89 años, el historiador Edgar Feuchtwanger tiene la memoria muy clara y sigue recordando su infancia en Múnich, cuando desde su casa familiar podía ver a un vecino peculiar, el mismo que quiso condenar al mundo a una de sus peores pesadillas. «Hitler, mi vecino», escrito junto con el periodista francés Bertil Scali y editado por Anagrama, rememora esas experiencias. La obra fue presentada ayer en Barcelona por el veterano autor quien, como explicó en una entrevista con LA RAZÓN, sigue rememorando la primera impresión que le causó Hitler.

«Paseaba por la calle con mi niñera. Fue justo al pasar por la puerta de su casa que él salía para meterse en su coche. Nos miramos. Él no lo hizo con asco porque no sabía que yo era judío. Si lo hubiera sabido, hoy no estaría aquí. En cambio, yo sabía perfectamente quién era Adolf Hitler. Vestía un impermeable con cinturón y sombrero de calle. La gente lo saludaba con el brazo en alto», explicó Feuchtwanger, entonces un niño de cinco años.

El autor se dio cuenta muy pronto del peligro que representaba su vecino, mucho antes de 1933, porque «mis padres hablaban todo el día de él. Hitler estaba en el centro de la perturbación en la que vivíamos. Antes de 1933, había marchas paramilitares y la vida pública alemana estaba impreganada de violencia».

Recordar todo eso ahora no le ha supuesto ningún tipo de problemas ya que «esto no es un exorcismo porque no tengo en mi interior un fantasma llamado Hitler. He ido explicando mi experiencia durante muchos años, pero no ha sido hasta ahora cuando he decidido a hacer el libro. No duele recordar porque todo esto me sirve para que otras generaciones sepan qué ocurrió en ese tiempo».

¿Hubo algún capítulo especial que lo marcara en su tiempo como vecino de Hitler? Feuchtwanger hace memoria. «Hubo muchos momentos que me impresionaron. Recuerdo muy bien la noche de los cuchillos largos en 1934 o el regreso de Hitler tras su viaje a Austria en marzo de 1938. Tampoco puedo olvidar la muchedumbre mirando hacia su casa, en septiembre de 1938, tras la crisis por la conferencia de Múnich, cuando Chamberlain firmó en el piso de Hitler el acuerdo de paz que luego aireó».

No ha sido hasta fecha muy reciente cuando Feuchtwanger ha podido visitar la que fuera residencia del dictador, hoy convertida en sede de la administración de la policía alemana, una manera de evitar que se convierta en santuario de los neonazis. «Ahora está lleno de ordenadores y archivos, aunque uno de los funcionarios ha estudiado con detalle esa casa en la que se suicidó la medio sobrina de Hitler. Me mostraron la habitación del acuerdo con Chamberlain, un lugar histórico desde el que Hitler transformó el mundo, incluso España», reflexionó.

Cuando se le pregunta si se habría atrevido a acabar con su vecino si hubiera sido más adulto no puede evitar reír y afirmar que «no habría tenido el coraje de matarlo, aunque habría evitado muchos problemas. Era un personaje muy apto para ser asesinado, pero al final fue él quien se mató».

Al historiador lo que le preocupa ahora es la ascensión de los partidos de ultraderecha, como se ha podido ver en Francia o Grecia: «Es una posición muy peligrosa. La subida del partido de Le Pen en Francia resulta bastante siniestra. Lo que sorprende, desde un punto de vista británico, es que la Comisión Europea esté tomando muy poca nota deeso», dijo Feuchtwanger.