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Elena Fortún y Matilde Ras, amistad en femenino plural

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La Fundación Banco Santander rescata en “El camino es nuestro” la relación entre ambas autoras, comprometidas en la defensa de los derechos de la mujer.
La literatura hace curiosos compañeros de viaje. Extraños, en ocasiones. Y etiqueta, en múltiples ocasiones injustamente, quizá para huir de complejidades y quedarse en simplezas. El nombre de Elena Fortún va inevitablemente asociado a los cuentos y las literatura infantil, los de Celia, esa jovencita díscola y tierna que entretuvo a los críos de la posguerra española (a muchos de nuestros padres, entonces niños deseosos de vivir otras vidas), tan ocurrente, con sus aventuras delirantes y que tenía un hermano llamado Cuchifritín. Tan bien dibujada y escrita. Sin embargo, Fortún (1886-1952), que ni siquiera se llamaba así (Encarnación Aragoneses era su nombre), sino que tomó prestado el nombre de una novela escrita por su marido, Eusebio de Gorbea (“Los mil años de Elena Fortún” era el título) es bastante más que las letras de primaria.
En unos años en que las mujeres pecaban de invisibilidad, ella emerge en un panorama para luchar por los derechos femeninos, se preocupa por las inquietudes sociales y manifiesta aquello con lo que no está de acuerdo.La idea de regeneración y modernización ha hecho mella en ella y la hace suya. Ha estudiado, se ha cultivado y sabe lo que dice. Piensa por libre. Escritora y articulista, en su devenir trabará amistad con otra mujer inclasificable, una eminente grafóloga, hoy injustamente olvidada y ahora felizmente vuelta a la vida, cuyos manuscritos aún hoy siguen constituyendo una referencia, Matilde Ras (1881-1969), mujer cultivadísima, a la sazón traductora (de Verlaine y Rimbaud), autora teatral, escritora de guiones, ensayista y especialista en “El Quijote”.
Entre ambas, que es bastante probable que se conocieran en la redacción de la revista “Blanco y Negro”, nace una profunda amistad que devendrá en relación amorosa. Pero era otra época. Fortún se casará (matrimonio de conveniencia puro y duro) y tendrá dos hijos. La tragedia se cebará en su vida privada, pues uno de sus vástagos morirá y tanto su esposo como el otro niño se suicidarán, de ahí al predilección de la autora por el género literario dedicado a los más pequeños. La relación entre ambas, tan desconocida como apasionante, es rescatada ahora editada por la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander.
Escritoras, periodistas comprometidas con la modernidad y las injusticias de su época, pertenecieron a la primera generación de mujeres que se debatió entre las vanguardias, el feminismo y la tradición “El camino es nuestro” recoge una antología de sus artículos, ensayos, diarios, cuentos y cartas que muestran a dos humanistas. Nuria Capdevila-Argüelles,Catedrática de la Universidad de Exeter y María Jesús Fraga,escritora e investigadora de la UC se han ocupado de prologar y compilar este texto. Para Capdevila, la relación entre ambas mujeres fue “un amor no exento de sombras, pero aun así excepcional y profundo”, afirma la catedrática. En sus crónicas, Fortún, como explica Fraga, se adscribe a la República, pero “expresa con firmeza su ideología pacifista, su distanciamiento de la política y de la intransigencia de los partidos, y su deseo de mantener a los niños al margen de cualquier disputa política”. Capdevila pone de manifiesto las diferencias entre ambas, pues era mucho y poco al tiempo lo que tenían en Común: Fortún se casó y fue madre, llegó a la literatura tarde, procedía de una familia poco cultivada y su salud fue frágil, muriendo a una edad relativamente temprana (a los sesenta y seis años); el caso deRas es bien distintos: erudita, librepensadora y culta “educada a la francesa”, como se destaca en el interesantísimo prólogo, procedía de un hogar en el que las humanidades se respiraban (su padre era arquitecto, su madre había estudiado magisterio), escribía casi desde el mismo momento de su nacimiento, nunca se casó ni tampoco tuvo hijos. Sin embargo, la admiración entre ambas, su amistad inquebrantable, con ciertos distanciamientos provocados por la lejanía, por los miles de kilómetros de separación, no hicieron mella en sus sentimientos. Fortún, en su exilio argentino trabó amistad con pensadores españoles que se encontraban también el aquel país, como Rosa Chacel y Victorina Durán.
Bajo el título de «Nací de pie» se recogen las anotaciones manuscritas e inéditas escritas por Fortún en un cuaderno escolar rayado y que sonserva una letra primorosa y perfectamente legible.Junto con otros documentos, fue entregado en Estados Unidos por Ana María Hug, nuera de Elena Fortún, a la profesora Marisol Dorao, biógrafa de la escritora, que lo conserva en su archivo. El cuaderno contiene episodios autobiográficos de la infancia y juventud, como su confusión en cuanto a su sexo al nacer, sus años de colegio en la calle Amor de Dios, sus visitas a la iglesias junto a su madre y sus desmayos místicos inquietantes, la idea de la muerte en su vida (mucho más presente, sin duda, de lo que hubiera deseado), etc.

El don de lenguas de Matilde Ras.

Mujer de amplia y vasta cultura, que mostró una inclinación desde temprana edad por el dibujo, Ras hablaba y dominaba el francés sin el menor problema. Era su otra lengua. Su hermano menor, Aurelio, filósofo, tuvo que ver en esa pasión y enamoramiento del idioma galo. La eminente grafóloga pasó una larga temporada alejada de España en Lisboa. El volumen recoge uno de los deliciosos artículos publicados en Prensa en lo que pone de manifiesto la dificultad para entender y sen entendida en este país hermano, amigo, cercano y lejano a un tiempo. Encabeza “Los días innominados así: “Cuando el plan de venir a Portugal me preocupaba por no poseer por todo tesoro lingüístico,, más quel suntuoso verso: “... das naos as velan cóncavas finchando” me decían para tranquilizarme.. “¡oh! sin necesidad de profesor. Los aprenderás enseguida perfectamente..”. pero no lo aprendo perfectamente. Ni siquiera imperfectamente”, para, tras un breve y somero análisis del estado de la situación, que termina con el galimatías del nombre en portugués de los días de la semana, concluye: “Ni los entiendo ni me entienden ni jota”. Su prosa es cercana, divertida, posee un punto de ironía y enseña. El delicioso escrito se acompaña de una imagen de la pla del Rossio, “la equivalente a nuestra Puerta del Sol”, se lee en el pie de foto.